LA RELACIÓN ENTRE LOS PODERES
Alberto la hizo fácil y corre jueces y fiscales con la billetera
Era más fácil de lo que se pensaba, porque la reforma de la Justicia se viene inexorable. ¿Alguien dijo alguna vez que el órgano más sensible del hombre era el bolsillo? Bueno, ha quedado ratificado amigos: el Presidente está corriendo a jueces y fiscales con la billetera en la mano. Ya hubo varias renuncias y se vienen más. ¿Por principios? No, por plata.
Jorge Barroetaveña Si algo ha tenido el peronismo a lo largo de su historia es habilidad para manejarse con los factores de poder. Y con la justicia más aún. En sus múltiples caras porque Menem no fue lo mismo que Duhalde, ni que Néstor como ahora lo es Alberto Fernández son su sombra llamada Cristina. Todos abordaron la relación desde lugares y hasta pensamientos diferentes pero siempre con el mismo objetivo: sumarla al proyecto, por la buenas, o subordinarla, por las malas. Sin prejuicios, el jueves el Senado le puso a decenas de nombramientos propuestos por la anterior administración. ¿Argumentos? Si los nombró Macri habrá sido para perseguir políticos peronistas. Listo, apruébese y archívese. A la misma hora, casi como fantasmas, integrantes de asociaciones varias de magistrados, jueces y fiscales deambulaban por los despachos del Congreso tratando de hacerle entender a los legisladores, sobre todo de la oposición, que el proyecto de reforma judicial es inviable, que habrá una catarata de reclamos y que lo único que se busca es someter a un poder del estado. Puede que tengan razón, pero la Justicia argentina no ha sido en las últimas décadas el mejor ejemplo de republicanismo e independencia del poder de turno. Se han convertido con el paso de los años en una casta muy bien remunerada que ha dado muestras de escaso compromiso con la sociedad. No ya con la ley, sino con la sociedad toda. Tampoco cuenta pues con la benevolencia de la opinión pública a la hora de juzgar su performance. Argentina tiene un servicio de justicia con sueldos de primer mundo y calidad de tercero o cuarto. Fernández navega pues en aguas turbulentas pero con viento a favor. Y cuenta contra ventaja afín al peronismo: no tiene demasiados prejuicios a la hora de plantearse las soluciones. Por ahora, aunque con menos fuerza cada vez, el Presidente resiste los embates del kirchnerismo duro que pide cortar cabezas, y un indulto para todos los ‘presos políticos’. Esta semana hubo otro embate para conseguir la libertad de Milagro Sala en Jujuy, tanto que un legislador pidió directamente la intervención del Poder Judicial. Y se multiplican las voces hablando de una reforma de la Constitución. El Presidente claro, tiene otros problemas más urgentes que atender. Debe pensar que ‘a mí se me está quemando el rancho y estos piensan en ir al cine’. Porque mientras hace equilibrio y le ayuda a soplar la velita del cumple a Cristina, tiene que negociar con el Fondo y los bonistas, una pulseada de resolución todavía incierta, y tratar de apagar una economía que todavía no da señales de repunte. En el medio tiene el ‘temita’ de los haberes jubilatorios y una paritaria docente en ciernes de la que está pendiente buena parte del arco sindical. No debe tener mucho tiempo para pensar qué hacer con los presos ‘K’ y menos la posibilidad de una reforma de la Constitución. Esas son las cruces que arrastra el gobierno, tratando de sobrellevar lo que mejor puede un verano que se ha hecho largo. Aunque no todas son espinas, hay alguna flor. Y vino del lugar menos pensado porque fue el Fondo Monetario el que acaba de decirles a los bonistas que deberán resignarse a una quita. En el lenguaje negociador era esperable. El organismo avisó que ellos no pueden aceptar algo así y le tiró el fardo a los acreedores privados, sabiendo que tampoco tienen muchas alternativas. Para el Fondo, el gobierno dio buenos mensajes. Le pasó la tijera a las jubilaciones y habla de una reforma del sistema previsional, algo que ni siquiera Macri se atrevió a impulsar. En privado, el discurso oficial siempre fue el mismo: hay voluntad de pago pero nos tienen que aguantar. Crecemos y después pagamos, es el slogan. Cómo se crece es el dilema y como se hace para patear para adelante reformas estructurales pendientes. La previsional es una de ellas. Por lo pronto los gobernadores apoyan, y los gremios y los empresarios también. Si bien estos últimos empiezan a mirar de reojo algunas medidas, todavía estamos en la luna de miel. Ayer, a unos pocos la alegría les duró poco: el Jefe de Gabinete admitió que habrá aumentos de tarifas a mitad de año, pero a las pocas horas el propio Presidente le puso paños fríos y avisó que todavía no hay nada resuelto. “Hay que revisar, para atrás, todo lo que se hizo en materia tarifaria”, definió. Entre ‘nos’, el congelamiento tarifario no puede ser eterno, la cuestión es quién y cómo se van a pagar los reajustes. Por ese calvario, ni este gobierno podrá privarse de pasar. La inflación, agradecida.
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