EL TABLERO ELECTORAL SE MUEVE POCO Y SE REPITEN LAS ESCENAS
Arranca la campaña y promete ser movida
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El desgaste de la gestión libertaria convive con la falta de propuestas renovadas del arco opositor. Entre alianzas de coyuntura, viejos liderazgos y un electorado cada vez más escéptico, la campaña se anticipa más como un enfrentamiento por Milei que como un debate de ideas.
Faltan los pochoclos y estamos. Porque la campaña promete ponerse pesada y eso que todavía hay candidaturas que no se definieron. Sólo falta confirmar si finalmente Máximo Kirchner encabezará la lista de diputados en Buenos Aires o si Juan Grabois patea el tablero. No mucho más. El jueves, Milei volvió al atril de campaña y le puso el tono a lo que vendrá. Parece un revival del 2023.
Hablaba un encuestador hace pocas horas que, los números generales para las elecciones son similares al 2023. Que parece repetirse el esquema, pese al más de año y medio de gobierno libertario que se cansó de tomar medidas disruptivas de alto impacto. A veces más mediático que real, pero ese sería otro debate.
Aquellas mayorías, que alumbraron en la primera vuelta, después de las PASO, lucen congeladas a nivel nacional y parejas en la Provincia de Buenos Aires. El dato claro es que La Libertad Avanza y el PRO sellaron una alianza en territorio bonaerense y están más cerca de darle pelea al peronismo.
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Los niveles de aceptación del Gobierno han bajado, pero eso no tendría por ahora impacto electoral. Hay dos motivos que contribuyen a eso. Un sector importante de la sociedad, que votó a Milei, sigue teniendo esperanza. Es algo así como “estamos mal, pero vamos bien”. Y la está pasando mal, no hay dudas. El segundo motivo está enfrente. La oposición todavía está lejos de ser confiable, se parece más a una bolsa de gatos que a otra cosa, y no está claro quién es quién. ¿Por qué? El peronismo sigue con sus múltiples caras. ¿Son los gobernadores? ¿Es Grabois que los aguijonea con jugar por afuera? ¿Es Kicillof que se mira de reojo con quienes lo ponen en situación de rehén político? ¿Es Cristina desde su cárcel domiciliaria enarbolando la lapicera para subir y bajar candidatos?
La extinción de Cambiemos todavía tiene muchas viudas. El radicalismo está dividido, la Coalición Cívica sola no puede y los restos del PRO, con Rodríguez Larreta a la cabeza, buscan palenque donde rascarse. ¿Será posible otra “alianza de centro” con sectores peronistas, la Coalición Cívica y los radicales que odian la peluca? Es posible, pero el escenario luce tan atomizado que imaginar cómo se pegarán todos esos pedacitos, es complicado. Si los propios dirigentes todavía lo están procesando, qué le dejamos a la sociedad que no entiende nada y dejó en claro las pocas ganas de votar que tiene. Este último dato puede ser clave para algunos resultados. Si la tendencia que la mitad del electorado no va a votar se confirma los escenarios pueden verse alterados, sobre todo en el inmenso territorio bonaerense donde el peso del aparato que manejan los intendentes se hace fuerte en la escasez de expectativas.
Entre tanta incertidumbre hay algo contundente: la nacionalización de la campaña. Será inevitable con la presencia vociferante de Milei y Kiciloff del otro lado. En la mayor parte de las provincias los que encabezan las listas son dirigentes con bajo nivel de conocimiento popular y es lógico que la ola nacional se los lleve puestos. Será esta vez Milei sí o Milei no, más allá de los candidatos que se planten para dar pelea.
Claro que el mileísmo lo sabe y lo aprovechará al máximo. Aunque la LLA ha podido crear estructuras en casi todo el país, la dependencia con la imagen del líder es evidente: en la mayor parte de los distritos es el único en condiciones de traccionar los votos. Y para los opositores, Milei también es un blanco tan fácil como peligroso. Es sencillo diferenciarse de él, de sus formas y de sus políticas, pero la contrapartida tiene que estar a la altura de una sociedad que lo buscó al líder libertario, justamente para castigar a todos los demás y sus fracasos constantes.
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El dato es que las políticas de Milei y sus formas alcancen para que una sociedad demandante se arroje en los brazos de quien estuvieron antes y tampoco dieron soluciones. Ese proceso tiene idas y vueltas y está atado al éxito del Gobierno. Por ahora, las expectativas pueden más que la realidad, siempre apalancadas en lo que pasó hasta el 2023. Y si las caras siguen siendo más o menos las mismas, ese proceso se alargará inexorablemente. Corridos por los tiempos electorales y por las ambiciones que los dominan, muchos dirigentes opositores admiten que la autocrítica sobre lo que pasó fue escasa. Menos pues hablar de cambios en los discursos, ideas nuevas superadoras o estilos diferentes. En un paneo nacional breve aparecen los mismos en las tomas de decisiones. Es más, podrían buscar afiches de campañas anteriores y reciclarlos que nadie se daría cuenta.
En ese mundo paralelo vive hoy la política argentina. Los tiempos se acortan porque la paciencia no es eterna. Lo que está en la otra vereda sigue jugando con la memoria. Como si la sociedad pudiera olvidarse rápido de lo que pasó, de todas las macanas que se mandaron y correr a sus brazos al grito de “ustedes eran mejores”. Nadie sabe cuándo pasará eso, si pasará algún día o si la sociedad dio vuelta la página para siempre.