OPINIÓN
Alberto prepara una jaula de oro para Cristina
Esta todo raro, ¿no? Pichetto más macrista que Macri. Fernández que está tratando de romper el cascarón poniendo distancia de Cristina. Lavagna que pelea con su propio frente interno pero atesora el capital de la coherencia. Y Espert que anda por la vida tratando de ser candidato y arruinarle el asado al gobierno. Argentina en campaña. No es poco.
Alberto fuga. Los que lo conocen desde hace muchos años afirman que se equivocan los que piensan que Cristina lo va a manejar si llega a ser Presidente. Recuerdan, con certeza, las peregrinas peleas que tenía con el mismísimo Néstor y después con ella misma, durante sus años en el poder. La historia, afirman, lo pondrá en un lugar importante cuando algún día se cuente toda la historia de aquellos aciagos días de la 125, cuando el matrimonio se quiso ir, con el riesgo de provocar una crisis institucional con poco precedentes. La sensación que quedó del cierre de las listas en Buenos Aires fue concreta: Alberto tuvo poco que ver y la lapicera la enarbolaron Máximo y Cristina. ¿Consecuencia? ‘Lo van a manejar desde el Congreso’. ‘Cristina se va a atrincherar en el Parlamento’. ‘Si ni siquiera pudo poner legisladores menos va a poner ministros si llega a la Rosada’. El desafío de Fernández es demostrar que no es Cristina sin pelearse con ella. Estará a prueba la tolerancia de ella (poca en su historia) y de sus seguidores más fanáticos que suelen asumir posturas más fundamentalistas que su jefa. ¿Es la voz de Dady Brieva la conciencia oculta del kirchnerismo cuando pide la CONADEP para el periodismo? ¿O la de Giardinelli cuando reclama la eliminación del Poder Judicial? El mismo Alberto orilla la derrapada cuando se refiere a las causas judiciales de su compañera de fórmula. Claro, las cuestiones institucionales son las que más incomodan al kirchnerismo y las más difíciles de solucionar. En la economía, los zafarranchos del gobierno, le dan otro margen de maniobra. Alberto ya se dio el lujo de empezar a marcar la cancha. Elogió sin pudores el INDEC de Macri y le dijo al enviado del Fondo Monetario Internacional que Argentina honrará su deuda pero pedirá una renegociación. Casi calcado de lo que el hombre en cuestión escuchó de Roberto Lavagna. A miles de kilómetros, en Osaka durante la Cumbre del G-20, Lagarde declaró que ‘el plan de la Argentina empieza a dar resultados’, mientras le echaba un vistazo a los informes de sus técnicos. Parecieran estar todos en una encerrona. El Fondo quiere que el plan de resultados, es cierto. Demasiados fracasos acumula en su haber para darse el lujo de volver a fallar. Macri obviamente. Su supervivencia en el poder depende de la estabilidad que consiga en estos meses y de la flexibilidad del organismo para aplicar las políticas que le exige. Y los candidatos que aspiran a sucederlo, tampoco pueden apostar al incendio, porque ellos mismos lo heredarán si ganan. No sólo sería tonto sino suicida. A todos les conviene entonces que la economía discurra lo mejor posible hasta las elecciones y más allá de diciembre. Eso no servirá para ocultar la inflación, la profundidad de la recesión económica ni la cantidad de puestos de trabajo que se han destruído, pero sí para que las elecciones no sean ni el final ni el principio de una hecatombe de la que nadie podría verse beneficiado. Fernández lucha pues con los fantasmas que persiguen a su jefa. Quizás sueñe con que no haga más campaña. ¿Cristina? Sí, Cristina. Que sólo se remita a ‘transferirle’ sus votos, algo demasiado matemático para la política moderna. En Cambiemos, algunos delirios se exacerbaron. Un par alcanzaron el paroxismo. El intento por suspender las PASO, algo que se habló en reunión de gabinete y se impulsó a los radicales como cabeza de turco. Obvio que el intento naufragó antes de arrancar. El segundo fue puro error de ‘Súper-Pichetto’. La jugada de chuparle el partido a José Luis Espert para evitar su candidatura quedó en orsay y sólo sirvió para subirle el precio al economista. Le hicieron campaña gratis, definió uno operador oficialista en discrepancia con la movida pichettista. En Cambiemos deberán acostumbrarse a los ‘modos’ peronistas del recién arribado al espacio. Acaso, ¿no fue para eso que lo buscaron? El yerro original en el caso Espert incluye una lectura equivocada de la realidad. El porcentaje de votos que las encuestas le dan al economista es incierto, pero esos votos, en la primera vuelta, suponiendo que haya una buena elección en las PASO, irán a parar a Macri. Parece forzado, aparte de inoportuno, el ejercicio de impedirle ser candidato o hacer todo lo posible para que no lo pueda ser. La polarización va a barrer con todo, incluso con los votos de Espert o de Gómez Centurión si llegara a la grilla. Es probable que tampoco quede espacio para la coherencia de Lavagna o Urtubey tampoco. El primero que se dio cuenta de eso fue un tal Sergio Massa. ¿Lo tiene? Arrió la bandera, guardó sus petates y se llamó a cuarteles de invierno. Sólo el destino y Dios saben si tendrá otra oportunidad.
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