VIVIÓ EN BUENOS AIRES Y CHACO
Viggo Mortensen: actores de Hollywood más argentino

Nació en Nueva York pero pasó gran parte de su infancia en Buenos Aires. Desde entonces es hincha de San Lorenzo, toma mate sin azúcar y disfruta del dulce de leche. Retrato de un anti divo fascinante.
Viggo Mortensen es hijo de un danés y un norteamericana que se enamoraron en Noruega, se casaron en los Países Bajos y se instalaron en Nueva York, donde nació el actor. Cuando tenía dos años, los Mortensen se mudaron a la Argentina y se quedaron hasta que Viggo cumplió 11.
La familia vivió un tiempo en Buenos Aires y otro en Chaco. Viggo aprendió a montar a caballo, coleccionaba figuritas y revistas de Superman, Batman, Linterna Verde y Patoruzú. De esa infancia le quedaron costumbres que todavía conserva: toma mate sin azúcar y sabe preparar dulce de leche. Le gusta comer empanadas y ama el dulce de membrillo. Escucha tangos, los canta e idolatra a Ada Falcón.
Cuando sus padres se divorciaron, regresó con su madre y sus dos hermanos a Nueva York. Hizo el secundario y ya mostró que el mundo no le era ajeno. En la fiesta de graduación se negó a ponerse las tradicionales togas como protesta por la precariedad en la que trabajaban las costureras que las confeccionaban. Siguió estudiando y a falta de una, obtuvo dos licenciaturas: una en Ciencias Políticas y la otra, en Lengua Española en la Universidad de St. Lawrence (Nueva York). Lejos del estereotipo de nerd, fue capitán del equipo de tenis universitario y solía andar con una cámara hogareña con la que filmaba todo lo que le parecía interesante.
Ya recibido decidió marchar a Europa. Anduvo por España y el Reino Unido, pero recaló en la casa de sus primos en Dinamarca. Para costear la estadía trabajó como conductor de camiones en Esbjerg y vendió flores en Copenhague. En sus ratos libres escribía poesías y relatos cortos. En 1982, decidido a empezar una carrera como escritor, Mortensen volvió a Nueva York.
No se sabe muy bien cómo surgió su amor por la actuación. Su debut en escena fue a los ocho años cuando formó parte de la cola de un dragón en una obra escolar. Alguna vez explicó que quiso ser actor una tarde que fue al cine para matar el tedio, pero al terminar de ver la película -que no recuerda cuál era- se empezó a preguntar qué era actuar y cómo se creaba un personaje. Decidió formarse y se anotó en el instituto Warren Robertson Theatre Workshop, en Nueva York. Actuó en teatros de la Gran Manzana y de Los Ángeles; por su interpretación en la obra Bent recibió el Dramalogue Critics’ Award.
Sus comienzos en el cine no fueron fáciles. Se presentó sin éxito a “unos 25 o 26 castings. En la mayoría llegaba a formar parte de los dos o tres finalistas y me decía: ‘Ya está, lo voy a conseguir’. Y nada, acababan ofreciéndome papeles menores. Pero me presentaba pensando que si no funcionaba, no pasaba nada. Hay que ser testarudo y no perder el sentido del humor. Si realmente quieres hacerlo lo conseguirás”, le contó Viggo a la agencia EFE.
Cierta vez lo convocaron para La rosa púrpura del Cairo, dirigido por Woody Allen, pero todas sus escenas fueron eliminadas del montaje final. La primera película donde quedó su participación fue Testigo en peligro, de Peter Weir y con Harrison Ford de protagonista.
Pero su gran salto a la fama se produjo gracias a su papel de Aragorn en la trilogía de El señor de los anillos, y desde entonces tuvo papeles protagónicos en muchas películas.