Algo más que la inclusión social
Desde finales de los años setenta, cuando el entonces ministro de Economía de la Dictadura (Martínez de Hoz) dijo "da lo mismo producir acero que caramelos", los argentinos fuimos entregados a una idea dominante, incipiente en aquel entonces pero que - con distintos matices - a lo largo de tres décadas, fue creando las condiciones que terminaron en la crisis más profunda de la historia del país, bajo el gobierno de la Alianza.Por José María BlancoOpiniónAquella idea dominante, asignaba a la "lógica del Mercado" (concepto excluyente por definición) una llamativa capacidad para resolver los problemas de la gente a través de la teoría del "derrame".Eficiencia, gestión, modernidad, progreso, éxito y un sinfín de vocablos, se fueron adueñando de los diálogos cotidianos en todos los sectores (aun en los más humildes), hasta llegar a la "panacea" de las privatizaciones (en realidad fueron desnacionalizaciones) de nuestros recursos estratégicos y de los servicios, considerados hasta aquel momento como "públicos", logrando el verdadero objetivo de la subjetivación planeada: el triunfo del consumidor y la derrota - casi definitiva - del ciudadano y con ello, de la noción de ciudadanía.La historia de esos años (1976-2001) nos muestra que "más mercados" no solucionan -por si solos- los problemas sociales, sino que los agudizan y se hace imprescindible reconocer la necesidad de debatir en profundidad el rol de los dos grandes ausentes de ese tiempo: Estado y Sociedad, actores fundamentales para pensar -desde cualquier lugar- un proyecto común de identidad en cualquier nivel (municipal, provincial o nacional).Necesitamos una nueva concepción del binomio Estado-Sociedad que posibilite la reconstrucción del "estado de bienestar" que en otro tiempo nos llevó a ser una de las sociedades con mejor calidad de vida en el planeta, lo que demanda una visión política antes que gerencial para la conducción del primero.La irrupción del consumidor en lugar del ciudadano, ha dado origen a una estratificación sin precedentes de los grupos sociales, significando una amplia variedad de intereses no comunes (y hasta muchas veces contrapuestos), que requiere un Estado convocante para lograr acuerdos con criterios de equidad antes que económicos.Es tiempo de recuperar el paradigma donde la Economía está al servicio de la Política y no al revés, como se diera en el período mencionado anteriormente, ya que esa "confusión conceptual" es la que produjo el reemplazo de cuadros políticos con compromiso ideológico, por técnicos con criterios economicistas para la toma de decisiones estratégicas.Nada es tan fácil como puede parecer, pero tampoco nada es tan rígido que no pueda ser cambiado.
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