Acerca de la deuda social en la Argentina
La expresión "deuda social" se ha metido en el lenguaje público, y de hecho se habla del deber ético de saldar ese pasivo, como integrantes de una sociedad.En América Latina se acuñó como concepto antagónico al de "deuda externa", como si se hablase de que una realidad, la social, fuese efecto de la otra, la insolvencia financiera de los Estados.De suerte que a medida que se acumulan los pagos a los acreedores del país, en la misma proporción cae la calidad de vida de la población más desfavorecida socialmente.En la expresión subyace una interpelación hacia la clase política y económica de un país, y también hacia la comunidad internacional, en el sentido de que mientras se legitima el pasivo financiero, y todo gira alrededor de su pago, se ignora la dolorosa realidad de los sectores empobrecidos y marginados.Deuda social, en suma, aludiría al estado de carencia y abandono que soporta una parte de la comunidad con respecto al grado de bienestar merecido, en atención a su dignidad personal y ciudadana.Desde el punto de vista político, los gobiernos que han logrado bajar este pasivo, de una manera objetiva, suelen recibir apoyo mayoritario en las urnas. Ha sido el caso del kirchnerismo en Argentina, en la última década.Hay datos por demás elocuentes: mientras en 2001 había 57% de pobreza y 28% de desocupación, hoy la situación en esos dos frentes es mucho más desahogada, aunque no hay consenso sobre los porcentuales actuales, dado que se sospecha de las estadísticas oficiales.Como sea, en esta década ha habido avances en cuanto a que se redujo la pobreza y la desocupación. ¿Acaso eso significa que la Argentina saldó su "deuda social"? "Hemos avanzado, pero aún falta", reconocen desde el oficialismo.Al margen de la discusión política, hay algunas voces autorizadas sobre la materia. Una de ellas es Daniel Arroyo, quien ocupó el cargo de secretario de Desarrollo Social de la Nación durante la gestión de Néstor Kirchner, y actualmente asesora a organismos como la Cepal.En una entrevista de agosto de 2012, aparecida en el Cronista Comercial, Arroyo habló de siete cuestiones estructurales que siguen sin resolverse. La primera, dijo, es la pobreza estructural: "La Argentina tiene casi un 20% de la gente que no tiene un piso de material, servicios básicos y no ha tenido movilidad social ascendente. Tiene más apoyo del Estado, pero no ha logrado entrar al mundo del trabajo".El segundo problema es la informalidad económica y laboral, según el especialista. Y el tercero es la desigualdad: "En la década del '70, la diferencia entre el 10% más rico y el 10% más pobre era de 7 a 1. En 2001, se fue a 44 a 1 y hoy es del 24 a 1. Mejoró respecto del colapso de 2001, que es medir contra la catástrofe, pero es altamente desigual".Según Arroyo, la desigualdad antes del efecto tequila, en los noventa, era también del 24 a 1. "Es decir, hoy estamos en la misma situación de desigualdad que cuando la economía crecía en los '90", explicó.El cuarto problema, apuntó, son los 900.000 jóvenes de 16 a 25 años que no estudian ni trabajan; el quinto problema es el "aumento sustantivo de la violencia invisible"; el sexto problema es el hacinamiento en los grandes centros urbanos; y el séptimo dilema es achicar la brecha asociada a la desigualdad educativa, sobre todo en la secundaria.Arroyo, por último, pregona avanzar a una "segunda generación de políticas sociales", que le devuelva más autonomía a las personas y grupos sociales, objetivamente más débiles, respecto de la asistencia del Estado.
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