CHANGAS PARA PODER COMER
Un gualeguaychuense recorre barrios con su carro a tiro vendiendo verduras para poder sobrevivir

Carlos, como tantos argentinos en tiempos de crisis, se las rebusca haciendo lo que sea para llegar a fin de mes
Por Fabián Miró
La historia de Carlos es un ejemplo de lo que viven decenas de vecinos que se la rebuscan en la ciris. Hasta mediados de los ‘90 el gualeguaychuense trabajó en una empresa privada de recolección de residuos conocida como Ashira y Onda Verde, que luego pasó al Municipio. “Lamentablemente no quedé en el Estado Municipal y desde ese entonces vengo haciendo changas y arbitrando fútbol en torneos de barrio, ligas amateur y también en la Departamental”, comentó a Ahora ElDía.
El hombre de 60 años dijo que “es imposible que alguien me tome a mi edad y que por fortuna mis cinco hijos están grandes y hacen su vida, aunque tengo dos nietos a cargo y mi señora con los cuales vivo en una casa prestada porque no tengo vivienda. El municipio me da una mano para pagar el alquiler, luego de haber vivido un tiempo prácticamente en situación de calle”, relató.
Además, señaló que “la vida es dura y suele golpearte fuerte. Mi señora sufrió un ACV que la dejó postrada en una silla de ruedas. Es así la vida. A unos les va mejor que otros. En mi caso, salgo temprano con mi carrito a comprar verduras de hoja en una quinta que se encuentra detrás del cementerio y luego a patear la calle revendiendo lo que compro. Es todo fresco, verdura de hoja de todo tipo que la gente me compra”, comentó.
Carlos sale a las 9 de la mañana con su carrito de tiro a recorrer las calles. “Voy haciendo distintos barrios. Días pasados estuve en la zona del 338 y así todos los días. Mi transporte son las piernas y la fuerza de brazo para llevar al frente el carro con las verduras. Voy timbreando y ofreciendo la mercadería. La mayor parte de mi vida he vivido de changas y si uno busca encuentra algún laburito que ayuda a parar la olla, aunque la mano está dura y cada vez se hace más difícil llegar a fin de mes”, manifestó.
Recorriendo las calles, apreciamos que las personas que salen a patear la calle, a ganarse el pan vendiendo lo que sea, aumenta día a día. Especialmente los que recolectan cartones, cajas, bronce y lo que fuere que luego venden en varios galpones ubicados en distintos puntos del país.
También ha aumentado, muchos jóvenes, que en las esquinas de los semáforos buscando el mango ofreciendo la limpieza del parabrisa por lo que el conductor quiera darle. También están los que venden panificación, fácturas a viva voz, pan casero, en definitiva gente que camina las arterías de la ciudad en búsqueda de unos pesos el sostén diario del hogar. La mayoría de los que sale, sufriendo los rigores del clima, no tienen casa propia. Alquilan una pieza, en el mejor de los casos una vivienda con una habitación; mientras que muchos de los que andan con carro buscando comida en los comedores, cirujeando cartón o lo que fuese, habitan en casillas precarias ubicadas en los asentamientos de la ciudad que no paran de crecer.