EL REENCUENTRO DEL AÑO
Una presentadora de la televisión mexicana se reunió después de cinco años con su mamá en Gualeguaychú

Daiana Villalba trabaja en la televisión nacional de México, se fue en 2018 de la ciudad para seguir sus sueños y luego de cinco años apareció de sorpresa en su casa materna. Una historia surcada por la distancia, las oportunidades, los giros del destino y el amor entre una madre y una hija.
Por Camila Mateo
El 26 de agosto Mariela Villalba se despertó como cualquier mañana , le mandó un mensaje a Daiana como siempre hace sin saber que su hija estaba más cerca de lo que imaginaba. Un llamado en la puerta la hizo salir a la entrada y enseguida reconoció a la persona , se trataba de una amiga de Dai: “¿Cómo estás, nena?, fue la respuesta que le salió.
Ya en la vereda, saludó a su visitante, quien inmediatamente señaló hacia la izquierda: Parada con un ramo de flores y una sonrisa de oreja a oreja, estaba su hija, a quien no veía físicamente desde agosto de 2018.

“Yo no caía, casi me mata de un infarto”, comenta Mariela mirando a su hija, quien está sentada al lado de ella con el río de fondo.
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Daiana se ríe en respuesta y recuerda que en diciembre le compró a su mamá un pasaje para ir a México. Sin embargo, Mariela no pudo entrar, en migraciones le pidieron un papel que no sabía que debía tener, en un contexto de xenofobia y mucha migración por parte de otros ciudadanos latinoamericanos al país, y fue deportada.
“Cuando a mamá la deportaron, yo perdí mucho. No lo material, sino que a mí me afectó muchísimo en lo profesional, pero también aprendí que todo pasa por algo, y convertí lo malo en algo bueno, porque si no me hundía”, relata la presentadora argentina-mexicana.

Después de mucho trabajar, Daiana logró juntar el dinero suficiente para comprarse su boleto de avión y estar con su mamá en su cumpleaños.
“Llegué al aeropuerto y me recibió el papá de mi amiga. Me sentí bien, porque mi amiga movilizó a su papá al aeropuerto , y todo se sincronizó. Diosito quería que yo viniera. Cuando crucé migraciones, sentí que era elegida, que dios me había dado la mano y me decía que iba a ver a mi mamá. Y cuando llegué quería gritar que era argentina. Me hospedaron una noche en la casa de la abuela de mi amiga y en el colectivo para Gualeguaychú, dos señoras me dieron té y galletitas porque yo no había comido nada, me sentía en una película. Yo dije `Estoy tocada por Diosito, esta es la mejor experiencia de mi vida´”, relata.
En la terminal la esperaron sus amigas, con un ramo de flores y una cámara dispuesta para grabar el momento. En ese momento, cuenta Daiana, comenzó a llorar abrazada con quienes la sostenían con fuerza después de tantos años sin verse. “Desee tanto estar en Guale, me sentía en casa”, expresa.

Estaba todo planeado, la iban a llevar directo a lo de su mamá, donde se produciría el tan esperando reencuentro.
“Íbamos en el auto y para mí era un sueño, era mi propia película. Y yo pensé que mamá no iba a estar, pero salió. Fue súper espontaneo, la reacción de ella fue lo mejor. Yo la estaba agarrando porque se me caía”, dicen medio entre risas.
“Sí, se me aflojaron las piernas”, confirma Mariela. “No lo vuelvas a hacer más”, le dice a su hija.
“Pensé que terminábamos en el hospital. Entonces le empecé a decir que me volvía a México, como para ponerme graciosa, porque pensé que se me desmayaba”, termina de contar Daiana.
La infancia de una niña solitaria
Mariela se enteró que estaba embarazada de su hija a los cinco meses de gestación, y quien era el padre biológico de Daiana no se hizo cargo de su parte de la crianza.
“A mí me encantaba salir en las comparsas, era muy activa, abandoné todo, dejé el carnaval y me dediqué a ser mamá, fui aprendiendo y mi mamá me ayudó. Era una nena tranquila, con pocos amigos, tenía su carácter, pero la hice libre”, narra emocionada.
27 años después, las dos tienen una vida muy distinta a la que solían tener, nunca les sobró pero tampoco les faltó lo necesario.

“Yo veo que los niños hacen mucho berrinche hoy en día, y mamá siempre me crio muy madura, me decía ´Hoy te puedo comprar un jugo, mañana no´. Y yo siempre entendí, nunca hice berrinche. Ella siempre me hizo consciente de esa escases económica”, comenta Daiana.
“Yo algunas veces le podía comprar, pero le decía que no para enseñarle límites. Los no, son muy importantes. Hoy no puedo tener esto pero capaz más adelante sí. Todavía tengo juguetes en el altillo de casa que le compraba y después no los usaba. Yo a Daiana la podía llevar a todos lados y ella se portaba bien, íbamos a la casa de mi mamá, su abuela, y ella no le tocaba ningún adornito. Después se volvió revoltosa en la adolescencia de grande. Pero en la etapa que estuvimos juntas fuimos felices”, expresa Mariela.
Durante sus años de escuela, la joven gualeguaychuense sufrió bullying y a los 12 pidió cortarse el pelo largo y negro que tenía porque le decían “cola de caballo”.

Sin embargo, su fortaleza y la forma independiente con que la había criado su madre la hicieron resiliente. Por eso, cuando en 2015 le surgió la oportunidad de ir a cantar a México aceptó enseguida.
Después de seis meses volvió a la Argentina: “Ella estuvo 2 años conmigo, me ayudó un montón con mi mamá, porque falleció Alejandro, un hermano mío, y nos convertimos en enfermeras las dos”, recuerda Mariela.
“Yo la despertaba en las mañanas a la abuelita y ella la cuidaba a la tarde porque yo me iba a trabajar al Bolacua”, agrega Daiana.
Cuando su abuela falleció el 23 de abril de 2018, su mamá le dijo que era momento de que volviera a ir tras sus sueños, y eso fue lo que hizo. En agosto de 2018 Daiana voló a México.
La pandemia y los ataques de pánico
A pesar de los miles de kilómetros que las separan a la una de la otra, todos los días están comunicadas.
“A veces, Daiana se pone a cocinar allá en México y yo me preparo el mate. O yo estoy tomando mate y ella va y se prepara el suyo, entonces tomamos mates por videollamada, y nos contamos los chismes de Gualeguaychú”, narra Mariela.
“Obvio, yo sigo siendo de Gualeguaychú y quiero saber los chismes de todo el pueblo”, destaca divertida.

Sin embargo, la pandemia fue el momento más difícil para ambas: “Nos protegemos, somos fuertes y guerreras las dos, pero ella es mi punto débil y yo soy el de ella. De lo único que me arrepiento es que en pandemia yo tuve ataques de pánico porque no tenía plata, no tenía nada para hacer, trabajaba día y noche y no podía pagar la renta, y sentía que me moría. No sabía qué hacer, y lo único que tenía era mi mamá, entonces la llamé con el poco internet que tenía y le dije: ´Má, perdón pero me estoy muriendo, y la última persona que quiero ver sos vos´. Me arrepiento de haberle hecho eso, pero ni bien la vi me dio calma. Y ella intentaba tranquilizarme. Yo lloraba y le pedía perdón. Ahí sí fui muy egocéntrica, pero la ocupé para calmarme cuando tenía ataques de pánico porque no me podía calmar”, relata con tono sincero Daiana.
Para Mariela era muy difícil estar en Argentina sin saber cómo ayudar a su hija. Y de hecho, cuando tuvo que operarse no le contó nada, hasta que salió del quirófano y le dieron el alta. Se protegen mutuamente.
En la actualidad, lo que pasó parece muy lejano, las dos se ríen y recuerdan lo vivido, con los pájaros cantando en los árboles, y el río de fondo, calmo. Todo está bien.

Daiana conserva la humildad de quien no olvida su origen y su madre la mira con orgullo, dice que admira el corazón de su hija y todo lo que ha logrado. Después de superar la pandemia, y el síndrome del impostora que la hacían creen que no merecía las oportunidades que se le estaban dando, la joven gualeguaychuense se abre camino en la televisión mexicana.