
La travesía de escalar una montaña o cerro es una aventura que queda guardada en la memoria del protagonista para toda la vida. Un gualeguaychense decidió tener esta experiencia y llegó a la cima del cerro Vallecitos, a 5.570 metros de altura.Por Carlos Riera Pablo Martinolich aseguró que a esa altura se observa claramente la curvatura de la tierra en el horizonte. Sin dudas un paisaje único, al que muy pocas personas pueden acceder y al que es casi imposible describirlo con palabras.El 21 de enero pasado, este joven montañista llegó a Mendoza para iniciar la travesía. Llegó al paraje Los Zorzales, en la zona de Potrerillos, ubicado al pie del denominado Cordón del Plata, perteneciente a la cordillera frontal mendocina, situada a unos 80 kilómetros de la ciudad de Mendoza.Durante dos días esperó al resto de la expedición para iniciar con la aclimatación. Realizó caminatas y un ascenso solitario al cerro Arenales de 3.387 metros de altura, desde el cual tuvo una excelente vista de su principal objetivo, el cerro Vallecitos.El domingo 23 se reunió con los neuquinos Beto Fuentes de Chos Malal, y Manuel Lahuglin de Zapala, los compañeros de ruta de aquí en adelante. Juntos emprendieron el ascenso hasta Las Veguitas, el primer campamento de altura, donde sufrieron una tormenta muy fuerte.Al día siguiente prosiguieron el ascenso hacia el próximo campamento en la zona conocida como El Salto de Agua, a unos 4.350 metros. Después de una noche de descanso, ascendieron hasta el último campamento en La Hollada a 4.650 metros, sólo con el equipo necesario porque después de ello bajaron a dormir nuevamente en El Salto como parte de la aclimatación.

"En esta parte sufrí mucho de la altura durante todo el día, dolores de cabeza, nauseas y demás síntomas que me impidieron ingerir alimentos y agua. Yo debía tomar entre 4 y 5 litros de agua diarios", comentó Martinolich.Luego de una mejor aclimatación y un poco más recuperado de la altura, partieron hacia el último campamento. Después de escalar el tramo conocido como El Infiernillo, "realmente hace honor a su nombre", desplegaron sus carpas para descansar y esperar al gran día. "En ese lugar se apreciaba a nuestro alrededor un circo de picos como lo son El Lomas Amarillas, Franke, Cerro Rincón y Falso Plata, entre otras majestuosas montañas y glaciares que nos recordaban su cercanía con el estruendo de sus desprendimientos que retumbaban en el escenario", describió.Llegó el gran día. La mañana del 27 de enero comenzó muy temprano, "cerca de las 3.30 nos alistamos para el ataque a la cumbre, con buen tiempo y con el frío lógico de la altitud, comenzamos la marcha una hora después. A las 7.30 montamos el collado deslumbrados por el paisaje que nos rodeaba: El cordón de La Jaula, La quebrada de la Jaula, El Aconcagua y El Plata".De sólo escuchar el relato uno se abriga por el frío de los andinistas que continuaron su marcha por el filo cumbrero, "el viento en el collado era intenso, eso acentuaba el frío y la nieve acumulada producía que la marcha fuera más pesada, aunque el ritmo era bueno". "Alrededor de las 9.30 logramos llegar a un promontorio rocoso que forma la cumbre. Los últimos metros fueron de escalada libre por un lugar expuesto, ya que la nieve había cerrado el paso habitual hacia la cruz que señala el lugar más alto de este cerro a 5.570 metros", contó el protagonista de un viaje único.Llegar a la meta es el momento de plena emoción, ver canalizado todo el esfuerzo de muchos días de trabajo y preparación. Pablo se abrazó con sus compañeros de expedición y observó el camino recorrido. "La cumbre no es el lugar más hospitalario que uno se pueda imaginar, ya que uno esta acaballado sobre rocas en mal estado y rodeado de abismos que, como dirían unos escaladores españoles que conocí días antes, acojonan"."Luego de contemplar el espectacular paisaje hicimos las fotos de rigor, recordando de mi parte y como una especie de homenaje, a quienes día a día llevan esta noble tarea de combatir la desnutrición infantil, la obra que realiza la gente de la asociación Promover perteneciente a la Red Conin", contó Martinolich acerca de la Asociación con la cual colabora desde hace un tiempo atrás y la que fue su fuente de inspiración para este viaje inolvidable.Pablo no quiso olvidarse de su familia en este momento tan intenso, tiempo que les quitó para prepararse para esta travesía y aquellos que le facilitaron el equipamiento necesario. "El esfuerzo que requiere este tipo de ascensos de alta montaña, la preparación física, psicológica y demás, valieron ampliamente la pena cuando uno mira el camino recorrido".