CRÓNICA SOBRE LA UNIDAD PENAL 2 "FRANCISCO RAMÍREZ"
Una joven gualeguaychuense rescató la memoria de la UP2 y recibió un reconocimiento de las Abuelas de Plaza de Mayo
/https://eldiacdn.eleco.com.ar/media/2025/09/unidad_penal_2_up2.jpg)
El edificio que alguna vez simbolizó el encierro y la represión hoy está abierto como sitio de memoria. Paula Belén, estudiante de trabajo social, plasmó ese recorrido en una crónica, la cual obtuvo una importante distinción.
La Cárcel General Francisco Ramírez, más conocida como Unidad Penal Nº 2, fue inaugurada el 8 de mayo de 1890. Durante más de un siglo funcionó como establecimiento penitenciario, siendo en su época el edificio de mayor altura construido en la provincia. Los muros de ladrillo y amplios pabellones fueron testigos de la historia de Entre Ríos y, en particular, de uno de los períodos más oscuros de la Argentina: la última dictadura militar. Allí estuvieron detenidos presos y presas políticas, incluso algunas con sus hijos pequeños.
El crecimiento de la ciudad, el desgaste del edificio y la necesidad de adecuar el sistema penitenciario, llevaron a su cierre definitivo en diciembre de 2022, tras 162 años de funcionamiento. Desde entonces, el predio fue preservado como Sitio de Memoria y se han planteado varios proyectos para que sea reconvertida.
En ese contexto histórico, una joven gualeguaychuense tomó a la UP2 como objeto de estudio. Se trata de Paula Belén Viera, de 23 años, que vive en Buenos Aires desde hace cuatro años. Estudia Trabajo Social en la UBA —está a pocas materias de recibirse— y trabaja en un centro de inclusión social para familias en situación de calle. Además, es profesora de danza y tiene una fuerte vocación en proyectos con niñeces.
Puede interesarte
Paula fue distinguida con una mención especial en un concurso de crónicas organizado por la Universidad de José C. Paz junto a Abuelas de Plaza de Mayo. Su texto abordó el rol de la UP2 en la dictadura y la necesidad de resignificar el lugar en clave de memoria colectiva.
“El trabajo lo hice motivada justamente por los espacios de memoria. Desde siempre, desde que tengo recuerdo, me marcó esa temática. El año pasado cursé una materia llamada Políticas de Memoria, que me llevó a visitar sitios como el ex centro clandestino de detención, tortura y exterminio “Olimpo” en Buenos Aires. Ahí descubrí que en Gualeguaychú también había un espacio señalizado, y me sorprendió muchísimo porque yo no lo conocía”, contó Paula en diálogo con Ahora ElDía.
Ese descubrimiento fue clave para tomar la decisión de realizar la investigación: “Viví toda mi vida en Gualeguaychú y no tenía idea de la cárcel como sitio de memoria. Me enteré recién cuando se empezó a abrir al público, y fue un momento clave. Sentí que tenía que escribir sobre eso, visitarlo y dejar un registro, aportar algo desde mi lugar de ciudadana y estudiante”.
Puede interesarte
El trabajo fue presentado en la categoría estudiantes, y aunque ella no lo esperaba, recibió una mención especial que la llenó de orgullo: “Se coronó súper lindo. Lo importante es que este espacio empiece a ser habitado. Necesita que los vecinos lo visiten, que le pongan el cuerpo, que se empapen de nuestra historia”.
Su crónica recupera datos históricos —como la existencia de 814 centros clandestinos de detención en todo el país, 36 vecinos desaparecidos en Gualeguaychú y al menos dos niños apropiados—, pero también escenas vívidas: la visita guiada por un guardiacárcel, la muestra incipiente con siluetas pintadas y poemas, y hasta algunas frases que resonaron en su cabeza mientras recorría el penal.
“El mismo guardia me dijo que ‘secuestrados no hubo ni uno, todos por algo estuvieron”, cuenta Paula, pero rescata esa frase para declarar que “La memoria no es más que una mera construcción social que cobra sentido en un proceso activo de interpretación, resignificación y transferencia que realizan los sujetos para rememorar ese sentido del pasado”.
Más allá del reconocimiento, Paula se propone seguir vinculada al espacio y acompañar a la Asociación Civil La Lupa, Memoria Colectiva, que impulsa actividades en torno a la recuperación histórica en la ciudad.
Lo que alguna vez fue una cárcel símbolo del disciplinamiento estatal, hoy se abre a la comunidad como un sitio para pensar el pasado y construir futuro. Y en esa transición, el aporte de jóvenes como Paula Viera resulta clave: transformar un lugar de encierro en un espacio de memoria viva.
“Creo que lo fundamental habitar el espacio. Conocerlo y formar parte de su construcción. No como algo del pasado lejano, sino como una dinámica presente de memoria, verdad y justicia”, concluyó.