Ahuyentar el fantasma de la mega devaluación

El orden financiero mundial, desde el fin del "patrón oro", muestra una variabilidad cíclica que suele eclosionar en burbujas financieras y pronunciadas crisis como la de 2008. Además de la discrecionalidad tácita de exportarle inflación al resto del mundo, Estados Unidos se posiciona como centro de referencia económico por su poder de influencia en los organismos internacionales y en el mainstream académico. Sergio Chouza*Opinión En ese marco, bastante dijo la doctrina hegemónica sobre la mejor respuesta de los países emergentes respecto a la política cambiaria y los cambios en la administración de reservas y circulante de la FED. Por ejemplo el economista Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard, postula en sus trabajos la importancia de mantener un tipo de cambio administrado, competitivo y estable.La tesis de Rodrik apunta a una supuesta ventaja relativa para aquellos países cuya moneda se encuentra devaluada en relación a la de sus principales socios comerciales. Manteniendo un tipo de cambio más elevado que los países de producción sustituta, una economía emergente podría proteger a sus sectores transables, que son aquellos que más se ven afectados por las fluctuaciones en los esquemas de gestión cambiaria.En Argentina, en el último tiempo se incrementó la brecha entre la cotización del dólar en el mercado único de cambio y el segmento ilegal. Tal separación entre los precios de la divisa extranjera se explica por un factor fuertemente especulativo, dadas las características marginales del mercado del dólar negro. Detrás de la aceleración de este descalce entre la moneda adquirida en uno u otro mercado existen intereses ligados a sectores económicos concentrados, cuya motivación de fondo de dinamitar una mega devaluación viene de la mano de sus ansias de volver a manejar el rumbo económico del país.Volviendo a Rodrik, la interpretación sesgada que realizan varios operadores económicos desconoce que una flotación controlada del tipo de cambio implica no generar saltos abruptos que modifiquen incentivos circunstancialmente, sino garantizar un sendero estable y gradual de pequeñas correcciones. Varias razones que sustentan esta política cambiaria, entre los principales aspectos se sabe que: Con devaluaciones pronunciadas se envían señales económicas contrarias al perfil de desarrollo que pretende este Gobierno. Se desequilibra el entramado productivo y se desincentivan actividades industriales, que aún requieren adquirir insumos y bienes intermedios en el exterior. En momentos donde el crecimiento sostenido de la economía genera cuellos de botella en el sector energético, aumentar abruptamente el tipo de cambio implicaría perder superávit comercial, y por ende reservas. Una devaluación desmedida tiene un correlato inflacionario directo y afecta las decisiones de consumo de los segmentos medios, pilar esencial de este modelo económico inclusivo, en el cual el crecimiento económico está mayormente traccionado por el mercado interno.El Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, había asegurado a principio de año que el dólar podría cerrar 2013 en torno a los $6. Mantener una moneda que se deprecie gradualmente es además una garantía de credibilidad y previsibilidad sobre la política económica en su conjunto -aquel "propicio clima de negocios" que la ortodoxia económica tanto anhela-, mientras que mantiene la competitividad y protección sobre el sector transable. Así, el equipo económico de nuestra Presidenta Cristina Fernández mantiene la administración del tipo de cambio sin entrar en la celada de jugar una "carrera devaluatoria" con Brasil, buscando ventajas relativas por el canal cambiario. A contraposición, el Gobierno Nacional busca priorizar los lazos comerciales con el país vecino y apuesta a fortalecer las cadenas productivas en sectores claves como el automotriz, que en 2012 logró exportar más de 500.000 vehículos.Es notable ver que detrás del lobby de los economistas de la oposición en pos de una devaluación pronunciada, se encuentran empresas con poder de fuerza para influir sobre los precios internos. Ningún otro sector se vería más beneficiado con una mega devaluación que aquel con actividades rentísticas y capacidad de stockear su producción. Cualquier referencia al segmento agrario exportador, es pura elucubración del lector...Cerrando con Rodrik, lo que el neoliberalismo vernáculo decide omitir es que los bienes transables a los que el autor propone proteger, por medio del tipo de cambio, no son todos los exportables. Son aquellos propios del sector industrial: el que genera mayor agregación de valor, más puestos de trabajo y otorga a las economías emergentes una mayor autonomía respecto de las fluctuaciones cíclicas de la economía mundial. Por esto, para ahuyentar los fantasmas de otra mega devaluación, no hay nada mejor que una administración coherente y controlada del precio del dólar, y un Gobierno fuerte que no ceda a las presiones de aquellos que intentar dar la pulseada en favor de intereses concentrados. * Economista del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP)
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