Todo está como era entonces
"El tiempo es una rueda", define nuestro padre Martín Fierro. Ciertos episodios cotidianos lo confirman, demostrando que a pesar del paso de los años y las vueltas de la vida, solemos retornar al punto de partida. Por Mario Alarcón MuñizEspecial Los problemas de mayor gravedad giran, flotan, se pierden de vista, reaparecen y no se resuelven. Mientras tanto hemos discutido y nos hemos peleado, la rueda dio vueltas y nos dejó en el mismo lugar. Obsérvense dos casos muy diferentes de estos días, sin relación alguna entre sí: las Malvinas y Schoklender. En otras palabras: la soberanía y la corrupción. Lo que no sirveEn realidad el conflicto de las islas del sur no está igual, sino que ha empeorado, según señalábamos en nuestra nota del 5 de este mes. Comenzó hace un año la explotación petrolera y le siguieron maniobras militares británicas en octubre pasado incluyendo el uso de misiles. Los ingleses actúan allí con total descaro. Están absolutamente convencidos de operar en territorios de su propiedad. Los reclamos argentinos los tienen sin cuidado.No obstante, han tomado nota del apoyo de los Estados Unidos al reclamo de negociaciones por parte de la Argentina, planteado en la última reunión de la OEA; de la breve visita a Buenos Aires del secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, quien apenas pasó el lunes para pedir el apoyo argentino a su reelección y del acto del miércoles en el cual la Presidenta entregó el DNI al "primer kelper" nacionalizado argentino.En realidad no es el primero. Ya hay decenas, según afirman en Tierra del Fuego, donde se extiende la documentación. De todos modos vino bien porque retumbó en Londres, a tal punto que algunos diputados de la Cámara de los Comunes encararon al primer ministro David Cameron (conservador, después de once años de gobierno laborista) en una de sus visitas más que semanales al Parlamento.El funcionario ni se inmutó y afirmó: "Es asunto terminado, (Malvinas) seguirá siendo territorio británico. Punto. Final de la historia". Nada nos costó a los argentinos suprimirle la separación y leer "punto final", expresión que siempre nos cae muy mal por los recuerdos, de lo cual los ingleses no tienen ni idea.El jueves, en un acto proselitista de Misiones, la Presidenta le tiró con los zapatos a Cameron. "Burda potencia colonial en decadencia", "un gesto de mediocridad y estupidez", dijo Cristina, quien también trató de "arrogantes" a los invasores, con gran repercusión en el auditorio, aplausos, vivas y más de un sapukay.Y está bien. Adhiero. Pero no sirve. Así no vamos a recuperar las Malvinas. Hay que pensar en otras acciones. No militares, por supuesto, sino pacíficas y efectivas. Hasta los hermanos de América Latina nos están esperando para actuar en conjunto. Viva la PepaEn otro orden los Schoklender han reactualizado la enfermedad de la corrupción en la Argentina. A juzgar por lo que se está sabiendo -y en algunos círculos se sabía desde tiempo atrás- el uso de fondos públicos es un viva la Pepa. Estos caballeros, otrora muy conocidos por haber asesinado a sus padres, disponían a su antojo de recursos del Estado asignados a la Fundación Madres de Plaza de Mayo, entidad respetada, apreciada, de cuyo noble origen nadie puede dudar. Se supone que algunas dirigentes los apañaban o toleraban, en el mejor de los casos por humanas cuestiones de afecto, pero ninguna explicación tiene hasta ahora la distracción del Estado. Se habla de 785 millones de pesos, manejados como la caja chica del club del barrio.El gobierno lo sabía. La Unidad de Información Financiera (UIF) lo supo hace un año, cuando dos diputadas de la Coalición Cívica denunciaron el impresionante crecimiento patrimonial de los Schoklender. Nadie hizo nada. La UIF despertó estos días en medio del escándalo. Poco después apareció la AFIP, tan atenta cuando se trata de inspeccionar al quiosquero de la esquina, a la que se había pasado por alto la actividad de estos individuos.Ni se hable del Banco Central. Algún funcionario se olvidó de registrar decenas de cheques sin fondo emitidos por la empresa de Schoklender, casualmente contratista de las obras de la Fundación.Al final de cuentas la misma historia de siempre. Desde los pollos de Mazzorín, la leche de Vicco y Hernández, la venta de armas a Ecuador, la liquidación de Gas del Estado, aquel diputado trucho, el Riachuelo de María Julia, la entrega de los teléfonos, de YPF, de los bancos; IBM-Banco Nación, el caso Siemens. En fin, lo que todos sabemos. Muchos de ahora también porque entonces aplaudían. Hasta llegar a los negocios de Skanska, la valija de Antonini Wilson, el monopolio del juego por Cristóbal López. Todo está como era entonces.
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