OPINIÓN
Alberto cabecea las piedras que le tiran sus propios socios

Y Alberto va. Dejando jirones de su poder, con los propios que le hacen la contra, con los opositores que lo tratan con lástima y con su propio karma que lo persigue. La madrugada del viernes consiguió, pese a todo, el respaldo del Congreso. Acotado, tibio, pero respaldo al fin. Ahora será el Senado el frente de batalla para conseguir luz verde con el Fondo. Ahí está Cristina. Esa será otra historia.
Por Jorge Barroetaveña
Y como la historia suele repetirse como tragedia, no podemos escapar de ese designio. Muchas veces me pregunto qué escribiría el genio de García Márquez sobre nosotros. Qué estupenda novela de realismo mágico podría hacer. Las piedras volando el viernes a la tarde, impactando en los vidrios del despacho de la Vicepresidenta, son la rémora más exacta de lo que nos pasa. De lo que nos pasó en el 2017 cuando muchos justificaban la violencia y casi consentían que quemaran el Parlamento, y ahora pedían a gritos la intervención policial.
Adentro, aunque lo critiquen, Máximo Kirchner y La Cámpora fueron coherentes. Hace tiempo avisaron que no compartían el tenor de las negociaciones con el Fondo ni la metodología de Guzmán. Cristina está convencida que el Ministro le mintió a ella y al Presidente y no puede creer que este último no se lo haya hecho pagar. A nadie debería sorprender pues lo que hicieron en la madrugada de ayer. Son los mismos que han intentado esmerilar poder al ‘inquilino’ de la Casa Rosada desde que asumió. Son los mismos que le vaciaron el gabinete con renuncias luego de la derrota electoral del año pasado. Los que lo tildaron de ‘okupa’, ‘inútil’ y ‘mequetrefe’. Y ahora los que lo tildan, en privado, de ‘vendepatria’ y ‘cagón’ por acordar con el Fondo y no querer investigar la deuda que les dejó Macri. De nada sirven los gestos públicos ni las admoniciones presidenciales. Sencillamente no le creen. Nunca le creyeron en rigor.
Por eso, lo que suceda en el Congreso marcará otro punto de inflexión en la coalición gobernante. Para el kirchnerismo, el acuerdo con el Fondo es una claudicación que le dificultará al extremo volver a ganar en el 2023. Para el albertismo no había otra alternativa: para tener chances en el 2023 había que acordar. Era una condición indispensable. La lógica es para evitar el default y el escenario que eso podría acarrear. Acordando con el Fondo, se la puede dar vuelta, en el escenario del default, sería misión imposible.
Una fuente del Palacio de Hacienda deslizó que Guzmán se pondría contento si este año la inflación cierra en el 40%. Una estimación magra para tener posibilidades reales en el próximo turno. Pero como la palabra ajuste en el vocabulario político argentino está prohibida, la opción se llama inflación. En la realidad, la inflación hace lo que la política niega: el ajuste precisamente. Y lo hace sobre precios y salarios, sometiendo a los que tienen ingreso fijo a una carrera que nunca podrán ganar. Por más que los sindicatos se esfuercen.
El gran interrogante que subyace por estas horas, es qué hará Cristina en el Senado. Los legisladores que le responden son muchos, aunque si la postura de la oposición se mantiene, el apoyo al acuerdo no debería tener demasiados problemas. Salvo la carta que escribió en las últimas horas, mostrando a través de un video los destrozos en su despacho, y aprovechando otra vez para zamarrear al Fondo, no ha abierto la boca. Todo indica que está en contra, como su hijo, pero en su carácter de Presidenta del Senado, se mantendrá al margen. ¿Dará libertad de acción a sus legisladores o les ordenará votar en contra como en Diputados? La que quedará expuesta es ella misma ahora, no habrá forma de ocultarse. Por eso la duda.
Las diferencias opositoras quedaron disimuladas por la fractura oficialista. En las últimas 24 horas, la debilidad del Presidente y de Sergio Massa, su negociador, fue útil para limar y licuar los caminos alternativos que planteaban. Los duros, quedaron a mano con los blandos y, salvo la expresión aislada de López Murphy, todos terminaron encolumnándose. Extraña la situación en la que quedó el economista, levantando la mano junto a La Cámpora, la izquierda y los libertarios.
Analizar la relación de la Argentina con el organismo internacional, llevaría bastante tiempo, pero arribaríamos siempre a la misma conclusión. El país estuvo 21 veces en situación de default, después de tomar deuda y no poder pagarla. Somos, en el mercado internacional, parias mal pagadores. Sin embargo, caemos una y otra vez. Fiel a su estilo, la clase política le echa la culpa a los de afuera. A los que nos prestan plata, aprovechando nuestra adicción. Alguna vez admitiremos que la responsabilidad es toda nuestra. Que si hiciéramos lo que hacen los países normales, no llegaríamos a estas instancias. Optamos por evadir. Tirar la pelota afuera y buscar a los culpables en la tribuna. Si hacemos siempre lo mismo, el resultado será una mala copia cada vez más desteñida.