Un paradigma donde el deber no goza de crédito
Los valores y concepciones que justificaron una época, dejan de tener fuerza no bien se instala una nueva sensibilidad. Antropólogos de la cultura vienen advirtiendo hace tiempo, al respecto, del 'ocaso del deber' en Occidente.El conjunto de experiencias, creencias y valores que afectan la forma en que un individuo percibe la realidad, y la forma en que responde a esa percepción, resume lo que se conoce como cosmovisión.Se trata de un conjunto no estático que ha ido evolucionando con el tiempo histórico, y según las sociedades. No es lo mismo la cosmovisión de los antiguos griegos, por ejemplo, que la del hombre del Medioevo, o la del sujeto nacido en la modernidad.En las ciencias del hombre se ha puesto de moda el término "paradigma" para describir la misma realidad. El filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, definió el paradigma como "una constelación de creencias, valores, y técnicas compartidas por los miembros de una determinada comunidad".Los paradigmas dominantes son compartidos por el trasfondo cultural de una comunidad y por el contexto histórico del momento. Desde el punto de vista psicosocial actúan como un "pensamiento de grupo".Eso significa que los individuos adecuan su opinión a lo que es el consenso del grupo. El paradigma, por tanto, una vez impuesto, hace que los individuos se acostumbren a esa perspectiva.Se ha llamado "posmodernidad" al paradigma instalado en Occidente desde hace algunas décadas. Es la manera con que los antropólogos culturales designan al período de caída de los "grandes relatos" de la modernidad (por ejemplo, iluminismo, positivismo, marxismo).En el fondo lo que ha habido es un cambio fundamental en relación a los valores. No es que estos hayan caducado en sí mismos, sino que unos nuevos, que portan nuevos contenidos, reemplazan a los antiguos.Entre los estudiosos del tema hay coincidencia, al respecto, de que la era del deber rigorista y categórico, que exigía sacrificios en pos de un ideal, se ha eclipsado en favor de una perspectiva axiológica que apunta a la satisfacción de los deseos individuales.Entre nosotros la filósofa Esther Díaz lo explica así: "La modernidad se preguntaba acerca de lo necesario (categórico). En cambio, la posmodernidad se pregunta acerca de lo conveniente (hipotético). En la modernidad, la pregunta era: ¿qué debo hacer?, y la respuesta era categórica: actuar según el deber (...) Había que cumplir con el deber por el deber mismo, sin medir sus consecuencias. En cambio en la posmodernidad se pregunta acerca de lo instrumental: ¿qué me conviene hacer? La respuesta es hipotética; actuar según lo que se desea obtener".Quien ha conceptualizado este cambio ha sido Gilles Lipovetsky, en su libro aparecido en 1996, cuyo título resume toda su tesis: "El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos".Según el autor, los deberes positivos de entrega a fines superiores ya no gozan de crédito, sólo lo tienen los deberes negativos que prohíben acciones perjudiciales a los particulares y a la tranquilidad pública.Esto, dice, impacta en la educación: "Ya no se cree en la exigencia de una educación moral elevada, en la que inculcar principios superiores no es más que un objetivo marginal de la educación de los niños".La condición posmoderna, dice Lipovetsky, "se caracteriza por el derrumbe de las instituciones tradicionales (escuela, iglesia, familia y Estado) y por el predominio del desorden y el vacío moral".
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