Tiempos felices, niños felices
Mi casa tenía un patio con un gran parral. Era mi lugar preferido porque daba mucha sombra y jugosas uvas. Aquel patio era además el lugar de la aventura, de la imaginación.Por Guillermo RégoliColaboraciónA la siesta, cuando el barrio dormía, nos juntábamos con la barra de amigos, a jugar y a comer uvas. Una terraza y un altillo podían convertirse en un santiamén, en: fortaleza, barco pirata, escondite, taller donde fabricar armas de madera, o en un descanso para tomar mate de té al sol, y compartir felices el tiempo.A casa venían todos los compañeros del barrio. Era también la casa de ellos. Así nos enseñaron siempre: que había que compartir aunque fuera lo poco que teníamos.Cuando la siesta terminaba la calle era nuestra: andar en bici, correr carreras de karting, jugar a la pelota en el campito de enfrente, y más tarde, a la vuelta de la manzana, jugar a las escondidas o a los pistoleros.¡Qué tiempos felices aquellos! Yo era un niño feliz.Hoy la casa no está igual, pero cuando entro en ella puedo recordar los lugares y también las vivencias, y volver a sentirme aquel niño.Qué bueno poder tener en la memoria momentos de nuestra vida en los que hayamos sido felices y cuanto más si esos tiempos son de la niñez. Cuando hemos vivido buenas experiencias deseamos que otros también las vivan. ¿Los niños de hoy podrán decir lo mismo el día de mañana? No se añoran los lugares sino por lo que significan. Aquella casa en la que vuelvo a ser niño me recuerda valores: la niñez sin miedos, la amistad sincera, la solidaridad, la imaginación para combatir el aburrimiento, el amor de mi familia, la seguridad de saberme cuidado.No sabíamos mucho de derechos del niño, pero los adultos tenían en claro cuáles eran sus deberes para con nosotros.Cuando pasa el tiempo, lo que lamentamos en la vida no son las "cosas" que nos faltaron, sino los afectos que nos negaron porque solo la abundancia de amor nos hace sentir valiosos.¿Por qué si hemos vivido tiempos felices no podemos lograr que los niños sean felices? El mundo cambió, y mucho... ¿y nosotros también?Será que la tecnología los hará más felices? O tener más de mil amigos en el facebook? Serán más felices porque van desde chicos a la guardería, o porque aprenden idiomas? Lo serán porque todo lo pueden discutir, porque a todo les decimos que sí? No habrá nada de lo que nos hizo felices que podamos compartir con ellos?"Dejad que los niños vengan a mí". Así cuentan los Evangelios que Jesús les decía a sus Apóstoles. El mundo dice otra cosa: que tengan muchas actividades para entretenerse, porque nosotros no tenemos tiempo y a veces pocas ganas.Querer estar juntos es lo importante. La imaginación, aquello que tanto reclamamos los adultos en los niños, es lo que podemos recuperar. Fue la que nos salvó del aburrimiento, nos enseñó a soñar. Hay que pensar formas de estar con los niños para que recuerden el tiempo compartido y no las cosas recibidas.La escopeta de madera, una pelota de fútbol, los rulemanes y el karting, la tele blanco y negro, son cosas del pasado. Pero en ese pasado sigue vivo lo que me hace feliz: los afectos compartidos.En este día del niño me voy a regalar este recuerdo.
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