LA SOLIDARIDAD, UN ACTIVO INTANGIBLE DE LA SOCIEDAD NATIVA
Un valor que enorgullece: el poder del voluntariado social en nuestra ciudad
Durante eventos desgraciados, como epidemias o inundaciones, o en períodos de agudas crisis económicas, la comunidad local suele activar su vena solidaria. Aunque el voluntariado social o tercer sector está presente siempre, más allá de la coyuntura.
Socorrer las necesidades del prójimo en apuros es una virtud individual y social que tiene distinto nombre según la ética que la anime. En términos cristianos se llama “caridad”, en lenguaje secular “filantropía”.
El concepto que reúne más consenso es el de “solidaridad”, que proviene del latín “soliditas”, expresión que alude a la realidad homogénea de algo físicamente entero, unido, compacto, cuyas partes integrantes son de igual naturaleza.
En este sentido, solidaridad es saberse miembro de una comunidad, de una sociedad, de una familia, y desarrollar una conducta activa de ayuda hacia los miembros del grupo.
La solidaridad es un valor espiritual y se caracteriza por la colaboración mutua entre las personas. Desde el punto de vista sociológico, se diría que Gualeguaychú tiene un rico historial solidario.
Los vecinos, a lo largo del tiempo, han dado muestras de ser solícitos ante las necesidades urgentes de sus pares frente a desventuras colectivas, como epidemias, inundaciones o incendios.
Pero este gesto se ha vuelto un hábito colectivo, ha tomado cuerpo en organizaciones e instituciones donde abunda la figura del “voluntariado social”, especie de militante de la solidaridad que actúa como un fermento positivo en el tejido social.
Es gente que trabaja para los demás sin recibir ingreso monetario alguno, haciendo un trabajo silencioso en trincheras diversas, mitigando la pobreza y el hambre, aliviando el dolor ante la enfermedad o extendiendo los beneficios de la cultura.
La frondosa y variada red de instituciones de bien público, de un número difícil de precisar, habla de la existencia de un capital social relevante, que es uno de los activos de Gualeguaychú.
Iglesias y grupos parroquiales, cooperadoras escolares, cooperadoras del Hospital y de la Policía, bibliotecas públicas, centros educativos, comisiones vecinales, instituciones en favor de la ancianidad y la infancia, organizaciones deportivas, entidades filantrópicas, institutos orientados a la temática de la discapacidad, grupos contra las adicciones, pastorales carcelarias, bomberos voluntarios, entre otras sociedades sin fines de lucro.
¿Qué sería de las escuelas sin el aporte de las cooperadoras? ¿Qué sería de tanta gente con hambre sin la presencia de los comedores comunitarios o merenderos?
¿Qué sería del hospital Centenario sin el auxilio de vecinos que lo apuntalan económicamente? ¿Qué sería de los ancianos y enfermos sin la contención de instituciones y personas comprometidas? ¿Qué sería de los presos sin el consuelo de almas caritativas? ¿Qué sería de los niños sin las guarderías voluntarias o las entidades solidarias dedicadas a ellos? ¿Qué de los pobres sin la ayuda de tanta gente? ¿Qué sería de los adictos sin la contención de grupos anónimos?
La lista es larga. Tanta como las necesidades existentes, que disparan una propuesta solidaria que se arma para cubrirse, más allá del brazo burocrático del Estado.
De hecho, en no pocos frentes el voluntariado social o tercer sector (como se lo llama) cubre los baches que deja un Estado que no cumple con su cometido y por el cual cobra impuestos.
Ese hombre común que contribuye solidariamente para que el hospital funcione mejor, para que la escuela no se caiga a pedazos o para sostener los móviles de la policía, es el mismo que paga los impuestos para que el Estado le devuelva ese dinero en mejor educación, mejor salud, mejor justicia o más seguridad.
Se trata de un doble esfuerzo en el que los gobernantes no suelen reparar ni tampoco agradecen o reconocen.
Al elogiar al voluntariado social en Argentina, el escritor Marcos Aguinis escribió que este sector “está formado por titánicas columnas de argentinos que no se traban en la queja estéril ni en la protesta de los cómodos. No cortan rutas, no destrozan la vidriera, no llaman a huelgas políticas, no contaminan el aire con malas ondas, no bloquean el tránsito”.
Y añadió: “Son los argentinos del progreso, no los que de la destrucción permanente. Marchan con esperanza, pasión o tenacidad. Saben que al mal tiempo hay que ponerle buena cara, porque sólo así se conseguirá que hasta el tiempo cambie”.
La familia, primera contención
La familia es la institución que primariamente actúa de salvavidas cuando el barco social se hunde.
Argentina, que viene atravesando en los últimos años una severa crisis económica, hoy se sostiene gracias a la solidaridad de este grupo primario, cuya fuerza reside en los fuertes lazos afectivos de sus miembros.
La familia, en efecto, figura entre las instituciones sociales donde los mecanismos de defensa actúan como diques de contención ante la desgracia colectiva.
Existen abundantes testimonios de miembros de familias que han debido reducir al máximo su tren de vida y que, al mismo tiempo, han fortalecido su espíritu de unidad y hasta han multiplicado su despliegue solidario hacia la comunidad.
Las relaciones fundadas en el espíritu de pertenencia a un hogar común son la clave de bóveda de esta protección para los individuos, amenazados por el proceso de estanflación (inflación + recesión) que destruye ingresos.
El país atraviesa una situación parecida a la del año 2001, cuando muchos jóvenes que se quedaron sin empleo fueron socorridos por sus padres y suegros, haciendo que las familias se mantuvieran a flote. De igual manera, muchos hijos socorrieron a sus padres, al tiempo que los hermanos se ayudaron entre sí.
En momentos donde el orden social y económico se derrumba, la familia aparece como la última frontera de la contención emocional y material.
La trama solidaria de la Argentina, una sociedad que todavía tiene un alto concepto de la familia, se construye desde este núcleo social básico, fundamento de las relaciones sociales.
Al respecto, se ha reflexionado que parte importante de la sociedad argentina, desde el punto de vista cultural, es muy dependiente de la tradición judeocristiana, donde se enseña la importancia de amar y proteger a los padres, al tiempo que resalta el deber de éstos para con sus hijos.
Cuando a los “viejos” no les alcanza con el dinero que reciben de sus jubilaciones y pensiones mínimas, sus hijos hacen aportes extra para compensar ese bache económico.
De esta manera, les ayudan a pagar el alquiler, la factura del teléfono o de la luz, los alimentos, los gastos en medicamentos o la atención médica, entre otros.
Desde el punto de vista sociológico, la institución familiar es la piedra de toque de toda sociedad, en términos de estabilidad política, social, económica y psicológica.
Más crisis, más voluntariado
La consultora Voices revela que desde 2022, conforme la crisis económica se ha venido profundizado, cada vez más argentinos realizan tareas voluntarias.
“Nosotros venimos investigando esta temática desde 1997, y lo que vemos en los últimos años es que hay una tendencia a la suba de personas que afirman que trabajan y dedican parte de su tiempo libre a realizar tareas para alguna entidad sin fines de lucro y sin recibir remuneración o salario a cambio”, aseguró Constanza Cilley, directora de Voices.
Y agregó: “Hemos hecho un seguimiento como tendencia histórica y lo que encontramos es que, cuando se agudizan las crisis económicas en Argentina, también aumenta la cantidad de personas que se suman a hacer algún tipo de trabajo voluntario. Para cuando la situación económica general mejora, estas contribuciones disminuyen y se vuelve a las cifras ‘naturales’ de colaboración social”.
¿Cuáles son los principales factores o experiencias por los cuales la gente realiza tareas voluntarias? Las tres respuestas más elegidas por los encuestados por Voices fueron: 1) conocer y tomar conciencia de los problemas de la gente; 2) seguir los valores o ejemplos que recibió de sus padres; 3) tener o haber tenido contacto con familiares o amigos que tienen o tuvieron serios problemas económicos.