No hacer lo que se debe a su debido momento pude ser riesgoso para la salud. Por Dr. Abel Lemiñ
[email protected] El idioma castellano tiene una riqueza inconmensurable, dulzura, contenido, pureza, más allá de los cambios o deformaciones que el decir cotidiano, vapuleado por las influencias foráneas y también, por qué negarlo, fruto de la inconsistencia de la educación actual, va derivando en un léxico algo burdo.Cambios que en lo personal no me agradan, pero según los estudiosos del idioma, al estar hablando de lenguas vivas, se está dando un manto de aceptación técnica a esos cambios.No quiero entrar en detalles, pero simplemente menciono que algunas palabras terminaron por ser aceptadas por la academia de letras por el hecho de la reincidencia, es decir, de tanto mencionarla el pueblo, aunque estuviesen equivocadas, terminan siendo correctas, cosa que a mi humilde entender, es aceptar la derrota de la instrucción y la educación bajo las garras del error popular repetido.Aprovechando el concepto de lengua viva, jugaré con el idioma con fines sanitarios, pero no creo que la real academia de letras termine por aceptar mi propuesta.Dentro de los adverbios, están los de cantidad, los de tiempo, pero hay un adverbio al que me animo a denominar adverbio de enfermedad. Sé que suena alocado, pero intentaré fundamentar esta teoría lingüística que tiene finalidades prácticas a la hora de la educación sanitaria.En salud todo lo que se deja para después termina enfermando, o por lo menos poniendo en riesgo la salud, ya que si la medicina ideal es la preventiva y luego le sigue en orden de importancia el diagnóstico precoz, el adverbio después es el antónimo de salud, por ende es sinónimo de enfermedad.Las vacunas no son eficaces si se aplican después de la edad o de la fecha indicada por las autoridades sanitarias, y menos aún después de declarada la enfermedad. O sea que después implica enfermedad.De nada sirve ponerse el casco una vez que el accidente ocurrió y la cabeza pegó contra el piso, ni ponerse el cinturón de seguridad luego del choque o el vuelco, de nada sirve querer poner a los pequeños en el asiento trasero, sujetados como se indica, cuando ya el bebé se incrustó contra el parabrisa o voló hacia el drama final, donde en un espantoso después en su fase más cruel, llega a transformarse en adverbio de fatalidad.Es inútil colocarse el preservativo concluida la relación sexual, o sea después, cuando ya el VIH pasó de uno a otro y cuando el embarazo no deseado ni buscado se hace posible.No hay que esperar, lo que implica dejarlo para después, para ir a controlarse la próstata cuando la micción está alterada, obligando a levantarse varias veces en la noche y el chorro afinado, porque allí, en ese después, mezcla de dejarse estar y de temor, un cáncer prostático pudo instalarse.Tampoco el después ginecológico es saludable, porque el PAP, la colposcopía y la mamografía son aliadas del antes, cuando el cuello uterino o la mama están sanos o recién comienzan a alterarse dándole tiempo a la medicina para actuar con mayor eficacia.Y así, uno y cien ejemplos, o mejor dicho, en todos los casos que uno pueda plantear en la temática salud el término después es un adverbio de enfermedad, y entonces además deberíamos ubicarlo como un factor de riesgo válido en toda patología.Pido disculpas por la osadía de jugar con el idioma de Cervantes, pero conste que es con fines sanitaristas, porque la intención es que la prevención se instale en la conciencia colectiva, y si para ello tengo que tomarme una licencia lingüística, vale el intento.Es necesario pensar en después como adverbio de enfermedad..., y como esta columna apunta a la prevención, definitivamente no la podía dejar para después.