Un ser adaptante, que sabe acomodarse al grupo
Dominado por el instinto gregario, el hombre tiene una notable capacidad para mimetizarse con el entorno social. En muchos casos, prefiere abdicar de su voluntad y pensamiento, por temor al aislamiento del grupo.Ha sido la aporía de tantos politólogos: ¿Cuál es el secreto de los regímenes totalitarios (fascismos y comunismos), que someten a las personas al dominio del mandamás? ¿Cómo los toleran las sociedades, que en teoría aparecen como sus víctimas?La resistencia ha sido siempre la excepción en estos casos. La mayoría, en realidad, se suele plegar al "sentido común" que impone el régimen. El hecho, en un sentido ético, acaso no hable bien de las personas.Es la apoteosis del gregarismo: se trata de ajustar la conducta al dictado del nuevo contexto externo, a veces manipulado por ingenieros sociales al servicio de algún poder.El hombre, sin duda, es un animal adaptante. De ahí que exista el acostumbramiento social al entorno. De suerte que lo que antes pudiera parecer aberrante y anormal, a fuer de fijarse en la vida cotidiana, termina por ser tolerado como algo normal.Una sociedad, por ejemplo, puede adaptarse a la corrupción. Habituarse al fraude y a la mentira, y a vicios como: sobornos, privilegios y favoritismos, uso discrecional y arbitrario del poder y otras yerbas.A la adaptación a lo criminoso y anormal, a "la aceptación como estado habitual y constituido de una irregularidad", de algo que mientras se acepta sigue siendo indebido, José Ortega y Gasset le llamaba "encanallamiento"."Los argentinos no somos una sociedad de virtuosos cooptada por extraterrestres inescrupulosos que ocuparon el lugar de nuestra dirigencia", escribió alguna vez el ex ministro de Economía Martín Lousteau.Lo dijo a propósito de esa tendencia argentina de exculparse para achacarle los males a otros. Esto de echarle la culpa siempre a los políticos -por ejemplo- escamotea el hecho de que ellos salen de esta sociedad y alguien los encumbró.Hoy es común despotricar, así, contra el menemismo. La década de los '90 ha sido demonizada de tal manera que parece que nadie votó dos veces a Carlos Menem, o que éste vino de otro planeta.Además, ¿cuántos políticos que hoy se horrorizan del riojano, no convalidaron ese régimen como funcionarios del oficialismo de entonces o como parte del partido justicialista? Y lo mismo cabría decir respecto de todos los gobiernos anteriores, incluso los militares.La amnesia social es parte del acostumbramiento, un fenómeno psicosocial que alimenta la sospecha de que el individuo es un puro reflejo del medio ambiental social.La ley de gravedad del gregarismo marca que siempre es conveniente -a menos que se quiera sufrir el ostracismo social- seguir el dictado de la moda y la opinión dominante.Los sociólogos hablan de la tendencia humana a "naturalizar" las cosas. De suerte que todas las experiencias son vividas como necesarias e invariables, como lo son los actos fisiológicos de comer y descansar.Esta naturalización nos lleva a justificar nuestra forma de actuar cotidianamente en la tradición ("siempre se hizo así"), en la analogía ("todos lo hacen así"), en las creencias o prejuicios del grupo de pertenencia.En realidad, el concepto empalma con el instinto gregario y con el poder que ejercen sobre el individuo las costumbres impuestas. Es el triunfo de lo colectivo que obliga a encuadrar a los sujetos al patrón de comportamiento dominante.Por lo visto, la sociedad produce caminos de acción, de pensar, de sentir, que son coactivos y muchas veces nos gobiernan.
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