Acerca de cuál es la mejor política social
En un mundo ideal cabría postular que la mejor política social es la que no existe. Porque los individuos y grupos, autosuficientes, no necesitarían del apoyo estatal. Pero el mundo real es muy distinto.La llamada "cuestión social" adquirió relevancia en el siglo XIX a partir de los desequilibrios generados por el modelo industrialista. Desde entonces se viene discutiendo cómo resolver la situación de los pobres y los desvalidos.Una teoría extremista postuló que no había que hacer nada. Y esto porque la historia es el resultado de un proceso selectivo que escapa al control de los hombres.La supervivencia del más apto no sólo se da en la biología, sino también en la sociedad, postula esta posición que se da en llamar "darwinismo social", una ideología funcional a la burguesía industrial triunfante.El Estado, en este esquema, sólo debería ocuparse de preservar el orden público. La reacción a este pensamiento, solidaria con los obreros y los marginales, postuló medidas radicales en sentido contrario.Aquí se anotaron todos los socialismos, el marxismo, la doctrina social de la Iglesia Católica, y el fascismo. Aunque desde distintos lugares doctrinales, estos modelos postularon que la política debía prevalecer sobre las fuerzas egoístas del mercado.Bajo el influjo de estas teorías, que resaltaban la importancia de la política en su capacidad de influir sobre el bienestar de la sociedad, en Occidente nació durante la segunda mitad del siglo XX el "Estado benefactor", una suerte de mixtura entre capitalismo e intervencionismo estatal.El experimento, sin embargo, entró en crisis desde la década del '80 y a partir de la mayor internacionalización del capital -un rasgo saliente de la globalización- sufre un proceso de desmantelamiento a nivel mundial.Desde distintos sectores (incluyendo al Papa) se viene criticando así el resurgimiento de un "capitalismo de rostro salvaje" que dejaría a la sociedad a merced de mercados "darwinistas", donde solo sobreviven los fuertes y sucumben los débiles.La política social, entendida como intervención estatal para mitigar los desequilibrios, con su secuela inédita de "excluidos sociales", es decir de personas que quedaron fuera del sistema, se ha convertido en un tema candente de la agenda mundial.Una de las estrategias más usadas es asistir con subsidios de todo tipo a poblaciones desfavorecidas socialmente. Ingentes recursos fiscales, así, se emplean en planes sociales.Pero este esquema -que suele caer en asistencialismo o clientelismo político- tiene poca sustentabilidad en el tiempo. Porque llega un día en que los recursos públicos que lo financia se agotan, y entonces ya no hay nada que repartir.¿Cuál es, entonces, la mejor política social? No hace mucho la ministra de Desarrollo Social de la Argentina, Alicia Kirchner, consideró que "la mejor política social es el trabajo, porque reconstruye vínculos, organiza a la familia y permite recuperar la dignidad".Si el concepto es correcto, el foco pasa centralmente entonces por los mecanismos que hacen posible la creación de empleo decente. ¿Y quién es el agente con capacidad para hacer posible eso? ¿Los empresarios y el mercado? ¿O el Estado como dador de empleo?Si es la actividad productiva privada, la clave pasa por generar las condiciones que hagan posible la inversión en el sector real de la economía. A propósito, el sociólogo Anthony Giddens, padre de la "Tercera Vía", ha dicho hace poco que el problema social del siglo XXI es la falta de trabajo.
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