Aumentar las tasas de interés pone en riesgo el crecimiento de la economía

Las marcas que dejó en la política económica el último ataque especulativo a las reservas se pueden resumir en una devaluación del peso de casi 24% y un incremento en las tasas de interés para depósitos en pesos a corto plazo de 6 puntos porcentuales, en comparación con el valor de estas variables al 30 de diciembre pasado.*Pablo ChenaSi tomamos como referencia la situación actual, ambas medidas dejan un saldo negativo en el poder adqusitivo del trabajador, que pagará precios más caros por los bienes que consume y tendrá que afrontar mayores costos financieros para acceder a planes de pago.El traslado final de la devaluación a los precios dependerá, en caso de que no existan medidas compensatorias, del impacto en los costos que finalmente tenga el aumento de los insumos importados, el nivel de traslado al mercado interno de los precios de los productos de exportación, el grado de especulación empresaria entorno a la posibilidad de incrementar los márgenes de ganancia por unidad vendida y, como contrapeso, la eficacia de los acuerdos y el control de precios por parte del gobierno para evitar abusos.En lo que respecta al incremento en las tasas de interés, sus efectos son muchos menos perceptibles en el corto plazo pero muy dañinos en la estructura productiva de largo plazo. Los sectores conservadores venían solicitando esta medida desde hacía tiempo bajo el argumento de que las bajas tasas de interés bancaria desincentivan el ahorro, lo que hace caer la inversión y, como consecuencia, la oferta de bienes se estanca, se recalienta la economía y la inflación se acelera.Las falacias de este tipo de argumentación fueron alertadas por Keynes en la década del treinta. En primer lugar, el ahorro no depende de la tasa de interés sino del ingreso. La gente aumenta su ahorro cuando crece su ingreso disponible y no por un incremento en los rendimientos de los plazos fijos. Por otra parte, y a la inversa de lo que señala el argumento ortodoxo, la inversión tiende a diminuir si aumenta la tasa de interés porque algunos empresarios verán más rentable colocar su dinero en el banco antes que realizar una inversión productiva, mientras que ciertos proyectos de inversión se verán frustrados porque, al nuevo costo financiero, los números no cierran. A lo anterior se suma el efecto que tienen las mayores tasas de interés sobre los giros en descubierto normales de las empresas. Dicho incremento de costos financieros se trasladarán tarde o temprano a precios, alentando el proceso inflacionario.En el caso puntual de las subas en las tasas de interés de estos últimos días, el Banco Central argumentó que lo hacía para evitar que la gente opte por comprar dólares ante la flexibilización cambiaria. Sin embargo, como vimos, esta decisión puede tener un costo enorme en términos de crecimiento económico, en caso de no ser compensada con otras medidas de estímulo a la demanda agregada.Desde la salida de la crisis del 2001, las tasas de interés pasivas en Argentina estuvieron muy por debajo del nivel de inflación, este hecho, junto a la experiencia traumática que tuvieron los ahorristas con los bancos en la crisis de 2001-2002, actuó como un incentivo importante para que las familias ahorren en bienes durables (electrodomésticos, autos, inmuebles, etc.) en lugar de hacerlo depositando dinero a plazo fijo. Lo anterior incrementó de manera significativa la demanda de este tipo de bienes y permitió que la industria llegue a niveles históricos de producción, generación de empleo, inversión y crecimiento.En otras palabras, la gente ahorró en estos diez años más que en los anteriores, porque su ingreso creció significativamente, y lo hizo en bienes durables, lo que fue un estimulo directo a la demanda agregada. Este comportamiento se puede modificar si suben las tasas de interés y el ahorro de las familias se transforma en dinero que los bancos, como intermediarios, entregan al Banco Central a cambio de un título de deuda de corto plazo.Con este mecanismo, las empresas van a invertir si tienen buena demanda para sus productos y financiamiento barato. Esto implica que, pasado el shock transitorio de este ataque especulativo, la política económica deberá retomar el sendero de impulsar el consumo asalariado, la demanda agregada y el empleo. En términos prácticos esto implica fortalecer el poder adquisitivo del salario y evitar que los excedentes de ingresos se desvíen a la especulación financiera. Siguiendo esta lógica, será importante compensar coyunturalmente con una suma fija a los asalariados que fueron víctimas de este golpe de mercado y reacomodar las tasas de interés para evitar que el ingreso se concentre en la renta financiera.*Doctor en Economía. Profesor de la Universidad Nacional de La Plata. Secretario de Economía del Suplemento "Trabajo y Economía" de la CGT.
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