PROHIBICIÓN Y EMPATÍA
Uso de pirotecnia en Gualeguaychú: Se mejoró mucho, pero todavía falta
Hace poco menos de cuatro años que está prohibida la venta y el uso de pirotecnia en el ejido Gualeguaychú. Si bien su utilización ha disminuido considerablemente, todavía quedan quienes “celebran” las fiestas de fin de año de esta manera. Los que más sufren son los ancianos, las personas con autismo y los animales. El siglo XXI ha llegado para poner en crisis muchas prácticas sociales consolidadas con el correr del tiempo. Días pasados, en Mendoza se dio una pueblada para defender nada menos que el agua ante la amenaza de la minería contaminante. Lo que representa uno de los mejores ejemplos de conciencia y soberanía de esta época. Pero también se ha avanzado en otros aspectos, como evidencia el debate por el uso de agroquímicos en la producción agraria, el matrimonio igualitario o el rol de la mujer en una sociedad que se redescubrió mucho más machista de lo que, en general, se pensaba. Todos estos debates tienen que ver con redefinir el lugar que le damos a nuestras prácticas cotidianas, con repensarlas y empezar a mirar para el costado: a quienes benefician y a quienes perjudican. Y en esta lógica no debe haber costumbre más difícil de defender que el uso de pirotecnia para las celebraciones de Navidad y el fin de año. No hay defensa de “las costumbres” –como esgrimen los defensores de las jineteadas–, ni mucho menos defensa de puestos de trabajo o de algún tipo de motor económico –como argumentó la defensa del barrio náutico Amarras, por ejemplo–. El uso de artefactos pirotécnicos daña –la salud y la tranquilidad– muchísimo más de lo que puede satisfacer el gusto por el ruido y los estruendos de varios vecinos de la ciudad. El mismo 25 de diciembre, desde el grupo TGD Padres TEA Gualeguaychú agradecieron a toda la comunidad local por cumplir, en gran medida, con la prohibición establecida en 2016. Pero, una vez publicada la nota en ElDía, comenzaron a recibir notificaciones de las zonas en que el ruido había sido mucho y, lógicamente, había causado el malestar de los niños con algún tipo de trastorno del desarrollo. “Parece que nos apresuramos”, reconocieron. Y contaron que, según lo informado por los propios integrantes del grupo, el uso de pirotecnia se hizo sentir en zonas como: los alrededores de la capilla La Milagrosa; el barrio Franco; Pueblo Nuevo; la zona del Corsódromo; el barrio Pereda; La Cuchilla; y los alrededores del Club Juventud Unida, entre otros puntos. “En el barrio Hipódromo, si bien no hubo tanta pirotecnia se escucharon muchas motos con sus escapes libres, por más de 15 minutos, yendo y viniendo para realizar explosiones. Esto, lejos de ser gracioso, produce mucho estrés, un dolor intenso de cabeza y oídos en algunos niños con trastornos de espectro autista (TEA), adultos mayores, bebés, personas en estado delicado de salud y mascotas”, denunciaron desde el grupo de padres. “Fue hermoso para los que pudieron disfrutar la Navidad en silencio, pero todavía queda recibir año nuevo y sería maravilloso contar con la solidaridad de toda la comunidad, es sólo un gesto con el que se puede hacer y mucho”, indicaron. Por otro lado, ElDía consultó a la Dirección de Inspección General por las denuncias recibidas durante el 24 y el 25 de diciembre. Al respecto, se informó que “en ningún lugar denunciado se detectó venta”. Y, además, si bien “hubo reclamos, al concurrir al lugar no se pudo dar con los responsables del uso de la pirotecnia”, indicaron desde el área municipal. Evidenciando un aspecto clave del problema: la prohibición es necesaria, pero no alcanza. Sin solidaridad, sin empatía por los que la pasan mal, es difícil que la situación se modifique.
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