CUANDO ABANDONAR NO ES UNA OPCIÓN
"Un nuevo comienzo": Cooperativa textil y alegoría de la Argentina de los últimos años

Hace apenas dos meses alquilan un local con depósito sobre la calle Buenos Aires. Debieron agrandarse para acopiar la producción. Están haciendo colchonetas ecológicas para mascotas, pero el objetivo a futuro es la indumentaria de trabajo. Rubén Vera, su presidente, habló de las 12 horas en la fábrica, de la España de los inmigrantes de 2001 y de las ventajas del asociativismo.
Luciano Peralta La escuela lo preparó para el trabajo de fábrica. Aunque nació en Gualeguaychú, de chiquito Rubén Vera vivió en Quilmes, en la zona sur del conurbano bonaerense. Hasta allí llegó su familia, en busca de mejores horizontes laborales. Ese fue su primer exilio. Allí, se egresó de la Escuela Técnica General Enrique Mosconi y, como millones de estudiantes cada año, buscó insertarse en el mercado laboral. Pero la Argentina de matriz neoliberal ya había destruido o, en el mejor de los casos, dejado en pésimas condiciones a la industria nacional. Durante el 2001, el último de su secundaria, entró como pasante en una fábrica de compresores ovulares, en el área de compras. Sobre el final de ese año debutó en la línea de producción de una fábrica de lápices, “era un buen trabajo -recuerda-, pero trabajaba 12 horas y la situación era muy inestable”. “Era pleno 2001, yo salía de la fábrica, que quedaba a 30 cuadras de mi casa, y veía los saqueos en los comercios, en los supermercados. Una vez me quisieron robar la mochila, me cagaron a trompadas y me dejaron tirado. Después de eso renuncié y me vine a trabajar a Gualeguaychú”, cuenta Rubén, hoy de 38 años y padre de familia.
En la ciudad, trabajó en Imperial Cord, pero la fábrica de cubiertas de bicicleta no se diferenciaba de lógica rayana a la explotación tan corriente en el mercado fabril argentino. “En el Parque Industrial tenías que trabajar 12 horas, en cualquier fábrica. Algunas de lunes a sábado y otras de lunes a lunes, no era vida para un pibe de 20 años. Por esos tiempos mi prima estaba viviendo en España, cunado me contó de las posibilidades laborales, junté plata durante unos meses y, ni bien pude, me fui para allá”, cuenta Rubén. Era su segundo exilio, una vez más, en búsqueda de oportunidades. En el 2006 llegó a al viejo continente, con una mano atrás y otra adelante. Las opciones para los inmigrantes sin papeles de residencia eran la gastronomía o la albañilería. De cocina sabía poco y nada, y en la construcción ya había tenido experiencia trabajando junto a su tío, más el conocimiento de electricidad que le había dado la escuela técnica. Por lo que, elegir no fue difícil. Al cuarto día de haber llegado, y después de que lo rechazaran de muchos lugares por la falta de papeles, dio con un constructor argentino que enseguida lo empleó, no sólo a él, también a su papá. “A los tres meses de llegado, viajó mi viejo porque la demanda de mano de obra era muy grande y no se conseguían albañiles. Y seis meses después llegaban mi mamá, mi hermana y mi hermano. Ellos empezaron a trabajar en la gastronomía enseguida, era un tiempo de mucho trabajo allá”, recuerda. Pero la crisis financiera internacional del 2008 hizo estallar por los aires el bien estar que compartían españoles e inmigrantes, el empleo se derrumbó en España y en gran parte del mundo y la familia Vera decidió volver al país. “Empezamos a fabricar barbijos para el Municipio, primero, y después frazadas para el Copnaf y para la Municipalidad de Larroque. Pudimos comprar otras máquinas y, hace dos meses, alquilar este nuevo local" Pero la cooperativa textil todavía no estaba ni en los planes. Antes de trabajar ocho años en la textil Rontaltex, pasó por Uniónbat -productora de baterías- y barrió calles en una de las cooperativas contratadas por el Municipio. “La idea de la cooperativa textil fue de mi mamá, que tenía una lencería y, más o menos, conocía qué se demandaba el mercado. Por insistencia de ella, compramos la primera Overlock, después compramos otra y una recta. Teníamos tres máquinas de coser, pero no había proyecto, estaban paradas. Un día vino un amigo y me habló del programa Jóvenes Emprendedores, que eran préstamos a tasa cero si el proyecto era aprobado”, recuerda. “Después de trabajar en Rontaltex, tenía la idea de montar una pequeña fábrica de medias. Entonces armamos ese proyecto para el Jóvenes Emprendedores, pero no me lo aprobaron porque no tenía nada establecido, nada armado como para empezar. Pero no nos quedamos, fuimos por la cooperativa textil y, después de varios meses y muchas ideas y vueltas, a finales del 2019, pudimos obtener la matrícula. En marzo del año pasado, cuando todo parecía que se iba a encaminar para nosotros, llegó la pandemia. No bajamos los brazos y le seguimos buscándole la vuelta: ¡empezamos a hacer barbijos de friselina!”, cuenta el presidente de “Un nuevo comienzo”, nombre con que bautizaron a la naciente cooperativa. “Empezamos a fabricar barbijos para el Municipio, primero, y después frazadas para el Copnaf y para la Municipalidad de Larroque. Pudimos comprar otras máquinas y, hace dos meses, alquilar este nuevo local (Buenos Aires 1824). Además, mantuvimos el local anterior como lugar de venta al público (Urquiza 1214)”, remarca, orgulloso. En la actualidad, el nuevo depósito de la cooperativa está lleno de colchonetas ecológicas para mascotas, producción que debe viajar a Paraná, donde funciona la Fundación ECOurbano, desde donde fue encargada la confección de las mismas. Pero el norte de la naciente cooperativa textil es otro. “Nuestro objetivo es llegar a producir ropa de trabajo”, aclara Rubén. Y explica: “haciendo remeras hay mil personas y haciendo sublimado también. La idea es seguir creciendo, seguir equipándonos y ganando experiencia. Sabemos que esto es el día a día y que, así como hoy tenemos demanda de trabajo, mañana puede no haberla, estamos acostumbrados a eso. Lo bueno es que encontramos en el asociativismo una manera de producir que es diferente al camino que, más o menos, todos los que conformamos la cooperativa ya recorrimos, que son las 12 horas y las largas semanas sin francos en la fábrica”. “Hoy, todos trabajamos a la par, todos vendemos y hemos generado mucha confianza entre nosotros, que es lo más importante”, destaca, al cierre de esta nota, el presidente de “Un nuevo comienzo”, nombre que no sólo representa una nueva apuesta en términos personales, hoy el proyecto es colectivo y son seis las familias detrás del mismo objetivo.ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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