RECONVERTIDOS
Una madre, un hijo y una kiosquera: las historias detrás de la comida de cuarentena

Pasaron más de dos meses en que miles de trabajadores de la ciudad debieron reconfigurar sus actividades, cambiar de rubro y adaptarse a la nueva realidad. ElDía dialogó con seis trabajadores que ahora hacen trabajos de cadetería, cocinan o fabrican tapabocas. En este apartado: Reconvertidos a la comida.
Por Luciano Peralta y Rodrigo Peruzzo COMIDA Y DELIVERY Resurgir en la adversidad: Madre e hijo iniciaron el negocio familiar Maximiliano Contreras es uno de los empleados que quedó en la calle el año pasado, cuando cerró la sucursal del Bazar El Entrerrinano de Gualeguaychú. Su mamá, Isabel, cocina hace muchos años y, hace algunas semanas, dejó definitivamente el Buffet de Central para dedicarse de lleno a su emprendimiento. Ante la necesidad, y aprovechando las puertas que siempre abren las crisis, decidieron poner manos a la obra (¡o a la masa!, en este caso) y comenzaron a producir comida con su propia marca: el Buffet Delivery. “Mi mamá era la cocinara de Central. Primero cuando recortaron el mediodía, empezamos a hacer viandas por nuestra cuenta, ella cocinaba y yo hacía los envíos y me dedicaba a vender. La vieja decidió ponerse de lleno con el negocio familiar y no volvió a su trabajo anterior. Ahora se dedica todo el día a lo nuestro”, cuenta Maximiliano.
Isabel tiene todo el equipamiento necesario para trabajar y, afortunadamente, la relación con su anterior empleador es muy buena. “Nos pasaron la cartera de clientes, a los que le podemos seguir ofreciendo la misma calidad con precios accesibles”. “Muchos amigos nos dieron y nos dan una mano, los proveedores, el carnicero del barrio, el verdulero, con el diseño de la imagen, con todo. El proyecto está en crecimiento y la verdad es que ha colmado nuestras expectativas. Es la primera vez que trabajo con mi mamá, y realmente me sorprende la cantidad de horas y el compromiso que le pone a todo lo que hace”, cuenta Maxi, orgulloso. Todas las pizzas, empanadas, los sándwiches, las pastas y los platos especiales, todo pasa por las manos de Isabel. “Estamos bien, todos los días estamos mejorando. La clave es no bajar los brazos, yo me quedé sin trabajo en una situación complicada y ahora surgió esto. La verdad es que estamos muy agradecidos”, sintetizó Maxi. COCINA PARA SOBRELLEVAR LA CUARENTENA Del kiosco de la escuela a la producción de pizzas y fideos La ausencia de clases provoca un efecto dominó en muchísimas actividades, en las librerías, en la venta de golosinas –cómo conto Oscar–, y en los kioscos, en general. Fundamentalmente, de aquellos emplazados dentro de las mismas instituciones educativas, como es el caso de Marina, que tiene el suyo en el colegio Sirio Libanes. “No pude abrir más y se me venció mucha mercadería que no pude vender a otras personas”, lamenta la mujer de 41 años en diálogo con ElDía. Cómo a todos, la pandemia la tomó por sorpresa. “En un primer momento me quedé sin reacción, pensé que esto no iba a ser tan largo”, expresa la mujer, que alquila una vivienda con su pareja, quien es chofer de micro de larga distancia y también se quedó sin su fuente de ingreso. Pero el instinto de supervivencia de los argentinos siempre hace que el ingenio aparezca. “Siempre me gustó cocinar –dice la gualeguaychuense– así que la semana pasada me animé a empezar a vender pizzas y tallarines caseros. “Es lo que puedo emprender sin una gran inversión”, explica. Marina produce para vender los fines de semana, y con eso se las rebusca. “Todavía no tengo un promedio de ventas porque es todo muy reciente. El fin de semana pasado que fue el primero, vendí bien; éste ya fue menos, pero tendré pedidas unas 20 pizzas y unos 8 kilos de fideos” comenta. ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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