OPINIÓN
Alberto y el mandato de la gente que lo votó: la economía
Y allá va Alberto Fernández. Surfeando el oleaje que le llega de Bolivia, los yanquis y el FMI, que es más o menos que decir los yanquis. Mientras el barco se mueve trata de buscar algunas definiciones. Se juntó con Cristina, acordaron el gabinete, pero el mundo espera sus medidas económicas. Y quién será el encargado de implementarlas. ¿Es loco pensar en Lavagna?
Jorge Barroetaveña Lavagna tiene su carácter, aunque en eso Alberto tiene ventaja porque lo conoce bien. No en vano compartieron aquellos primeros días de Néstor donde el barco se movía fuerte y pudieron sobrevivir. También conoce su cara menos amable, como cuando pegó el portazo enojado por la cartelización de la obra pública y el ninguneo posterior al que lo sometió Néstor. Pero pasaron los años y los dos están un poco más viejos. Lavagna viene de perder una elección rara, donde pintó para mucho pero terminó con poco. La amplia vía del medio, el peronismo alternativo con el que soñó se hizo trizar el día que Massa arregló con Cristina. Un poco antes claro él también había dado las hurras. Todos ellos contribuyeron al réquiem del peronismo alternativo. Y Alberto sabe que, aquellas promesas de campaña, mutarán en pocas buenas noticias en los primeros meses de su gobierno. Macri no deja margen para el error en economía y al mínimo tropiezo el único destino será el fondo del precipicio. Para semejante circunstancia, hay rodearse de los que más saben y, en la medida de lo posible, pasaron por experiencias similares. Quién mejor que Lavagna entonces. Es probable que sólo ellos dos lo sepan. O que el economista lo siga pensando. Pero el tiempo se agota y la sociedad y los mercados empiezan a exigir definiciones. Es obvio que cuando los nombres trasciendan más o menos se podrá saber para dónde rumbearán. Pero todavía no hay nada: ni nombres ni programas claros, más allá de algunas medidas un poco ambiguas que han trascendido. En el frente político el electo sigue haciendo equilibrio. ¿Hasta que tenga la lapicera? Es para dudarlo cuanto menos, porque la porción de la torta que le corresponde al kirchnerismo es grande. Y Alberto sabe que su poder abreva de ella. ¿Qué fue sino dejar eso en claro cuando hizo 200 kilómetros para hablar con Cristina y conseguir luz verde para sus nombres? Salvo alguna bolilla negra, como la de Redrado o Navarro, consiguió piedra libre para casi todos. Deberá convivir claro con Máximo Kirchner en Diputados o con Kicillof en provincia pero ya lo tiene asumido. A diferencia del 2003, cuando Kirchner asumió el gobierno, hoy la economía está estancada cuando no en franco retroceso. Niveles de inflación intolerables y un deterioro social que abarca a casi la mitad de los argentinos. La soja no volverá a estar en los niveles de aquellos años y la paciencia social se agotó hace rato. El peronismo está acostumbrado a estas batallas, pero hoy la circunstancia parece distinta. Con una oposición además que sacó el 40% de los votos, en medio de una crisis grave y que detenta una fuerza importante en el Parlamento. Y es la primera vez que tendrá que tomar él las decisiones. Que no habrá nadie ni arriba ni al costado para depender o consultar. Empezaremos a conocer el verdadero Alberto cuando se siente en el sillón de Rivadavia. A lo largo de su carrera política se ha dedicado esencialmente a construir candidatos y candidaturas. Antes de Néstor y después de Néstor. Le fue bien, regular y mal, pero su papel siempre fue el de consulta. Ahora será él quien tome las decisiones y pague las consecuencias. Como todo Presidente. Fiel a su estilo, Macri se irá en medio de la enésima marcha atrás de su gobierno, ahora con el protocolo de aborto legal que lanzó el Secretario Rubinstein pero borraron con otro decreto de un plumazo. La movida bien podría tomarse como un coletazo del siempre vigente debate sobre la despenalización del aborto y hasta dónde llega la divisoria de aguas en la sociedad argentina. Sino habría que preguntarle al Obispo de La Plata, dicen uno de los voceros del Papa. Aguer, molesto con las declaraciones del Presidente electo sobre el tema, dijo que “mucha gente lo votó porque en campaña dijo otra cosa”, y es evidente “que la religión católica le importa un rábano”. El desliz del albertismo hizo que se esfumara la chance visitar en forma privada al Papa Francisco. Tanto que la gira previa por Francia y Alemania también se canceló. Fernández se mueve en un campo minado donde, encima, caen misiles del cielo. Eso sin contar las divisiones en la tropa propia, que deberá ir cuidando a lo largo del camino. El desafío que le espera es grande, aunque también es cierto que los que lo votaron, lo hicieron por la economía y casi por ninguna otra cosa. Si elige a los actores adecuados y más o menos empieza a enderezar el barco, lo demás vendrá por añadidura. Ese fue el mandato de la gente que lo votó. Tan sencillo y tan complicado como eso.
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