PINDONGA Y CUCHIFLITO
Acotada, Cristina no pierde la capacidad de marcar la agenda

Entre la "pindonga y el cuchuflito" se escurrió otra semana antes de las PASO. Con poco debate, mucha crítica no exenta de gestos violentos y casi nada de propuestas, los 'espacios' se encaminan a recibir la mejor encuesta de todas. Esa que no falla no está cruzada por trolls u operaciones mediáticas.
Jorge Barroetaveña Golpeada, presionada a tal punto que debió resignar su candidatura presidencial, ninguneada por algunos de sus nuevos socios que no saben cómo decir todavía que si llegan al gobierno la van a tirar por la ventana, Cristina Kichner sigue marcando la agenda y el camino por el que transita la campaña. Su frase, famosa ahora, en Mar del Plata de las marcas ‘pindonga’ y ‘cuchuflito’ le dejó tela para cortar a todos sus rivales y acabó por ser debate nacional sobre la importancia de las pequeñas y medianas empresas y hasta dónde se han modificado los hábitos de consumo de los argentinos. Hábil para ir moldeando el debate, aunque muchas veces sus palabras provoquen más enojos que adhesión, buscó reafirmar las directrices de la campaña en torno a la economía, el punto débil de la gestión macrista. Sabe que hay que golpear y golpear en los yerros del equipo económico, tanto que el propio Ministro Dujovne salió a cruzarlo a Alberto a través de las redes sociales por los niveles del déficit fiscal actuales y los que heredaron del kirchnerismo. En ese terreno, los kirchneristas saben que tienen el campo orégano. Cuando se vira hacia otras problemáticas, la cosa se pone más espesa y abierta y la confrontación se vuelve más lineal. La economía, pese al dato positivo interanual del PBI, motorizado por la supercosecha, no le servirá al oficialismo para modificar demasiado el estado de ánimo de los votantes. Ni en agosto ni en octubre. La recuperación, tarde, empezó en el interior, para recién después trasladarse a los grandes centros urbanos y sus adyacencias. Es un proceso conocido pero del que el gobierno no podrá echar mano en la campaña. Le queda pues, generar expectativas, y centrarse en sus puntos fuertes, más emparentados con la política que con la economía. Fernández y Pichetto corren una carrera desenfrenada para que ver quién consigue más fotos. La política moderna, que ya no se cocina en los comités ni en las unidades básicas, ha mutado definitivamente. ‘Garpa’ más una foto con un peso pesado que mil recorridas por un barrio. Y Córdoba está en el centro de la escena. Macri anunció que cerrará la campaña allí y esta semana volvió a mostrarse con el gobernador Schiaretti. En el norte, en Santa Fe, en Entre Ríos y en el sur, Pichetto pasa la escoba fina levantando con la ambulancia todos los heridos que dejó la interna peronista. En esa mescolanza descollan ex gobernadores por lo general y caudillos cuya influencia hoy está menguada pero votos no sobran, por eso nada se desdeña. Una ligera mejora de la performance de Macri en el norte del país puede alcanzar para compensar las pérdidas en otros puntos conflictivos, sobre todo el Gran Buenos Aires, la piedra en el zapato de Cambiemos. Alberto se abraza a los gobernadores en función, haciendo oídos sordos a los que le dicen que los muchachos están trabajando ‘a media máquina’ porque las dudas sobre el resultado final los tira a la retranca. Por supuesto que no le escatiman las fotos y le dan algo más que Schiaretti que no le ofreció ni un vaso de agua. Pero el ex Jefe de Gabinete de Néstor no le hace asco a nada. Ya llegará el momento de hacer el poroteo para determinar quién los apoyó en serio y quién se hizo el sota o jugó a dos puntas. Si algo conocen bien en el peronismo es saber contarse las costillas con el resultado puesto. Y de eso no se salvará nadie si Alberto llega a ser Presidente. Recién en los últimos dos días, Fernández pudo instalar algo que no fuera explicar que hay una nueva Cristina, que él no avala la corrupción y que nadie les tiene que tener miedo. Tiene que esquivar claro las flechas ajenas y también algunas propias que no contribuyen demasiado para apuntalar su discurso. Lanzó lo de los remedios gratis para los jubilados y negocia juntarse con los dinosaurios de la Mesa de Enlace para tratar de enterrar un conflicto que, paradójicamente, fue lo que lo eyectó del primer gobierno de Cristina. En su carrera particular, sabe que aquel conflicto marcó un antes y un después del kirchnerismo en el poder y que, un acercamiento, le permitirá ablandar sector duros del electorado ‘anti-k’ que podrían terminar votándolo. Meter una cuña en la Pampa Húmeda donde abunda el voto amarillo, podría ser determinante. En Buenos Aires Vidal y Kicillof libran su propia batalla. El economista invitó a la gobernadora a un debate y la mujer le avisó que lo hará, pero después de las PASO. Las armas de ambos están bien expuestas. Vidal trajina los lugares que le permitieron ganar en el 2015, sabiendo que será ella la que lo debe traccionar a Macri para que el enojo con el gobierno nacional no se la lleve puesta. Y le va a costar. Kicillof se esfuerza por retener todo lo que pueda los votos de Cristina y evitar que los muchachos del Conurbano le hagan la trastada de repartir boletas cortadas. Los dos saben que de sus victorias depende la suerte de la Nación.
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