DE GUALEGUAYCHÚ A LA PLATA
Trabajadoras de la educación viajan al Encuentro de Mujeres: "No estás sola, ese es el mensaje"

Son cuatro de las miles que llegarán a La Plata durante este fin de semana para asistir al 34º Encuentro Nacional de Mujeres. Tienen entre 29 y 57 años, y viajaron juntas a ediciones anteriores, como Chaco y Trelew. La mirada de estas gualeguaychuenses, madres, trabajadoras y comprometidas con la realidad que las rodea.
Cada vez más mujeres son parte del Encuentro Nacional que, cada año, se realiza en alguna ciudad de país. La imagen que trasmiten los medios de comunicación es repetida: una columna multitudinaria y colorida, testimonios de las asistentes, disturbios y, muchas veces, represión policial. La foto siempre es esa, pero ¿qué pasa en estos encuentros? ¿Quiénes son las mujeres que llegan de todo el país? ¿Para qué sirven? Con estos interrogantes sobre la mesa, ElDía dialogó con cuatro mujeres de Gualeguaychú que en las primeras horas del sábado partirán hacia La Plata. Todas son trabajadoras de la educación: Soledad (37) es docente, Olga (57) también, Cynthia (29) y María (39) son parte del equipo de Madres Cuidadoras, uno de los jardines maternales mejor ponderados de la ciudad. Las dos primeras cuentan con la experiencia de Rosario, Chaco y Trelew. Mientras que las otras las acompañaron a las dos últimas ediciones. “Personalmente, me ha pasado siempre que vuelvo inyectada de energía y comprometida con la lucha”, asegura Olga, fundadora de la Asociación Madres Cuidadoras, pero reconoce que “es poco tiempo” y que se queda con ganas “porque no podemos participar en más de dos talleres”, de los 87 que habrá esta edición, a los que se le sumarán diez conversatorios. “Se respira solidaridad, la otra es compañera, más allá de que piense diametralmente distinto, sobre el aborto, sobre la política, sobre la prostitución. Eso no importa” “Se respira solidaridad, la otra es compañera, más allá de que piense diametralmente distinto, sobre el aborto, sobre la política, sobre la prostitución. Eso no importa”, asegura Soledad. “Se aprende que se puede discutir sin pelear, con mucha energía, pero sin agredir a quien piensa distinto”, refuerza. Los talleres son siempre abiertos y participativos, y reúnen tantas temáticas como problemáticas atraviesan a la mujer actual: el trabajo, la pobreza, las trabajadoras sexuales, el feminismo, el activismo lésbico, la mujer indígena, el abuso, la explotación infantil, la familia, la monogamia, la maternidad y tantos otros disparadores en torno a los que se conforman comisiones para poner en común experiencias. “En cada encuentro hay algo que se transforma en lo personal, que exige una intervención en lo colectivo. No se trata sólo de quedarte con lo propio, sino que ahora existe la necesidad de ayudar a otras mujeres”, comparte Soledad. Aunque reconoce que “no todas son buenas”, al recordar las represiones policiales en Rosario, Chaco y Trelew: “La sensación es de miedo, el año pasado rompimos el brazo de la marcha y salimos corriendo”. “Volví renovada”, recuerda María sobre su primera experiencia en Chaco. “Te mirás para adentro, revisas tu historia, tu presente y también empezas a mirar más para el costado”. “No estás sola, ese es el mensaje. Sabés que hay miles y miles de mujeres acompañándote, y que la lucha es de todas”, agrega. “Te fortalece como mujer y te pone en perspectiva respecto al dolor ajeno”, complementa Cynthia, su compañera. “Todas fuimos víctimas de violencia en algún momento”, coinciden.
Las deudas del presente Poder compartir lo absorbido en el Encuentro es la tarea con la que regresan las mujeres cada año. En la familia, en el trabajo, en la calle, en la vida en general. La falta de perspectiva de género, de derechos y las violencias ejercidas se hacen mucho más visibles, se desnaturalizan. El rol de las instituciones, estatales y no estatales, también se problematiza. “Nosotros nos llamamos Madres Cuidadoras, lo que ya es muy significativo desde el nombre ¿por qué siempre las madres son las que deben hacerse cargo del cuidado de los hijos?”, se interpelan quienes, todos los días, conviven con realidades atravesadas por violencias de género y todo tipo de complejidades. Soledad, por su parte, se refiere a las deudas del Estado: a la falta de compromiso de quienes trabajan en salud, particularmente con mujeres, y a la ausencia institucional de la que, muchas veces, las menores son víctimas. “Este año tuvimos en la escuela dos alumnas de 14 años embarazadas y la institución, nosotros, nos enteramos de esto recién a los ocho meses de embarazo. En todo ese tiempo, ¿qué rol jugó el Estado, dónde estuvo, qué derechos tuvieron esas dos estudiantes?”, se pregunta, como tirando de un hilo del que prenden muchísimos más problemas que soluciones. Pero lo hace con la convicción, la fuerza y el entusiasmo de quien quiere ayudar a mejorar esas realidades. De quien es parte de la solución. ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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