VIOLENCIA EN EL CONSULTORIO
Violencia en el consultorio: El ginecólogo de la ciudad denunciado por abuso y la resistencia de la "vieja escuela"
Las denuncias, por abuso y mala praxis, contra el médico ginecólogo Armando Aguiar vuelven a poner el tema en el centro del debate público. La formación de las y los nuevos profesionales y las resistencias de quienes siguen practicando un modelo que cada vez queda más lejos de la perspectiva de derecho de las pacientes.
Luciano Peralta La clave está en dejar de naturalizar prácticas que poco tienen que ver con el cuidado del paciente, en este caso de las pacientes. Ningún ginecólogo tiene derecho a juzgar las prácticas sexuales en tono moralizante, ni a expresar comentarios inapropiados de índole sexual referidos al cuerpo o genitales de una mujer, tampoco sobre su físico o vestimenta. La violencia obstétrica es una de las tantas variantes de la violencia de génro y puede ser física o psicológica. Va desde comentarios hirientes, machistas y racistas, hasta el maltrato en la salud sexual y reproductiva de la mujer. El caso del médico ginecólogo Armando Aguiar, quien fue denunciado por cuatro mujeres de Gualeguaychú, por abuso en tres de los casos, y por mala praxis, en el restante, vuelve a poner el tema en la agenda pública. Este profesional se desempeñaba en varios centros de salud municipales de la ciudad, de donde fue apartado de manera provisoria por el Ejecutivo municipal tras la primera denuncia. Lo que no implica que el ginecólogo deje de atender en su consultorio privado, al menos hasta que la justicia determine lo contrario. “La violencia obstétrica no está restringida al parto, se da en la atención de los profesionales de la salud y trasciende la práctica pública y la práctica privada, esta instalada en el sistema de salud, sin importar si es en atención primaria, en el hospital, en una clínica o en el ámbito privado”, expresó Fernanda González, doctora en psicología, docente e investigadora en Salud Sexual y Reproductiva. “Lo primero que hay que pensar es que está expuesto, tanto en el parto como en la atención ginecológica, el cuerpo de la mujer. Pensar por qué se vulnera ese cuerpo, por qué se lo interviene sin consentimiento. A veces, lo que sucede en situaciones de tocamientos es que no se pide consentimiento para hacer alguna práctica y no se explica lo que se va a hacer”, indicó. “La violencia obstétrica no está restringida al parto, se da en la atención de los profesionales de la salud y trasciende la práctica pública y la práctica privada, esta instalada en el sistema de salud" La violencia obstétrica puede ser física -desde un empujón hasta obligar a la mujer a ponerse en cierta posición-, puede ser psicológica -es la más habitual, sobre todo hacia las pacientes más jóvenes; “lo hubieses pensado antes de embarazarte”, es una frase que se repite- o puede tener que ver con procedimientos que se aplican sin brindar información y sin consentimiento. “Hay que diferenciar la mala praxis de la violencia obstétrica, porque la primera se encuadra en una figura penal y la segunda no. Por lo que una denuncia de violencia obstétrica, a lo sumo, puede terminar en una medida de formación o adecuación a los protocolos vigentes, pero no existe una actuación penal. Por eso, también, hay pocas denuncias, porque las mujeres sienten que después no pasa nada”, contó González, quien integra la Red de Salud Mental Perinatal de Gualeguaychú. Por su parte, la licenciada en Obstetricia y coordinadora de la carrera binacional de Obstetricia de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) -se dicta en Concepción del Uruguay y en la República Oriental del Uruguay-, Carina Leiva, se refirió también al tema. “Lo que pasa dentro del consultorio tiene mucho que ver con cada institución y, sobre todo, con la calidad de la persona, del ser humano, más allá de sus capacidades profesionales” “Cuando se fundó la carrera, en 1992, no se hablaba de violencia obstétrica y existía, seguramente más que ahora. Se naturalizaba todo lo que pasaba en un control, en un parto o en una cesárea. Pero, al reglamentarse la Ley de Parto Respetado empieza a darse una visión diferente y se le pone nombre a eso que venía sucediendo”, explicó la profesional. Aunque aclaró que, si bien la ley ayudó, “lo que pasa dentro del consultorio tiene mucho que ver con cada institución y, sobre todo, con la calidad de la persona, del ser humano, más allá de sus capacidades profesionales”. “En la examinación, en un tacto, en el tocamiento abdominal o de las mamas, existe una invasión al cuerpo de la persona, y esa persona puede sentir pudor o vergüenza. Entonces, hay que explicar e informar de buena manera qué es lo que se tiene que hacer y se debe tener el consentimiento de la paciente para hacerlo”, indicó.
Asimismo, sobre la formación profesional de la carrera, Leiva contó que “contempla que el estudiante salude a la paciente, que se presente, que le diga quien es, que le cuente el procedimiento que debe hacer y le explique por qué lo tiene que hacer; que contemple sus deseos y necesidades, de la mujer y de la familia. Todo esto está muy insertado en los programas de formación en obstetricia”. “Existen diferentes modelos de enseñanza-aprendizaje que permiten que los estudiantes se puedan formar contemplando todas estas cuestiones del trato y el respeto. En los programas de las diferentes asignaturas aparecen varias competencias, algunas tienen que ver con el conocimiento, hay otras que tienen que ver con procedimientos y otras que son las competencias actitudinales, tan importantes como las dos primeras, que tienen que ver con los valores”, remarcó Leiva, integrante de la Confederación Latinoamericana de Obstétricas. Cambio de paradigma Como en tantos otros aspectos, las cosas están cambiando en el trato médico-paciente. Lentamente y en algunos consultorios mucho más que en otros, pero el cambio es parte de la transformación actual. “Antes estaban mucho más naturalizadas estas prácticas. Entonces, la mujer aguantaba, no decía nada y se iba con la sensación de haber sido vulnerada, pero quedaba ahí. Hoy existe mucha más información al respecto y las mujeres conocen más cuáles son sus derechos”, diferenció González al respecto. Y recordó que “la Ley de Parto Respetado es del 2014, entonces los profesionales más jóvenes están formados en ese sentido, al menos en la facultad la vieron, saben que existe. Además, el movimiento por el parto humanizado surge en la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace, por lo menos, veinte años”, remarcó la profesional. Al tiempo que aseguró que “quienes más preparadas y formadas están para esto son las obstétricas, no las ginecólogas”. “El problema es que la legislación argentina es muy antigua y no permite a las obstétricas trabajar solas. Entonces, tenemos profesionales idóneas y muy bien formadas que no pueden, por ley, ejercer la partería de forma autónoma, necesitan de un médico” “La formación de las licenciadas en obstetricia es en parto normal y respetado. Porque los ginecólogos son médicos y están mucho más formados para trabajar en situaciones patológicas, como puede ser un embarazo de riesgo o un parto que necesita una intervención médica. Está bueno que así sea, porque se complementan los saberes de uno y otro”, rescató la psicóloga. Y, en esta línea aseguró que “el problema es que la legislación argentina es muy antigua y no permite a las obstétricas trabajar solas. Entonces, tenemos profesionales idóneas y muy bien formadas que no pueden, por ley, ejercer la partería de forma autónoma, necesitan de un médico”. Respecto a las resistencias al cambio de paradigma, Leiva, por su parte, dijo que existen y que son lógicas. “Hay personas que han sido formadas en otra escuela o con otros modelos, lo que está institucionalizado es difícil de cambiar”, expresó. “Hace un par de años viajé a un congreso internacional, de donde me traje un banco de partos. Como es desarmable y se puede trasladar, lo llevé al Hospital Justo José de Urquiza, de Concepción del Uruguay, que es donde trabajo, pero no tuve la aceptación del jefe de área. Yo seguí insistiendo, luego vino una jefa de área que accedió, de a poquito fue cambiando la cosa y pudimos empezar a tener partos verticales, con la ayuda de una tela colgada al techo”, contó. “Al principio era la rara del lugar, varias veces me sacaron y escondieron el banco y la tela, pero lo volvimos a poner y, de a poco, otras personas se fueron animando a probar. Actualmente, se han realizado muchos partos verticales, obviamente que con el consentimiento de la mujer”, celebró la obstétrica. Y cerró con una reflexión particularmente simbólica: “El profesional debe cambiar la postura, porque ya no está parado, tiene que estar sentado en el piso y ahora la que está por encima de quien atiende el parto es la mujer”.ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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