A un mes y medio de una fecha clave: el 22 de junio vence el Plan “V”
El borde del abismo a veces te hace reflexionar. ¿Habrá necesitado eso Macri para volver a hacer algo de política? ¿Se sentirán reivindicados muchos radicales y Monzó que es lo que venían pidiendo desde hace tiempo? Hasta dónde llegará esta declaración de principios conjunta no se sabe, pero es un intento. Cristina avisó que no le interesa. O Máximo en todo caso.
Jorge Barroetaveña
La política argentina va de barquinazo en barquinazo. La tormenta le hizo entender al gobierno que si no establece acuerdos mínimos que le permitan aventar la incertidumbre electoral, iba a llegar a octubre en un estado de debilidad evidente. Algo que se ve desde el verano pero que Macri y su alter ego Marcos Peña se empeñaron en negar sistemáticamente.
Si no consiguen estabilizar el dólar y empezar a reducir la inflación, las chances de replay para Cambiemos se van convirtiendo en remotas. Y a medida que se agiganta el fantasma de Cristina, azuzado por ellos mismos durante estos años, crece proporcionalmente la inestabilidad. Claro que la ex presidente también hace lo suyo. No sólo creando trabajo antes de volver con el éxito editorial de Sinceramente, sino mostrándose tal cual es, con todas sus fobias y tirrias. El libro es un relato acabado de lo que fueron sus años en el poder, lleno de anécdotas autodescriptivas, y un fiel reflejo de lo que pensaba, piensa y pensará. Quizás eso sea lo más inquietante. Es una Cristina auténtica que no parece haber capitalizado los errores del pasado que la llevaron a verse obligada a entregarle el poder a un partido vecinal como el PRO, más allá del paraguas de Cambiemos.
Esta lógica del ida y vuelta, que ha sido hartamente beneficiosa para ambos, llevando a la grieta a todo lo que estaba cerca, sigue viva. Para Cristina no hay mejor espejo que Macri y viceversa. Todos los esfuerzos que han hecho hasta ahora otros dirigentes por ponerse encima de esa dicotomía han caído en saco roto. El último militante tiene pinta de Roberto Lavagna que no acierta con un discurso claro. ¿Será candidato o no? ¿Por afuera o por adentro? ¿No quiere PASO y sólo aceptará que todos los demás lo apoyen a él? ¿Puede abrirse a sectores radicales o hacer alguna alianza con el socialismo de Santa Fe?
Semejante incertidumbre tiene su impacto en la realidad. Si el timonel no genera confianza y lo que puede venir como alternativa tampoco está muy claro, el viento agiganta las olas y mueve más el barco.
A tan poco del recambio presidencial una lógica guía los pasos de algunos opositores: no tiene sentido echarle nafta a un incendio que ellos mismos tendrán que apagar si ganan. Los términos de la elección, jugados para algunos, hacen que el viejo teorema de Baglini recobre vida. Es aquel que decía que la responsabilidad de cara al poder es inversamente proporcional a su cercanía. Algo de eso hay en los últimos movimientos opositores.
En rigor, y justo es reconocerlo, el kirchnerismo no defaulteó. Le pagó la deuda al FMI y cumplió con todos los demás pagos. Objetable quizás su política y las decisiones que se tomaron sobre las empresas públicas, pero en lo que a deuda refiere no fue impredecible.
Coquetea por una cuestión ideológica con volver a dar todas las peleas que dejó inconclusas, manjar delicioso para Durán Barba que se restrega las manos ante tanto flanco. Conducen ambos a la sociedad argentina a una encerrona que tiene pocos antecedentes históricos. Una encuesta, de esas que pululan por estas horas, sostiene que el 70% de los votantes no quiere ni a Macri ni a Cristina. ¿Es posible imaginar pues una única opción entre ambos? ¿Tan pobre es nuestra política que se ha vuelto incapaz de generar una alternativa válida, que le escape a la grieta?
Hoy, primera semana de mayo de 2019, cuando queda apenas un mes y medio para la fecha clave del 22 de junio, la elección de octubre se asemeja a un gran cuello de botella.
¿Por qué el 22 de junio? Porque ese día vence el plazo para la presentación de candidaturas y será el último día que Mauricio Macri tendrá para bajarse, si ve que no le dan los números. Su empecinamiento podría dejar a Cambiemos con las manos vacías sin poder retener un distrito clave como la Provincia de Buenos Aires. Igual, pobre Vidal si le toca convivir con Cristina en la Presidencia. Pero una cosa va de la mano de la otra. No es posible ganar la Presidencia sin hacer una gran elección en Buenos Aires. Eso hoy, sólo lo asegura Vidal, la única política a la que Cristina le teme en serio.
Si Macri los obliga a todos a llevarlo en la boleta, los riesgos de derrota se vuelven tan ciertos como la grieta. ¿Estará dispuesto a poner tanto en juego?
En el medio del tembladeral, la economía va, a puro parche cada día. La única ventaja del oficialismo es que los países pesados, Brasil cerca, y Estados Unidos lejos, no quieren que vuelva el kirchnerismo. Y no dudan en hacer todo lo posible para apagar los incendios. Allá lejos Maduro, representa todo lo que podríamos llegar a ser.
Al cabo, todos espejismos que ocultan una realidad dolorosa.
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