Ante un preocupante manoseo institucional
Con la suspensión del proceso de elaboración de la Carta Orgánica Municipal, la clase política local acaba de depreciar una noble causa institucional, y ella misma ha dejado de ser más creíble ante la sociedad nativa.Quizá no comprenda ahora el daño que ha inflingido a la fe pública, al concepto de civilidad, a la noción de legalidad, y a la vida política de Gualeguaychú, y por carácter traslaticio a su propia legitimidad.Pero esto es muy simple: se ha malversado una idea superior, de esas capaces de reconciliar lo mejor de la política ante los ojos de los vecinos, con una liviandad también superior.Convocar a la civilidad para que discuta el perfil institucional del Estado municipal -nada menos- y luego desconvocarla, sin que medie una razón excepcional, suena a mamarracho.Lo preocupante es que quienes son responsables de lo que ha ocurrido no vean la dimensión del despropósito. Ahora, insistimos, la idea de la Carta Orgánica Municipal ha quedado devaluada, por varias razones.Las conjeturas sobre un calendario electoral sobresaturado, argumento central de la decisión del gobierno municipal y el Concejo Deliberante, no disimula en nada lo que uno sospecha que hay detrás de esta deserción político-institucional.Al contrario, instala de lleno el mensaje de que la disputa por el poder es más importante que el diseño institucional de una ciudad. ¿Cómo levantar esta presunción en la sociedad nativa?Ni siquiera el carácter "inesperado" de la lógica electoral provincial, como se alega en la ordenanza de suspensión, sirve de atenuante. Porque ahí, en lo concerniente al modo de elección de candidatos, también brilla el manoseo institucional.Esto no ha hecho más que aumentar el cansancio moral en buena parte de la población, que ve cómo es objeto de "ninguneo" cada vez que se la convoca para algo importante.¿No se ve acaso que la eventual próxima convocatoria para discutir un nuevo contrato entre el Estado municipal y los vecinos de esta ciudad, resultará bastante menos creíble para la sociedad civil?Es decir: saldo negativo por el lado que se lo mire. ¿Error de cálculo político de quienes alentaron el proceso de discusión de una Carta Orgánica Municipal? ¿No supieron prever así lo que se venía?A esta altura de los acontecimientos esta especulación, que planteada así es bastante condescendiente y un poco ingenua, vale muy poco. Es más: allá ellos. Aquí lo importante es evaluar el daño causado a la institucionalidad de Gualeguaychú.Tenemos que lidiar ahora con los efectos de una situación colectiva enojosa. En realidad, nos estamos convirtiendo en violadores seriales de iniciativas que comprometen el diseño de la ciudad.No hace mucho, en un gobierno de otro color político, se convocó con bombos y platillos, y se gastó mucha plata, con miras a elaborar un "plan estratégico" para Gualeguaychú.Muchos vecinos participaron de buena fe en jornadas de reflexión. Se los había llamado -como ahora- para que aportaran al bien de su ciudad. La movida generó una expectativa cívica importante.¿Qué fue del mentado plan estratégico? Nadie sabe. De hecho, a nadie se le dio una explicación. Es decir, aún no terminamos de digerir esa frustrante experiencia colectiva, que ahora nos desayunamos con otra.Los políticos argentinos son propensos a desvirtuar causas nobles -que tienen eco en los ciudadanos- por intereses subalternos. Las confiscaciones, por caso, se encubren con exhortaciones patrióticas, y últimamente todo lleva el mote de "bicentenario".En el editorial del 7 de febrero último advertíamos -bajo el título "El riesgo que se cierne sobre la Carta Orgánica"- que el ideal institucional de un Estado mejor (lo arquitectónico de la política) podía naufragar por las luchas partidarias (dimensión agonal).Pues bien, el naufragio ocurrió.
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