Argentina, un país donde todo es posible: hagan juego y apuestas señores y señoras
Más de 4 millones de chicos siguen sin ir a la escuela en Buenos Aires. Un panorama similar se vive en Chaco, donde las clases se han convertido en algo inusual. Las provincias, sin fondos frescos, han aumentado su dependencia de la Nación. ¿Quién tiene la culpa? ¿Los gobernadores o el poder central? Jorge Barroetaveña La dinámica de la pelea entre el kirchnerismo y el sciolismo mantiene como rehenes a millones de chicos en el inmenso territorio bonaerense. Todos saben, desde hace muchos años, que la Provincia de Buenos Aire es inviable con la actual estructura de coparticipación y si la Nación decide cerrarle el grifo de los recursos, tiene poca vida. Y es lo que está pasando, igual que el año pasado cuando la relación llegó a su punto más bajo.Ahora, el matiz lo pone la cercanía de un proceso electoral, que ya se palpita en los despachos oficiales y en las filas de la oposición, aunque no en la calle, y las ambiciones de Scioli de querer ser presidente, a esta altura, en abierta contradicción con el modelo nacional y popular que ayudó a construir y consolidar en sus años en el poder.El mediático Jacobo Winograd inmortalizó hace un tiempo una frase que resume el estado de cosas: "billetera mata galán", lanzó sin saber que ahora bien podría definirse como "billetera mata aspiraciones". Es que el kirchnerismo está lanzado a eso. Sabe que el Talón de Aquiles de Scioli se llama plata y lo zamarrea sin contemplaciones. La diputada Diana Conti le puso la frutilla a la embestida cuando el miércoles, antes de viajar de vacaciones, pidió que el gobernador vuelva a 'alinearse' y a acatar las 'ordenes' de la Casa Rosada. Sin ambigüedades ni dobleces dijo lo que piensa el kirchnerismo duro, que a Scioli nunca lo digirió y se lo bancó sólo porque aportaba votos en un distrito clave como la Provincia de Buenos Aires.En ese tironeo de ambiciones y alineamientos no tan claros, quedan millones de chicos por un conflicto que no buscaron ni sobre el que tienen responsabilidad alguna. A esta altura, no cabría preguntarse quién es culpable que, después de 10 años de kirchnerismo, todos los años se debata lo mismo? ¿Es posible que todavía el salario de un maestro siga siendo materia de cuestionamiento en la Argentina? ¿No es claro acaso que la educación debiera ser la prioridad a la hora de fijar la agenda? Por ese agujero se pierde en la bruma parte del relato oficial, haciendo imposible de ocultar su complicidad. En último caso, si la Nación no tiene nada que ver, son los mandatarios provinciales quienes deberían hacerse cargo de la situación y la mayoría, sin vergüenza alguna, mira para otro lado.Pero Scioli no entiende los mensajes apretados que salen como misiles desde Balcarce 50 y cada búnker del kirchnerismo en territorio nacional. Fiel a su estilo, agacha la cabeza y le da para adelante, casi sin responder, todas las acusaciones que penden sobre él. Opta sí por los gestos como esa interminable cantidad de fotos que se sacó con personajes indigestos para la Casa Rosada o se arriesga a visitar un programa de TN, ariete de la 'corpo' que tanto detesta el kirchnerismo.Hasta dónde aguantará la presión de bancarse un conflicto que sólo se resuelve con plata que no tiene, sólo él lo sabe. A qué tendrá que renunciar es obvio, porque los tiempos se acortan pero el campo de batalla podría quedar regado de heridos de ambos bandos. ¿Se atreverá Scioli a enfrentar al kirchnerismo si no le dan los lugares que quiere en las listas de octubre? Difícil, sería una actitud de confrontación abierta que jamás ha tenido, aunque habría que ver si lo acorralan cómo responde. ¿Se someterá manso al pedido de candidatura testimonial y a renunciar a cualquier aspiración propia a cambio de sobrevivir al frente de la gobernación bonaerense? Parece la alternativa, hoy, menos probable pero los tiempos se agotan y los caminos se estrechan. Por fuera parece tejer alianzas de respaldo como De Narváez y o los referentes del peronismo disidente, aunque para apoyarse en ellos necesitará algo más que convicciones. Lo acecha claro, el fantasma que viene de Tigre, Sergio Massa, que rinde muy bien en las encuestas y bien podría aspirar al premio mayor. Mientras Cristina y Scioli se desgastan en una pelea inútil, Massa construye en voz baja su futuro político. Para eso le sobran argumentos y tiempo.Desde la Casa Rosada se evalúan tres escenarios posibles después de octubre. Si el Frente para la Victoria arrima el 50% de los votos se vendrá la embestida final por la re-re. Si supera el 40%, la Presidenta quedará en claras condiciones de elegir su sucesor y si los guarismos se plantan antes de esa cifra habrá que ver el escenario opositor y cómo queda compuesto. No es lo mismo enfrentar a un rival que saque un tercio del electorado que a un par que no superen el 20% cada uno.Y una pata de la máxima aspiración kirchnerista tiene nombre y apellido iguales: inflación. El gobierno finalmente parece haber comprendido que los aumentos de precios son una bacteria que, de a poco, le va carcomiendo las entrañas. Saben que un contexto económico favorable asegura un techo electoral alto, más allá de los años de desgaste que acarrea el poder. Pero el desfiladero por el que pasan esos deseos es tan angosto como peligroso. De un lado están las expectativas económicas y del otro las políticas, a las que Scioli todavía les da aire.Se vienen meses intensos en los que se dirime no sólo el 2013 sino buena parte del 2015. Aunque la Argentina es un país impredecible. ¿Quién hubiera dicho hace un mes que el Papa sería argentino? Todo es posible. Hagan juego señores.
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