GÉNERO Y FIESTA POPULAR
Un corso a contramano, el libro que aborda el rol de la mujer en la historia del Carnaval de Gualeguaychú

Su autora es la licenciada en Artes Visuales y exdirectora de la comparsa Kamarr, Cecilia Chesini Remic. La presentación de la obra, que antes fue su tesis de grado, tuvo lugar el pasado jueves en el Museo del Carnaval. Historia, arte, cultura popular, roles de género; una mirada feminista, desde adentro y desde afuera del espectáculo.
Luciano Peralta
Cuando Cecilia Chesini Remic fue anunciada como directora de la comparsa Kamarr, en 2015, el título que se impuso mediáticamente fue el de “la primera directora mujer” del Carnaval de Gualeguaychú. Cuando le informaron que no continuaría ocupando ese rol, una vez terminada esa edición, el argumento de la comparsa del Centro Cultural Sirio Libanés fue su embarazo. Las embarazadas deben dedicarse al cuidado del embarazo y a la criatura por nacer, palabras más palabras menos, fue la justificación.
Luego de esa experiencia, vital y transformadora, la ahora exdirectora realizó su tesis de grado, de la Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Nacional de las Artes, sobre el papel que ocuparon las mujeres en la historia del Carnaval de Gualeguaychú. Consciente de que no había sido la primera en decidir los destinos artísticos de una comparsa, se propuso rescatar parte de esa historia y analizarla desde la perspectiva de autoras de la talla de Rita Segato o Betty Friedan.
El trabajo académico devino en libro. Se llama “Un corso a contramano, el papel de la mujer en el arte popular de carnaval” y fue presentado el último jueves en el Museo del Carnaval, junto a Nicolás Darchez, editor, y el profesor y también exdirector de comparsa Martín Ayala, quien prologó la obra.
¿Por qué, más allá de la excepción encarnada por Chesini Remic, no hay directoras artísticas mujeres en el Carnaval del País? ¿Por qué son todos varones quienes ocupan cargos directivos de relevancia? ¿Siempre fue así?
En 174 páginas, la autora hace dialogar al arte y a la historia del arte con los discursos feministas de ayer y de hoy; a la historia del carnaval como fenómeno artístico popular, con los relatos en primera persona de las mujeres que fundaron lo que hoy se conoce como Carnaval del País, el más convocante de la Argentina.

Martín Ayala, prologuista del libro
Chesini Remic distingue cuatro etapas históricas: el Carnaval de Antaño (de 1783 a 1940), el Carnaval Formativo (1959-1978), el Carnaval Tradicional (1979-1997) y el Carnaval Profesional (de 1997 a la actualidad).
La edición es acompañada por fotos de cada época y describe las características de cada una de ellas. Como cuando, antes que llegue la luz eléctrica a la ciudad, “en las primeras décadas del siglo veinte, los festejos se realizaban en la calle 25 de Mayo, desde Rocamora hasta Mitre, con un recorrido de ida y vuelta”. O cuando, entre 1940 y 1970, el espectáculo entró en un sostenido declive, hasta el resurgimiento en las décadas posteriores y el salto conceptual y de calidad artística que significó el paso de la calle al corsódromo de la ciudad, especialmente construido para la creciente fiesta.
Es en la etapa del Carnaval Tradicional, en el último cuarto del siglo pasado, que aparecen las mujeres que sentaron las bases de lo que es el carnaval actualmente. En esa rica lista se inscriben María Elena Taibo (de Dacal, como referencia la tradición), Mirta Rodríguez (de Larrivey), María Rosa Arakaki, Nelita Bermúdez (de Irigoyen), Ana María Gelós (de Peverelli), Ana Kilmarr (de Peralta), Olga y María Luisa Silio, Elsa Chichizola (de Yulán), Irlanda Villemur (de El Kozah) y Rosa Majul (de Caraballo), entre otras.
El paso de la calle Rocamora al corsódromo, un predio de 7,5 hectáreas en donde antes funcionaba la estación de trenes, marcó, según la autora, por un lado, la consolidación del espectáculo como producto cultural-turístico y, por otro, la pérdida de lugares de toma de decisiones por parte de las mujeres. Hoy, e históricamente, no solamente todos los directores de comparsa son varones, sino también el presidente de la Comisión del Carnaval y cada uno de los presidentes de las cinco instituciones que lo conforman.
Algunos de los cambios que marcaron esta etapa fueron el aumento del número de integrantes, un reglamento más específico sobre la competencia y la paulatina pérdida de informalidad laboral en los talleres de las comparsas. “La transformación del carnaval tradicional en un formato profesional supuso que muchos de los trabajos que hasta entonces se realizaban ad honorem pasaran a ser pagos, por lo que, con el tiempo se incorporaron profesionales de todas las ramas de las artes, principalmente bailarines, músicos y coreógrafos. Los trajes que otrora eran confeccionados por las mujeres de las familias involucradas en la organización de las comparsas ahora eran confeccionados por modista y costureras pagas”, describe el libro. Y sostiene que “estos cambios, a la vez, supusieron el alejamiento de la mayoría de las fundadoras, en parte desilusionadas por cómo había mutado el tono de los festejos y en parte por verse superadas por mano de obra profesionalizada”.
Pero el análisis de los lugares ocupados por las mujeres no se limita a “las pioneras”. En el Capítulo III, la autora lleva la discusión a los “espacios asignados, cedidos o ganados”, una interesante conceptualización introducida por la socióloga Marián García-Campero Corona en su trabajo sobre el rol de la mujer en el carnaval de Cádiz, aplicable a otros carnavales, claro, y a otros ámbitos sociales.

Nicolás Darchez, editor de la obra
Los espacios asignados son los que se corresponden con las normas y las convenciones sociales (mujeres costureras, mujeres reinas), mientras que los cedidos son una concesión –“si se quiere, a regañadientes”, aporta la autora- de espacios considerados masculinos (dirección, batucada) y los espacios ganados a los que las mujeres acceden luego de luchar por ellos. “Estos poseen una connotación positiva si se los compara con los espacios cedidos, en tanto suponen un acceso meritocrático”.
En este sentido, la exdirectora de Kamarr sostiene que los roles asignados históricamente a la mujer en el Carnaval de Gualeguaychú guardan consonancia con la matriz cultural occidental judeocristiana, “relegando a la mujer a un papel ‘decorativo’ de reina, en el mejor de los casos”.
Y es aquí donde destaca la irrupción, en 2021, de Las Audaces en la comparsa Kamarr, una batucada integrada sólo por mujeres. Hecho que ocurrió por primera vez en la historia de la fiesta popular y que no se volvió a repetir los años posteriores. Fue debut y despedida, “sus integrantes no vieron renovada su participación en la siguiente edición, lo cual deja la duda sobre si efectivamente se puede hablar de un espacio ganado o se trató de un espacio temporalmente cedido”, plantea la autora.
Postura que resulta aplicable a su propio paso por la dirección de una comparsa y a la experiencia de decenas de mujeres que fueron parte del Carnaval de Gualeguaychú. “Un corso a contramano” propone líneas de análisis en este y otros sentidos, sin que el vuelo intelectual aleje a quienes lo lean de la tierra de las calles de antaño, del asfalto de lentejuelas perdidas o del frenesí de la pasarela del corsódromo, el más grande de Argentina.