VINO CON ESTILO
Cabernet Franc, un tinto con linaje francés que se puso de moda
La diversidad es una de las ventajas más significativas que ofrece el vino argentino, con el Malbec como abanderado indiscutido. Sin embargo, cada vez son más las bodegas que eligen el Cabernet Franc para elaborar ejemplares premium.
La moda vive de la moda, ya que necesita que sus propuestas se renueven constantemente. Y eso convierte rápidamente muchos productos en obsoletos. Por suerte, al ser un gran país vitivinícola y con una larga historia, el vino forma parte de nuestra cultura y su consumo nunca va a estar demodé. Sin embargo, esto no implica que no surjan etiquetas, lugares, enólogos, tipos de vinificación o variedades que, por uno u otro motivo, irrumpen en el mercado y luego desaparecen.
Poniendo el foco en el tipo de vino, les pasó a los varietales a principios del milenio, que impulsaron las ventas e incluyeron a muchos nuevos consumidores facilitando su elección. Pero antes de que se conociera y se respetara al Malbec como tal, por nombrar nuestra cepa más importante, ya había varietales por todos lados. Y antes de poder memorizarlos o probarlos, enseguida llegaron los bi y los trivarietales, incluso algunos blends pasaron a denominarse tetra o pentavarietales. De eso, apenas un par de décadas después, ya no se habla.
Si nos referimos a una variedad específica, el Syrah de San Juan es el más claro ejemplo de los efectos de la moda. Llegó para equilibrar la balanza entre las provincias cuyanas y competir con el Malbec mendocino. Pero se quedó en las intenciones. Hoy, los Malbec de Mendoza se han multiplicado y han evolucionado al punto de ser protagonistas de los mejores vinos de terruño de la Argentina. Mientras que el Syrah de San Juan brilla por su ausencia, salvo por algunas contadas excepciones y novedades que llegan del Valle de Pedernal.
Desde hace algunos años, el Cabernet Franc es el vino mimado de los enólogos. Seguramente lo es por sus atributos, pero las ganas de diferenciarse y demostrar algo más allá del Malbec también han traccionado. Son muy pocas hectáreas las que hay actualmente plantadas en el país.
Todo empezó en bodega, buscando una alternativa al Malbec para ver qué nueva propuesta podía mostrar la industria nacional al mundo. Al parecer, para muchos, hay una máxima que obliga a crear otra cosa para no estancarse con un solo cepaje. Y en esa búsqueda apareció el Cabernet Franc, pero más por sus condiciones de complementarse con nuestro vino estrella que por sus propias condiciones.
Se trata de un varietal de origen bordelés, padre del Cabernet Sauvignon (cruza entre Cabernet Franc y Sauvignon Blanc), que cuenta con vinos internacionales que lo posicionan entre las variedades tintas de élite.
En Saint-Émilion (Bordeaux, Francia) se hacen el Cheval Blanc y el Château Ausone, por solo nombrar los más prestigiosos, en los cuales, si bien son blends, como todo vino de esta denominación de origen, el Cabernet Franc es la columna vertebral.
También en el Valle del Loire se hacen unos tintos vibrantes y de paladar ágil, como los de la AOC Chinon, ideales para disfrutar en la mesa con pescados.
En nuestro país hubo exponentes que se animaron a salir con pretensiones mucho antes de que la moda del Cabernet Franc golpeara a nuestras puertas. Pero sin dudas, su capacidad de complementarse tan bien con el Malbec, incluso en cofermentaciones (se ponen las uvas de ambas variedades en el mismo tanque), lo posicionó rápidamente como candidato a la consagración. Y algunos enólogos pioneros empezaron a vinificarlo como varietal. Primero uno, después varios y ahora casi todos. Es decir: porque a uno le fue bien, se cree que a todos les irá igual.
En la actualidad, la diversidad de estilos es tal que no se puede hablar de una tipicidad definida. Es cierto que muchos ofrecen esos dejos herbales, tanto en aromas como en sabores, que lo identifican fácilmente. Pero eso no es todo: sus taninos son incipientes como los del Cabernet Sauvignon, pero menos firmes, y su potencial de guarda aún está por verse. Suele ser un tinto refrescante, pero si se lo cosecha en el momento justo. Y también es sensible a la madera, por eso la crianza debe ser muy cuidada, como su concentración, ya que se luce más con paladares ágiles que consistentes.
Es cierto que la cofermentación con Malbec es interesante porque le agrega más agarre en boca, sobre todo si se trata de un ejemplar de Luján de Cuyo, dado que los exponentes modernos del Valle de Uco ya son vibrantes por sí solos; y más si provienen de suelos calcáreos.
Alejandro Vigil, el hacedor de uno de los ejemplares más prestigiosos a base de Cabernet Franc, el Gran Enemigo, cuenta que: “Este cepaje tiene varias ventajas en comparación con el Malbec o el Cabernet Sauvignon. Por un lado, es más fácil de beber y ofrece una aromática exótica que seduce a consumidores y catadores. Además, es muy transparente al terruño y permite dar con la expresión del lugar. Es una conjunción de gusto, sentido de lugar y carácter, que lo hace único”.
Entendiendo que lo original no significa calidad, al Cabernet Franc le sobran atributos para ser una alternativa. Esperemos que no caiga rendido a la moda que únicamente busca multiplicar sus propuestas para aprovechar un momento, sino más bien que sea un cepaje trabajado a conciencia y pueda aportar al crecimiento del vino argentino, más allá del Malbec. Algo que solo se podrá demostrar con el tiempo. Y mientras esos exponentes buscan su identidad, los consumidores podemos ir disfrutándolos y viendo su evolución porque la diversidad vínica en la Argentina, además de ser una ventaja competitiva, es una realidad.
Soy leyenda
Se cree que el Cabernet Franc se estableció en la zona de Libourne, al suroeste de Francia, en algún momento del siglo XVII, cuando el famoso cardenal Richelieu transportó esquejes de la vid desde el valle del Loira. Fueron plantados en la abadía de Bourgueil, bajo los cuidados de un clérigo llamado Bretón, cuyo nombre se asoció a la uva. En el siglo XVIII, se encontraron plantaciones en Fronsac, Pomerol y Saint-Émilion destinadas a la producción de vino de buena calidad. Su popularidad creció en los siglos XIX y XX, y se observó el gran parecido entre la variedad Bretón con la de Cabernet Franc por lo que se extendieron las teorías sobre que se trataba de la misma.
Mediante análisis de ADN se demostró que el Cabernet Franc es el padre, junto con la Sauvignon Blanc, del Cabernet Sauvignon; ni más ni menos que el cepaje rey de los tintos. En 1996, una prueba de ADN realizada en la UC Davis de California (Estados Unidos) determinó que el cruce probablemente ocurrió por casualidad en el siglo XVII.
Recomendados que no fallan
Séptima Obra Reserva (Bodega Séptima). De aromas profundos y frutales, directo en su mensaje, con las notas herbales maduras y suaves dejos ahumados de la crianza. Vivaz y con buena fluidez, moderno y todavía tenso, de paladar franco, con la misma fruta y hierbas que conviven con los ahumados de la madera. Aún es joven, pero tiene un buen potencial de guarda.
Chac Chac (Viña Las Perdices). Aromas de casis y notas de pimiento remarcan la tipicidad varietal. Buen volumen de boca, balanceado, suave y amable con sabores que recuerdan a pimientos rojos, especias y un toque de complejidad aportado por su crianza en madera. Ideal para acompañar todo tipo de carnes rojas.
Albaflor (Altos de Altamira). Un Cabernet Franc original con una marcada expresión a vegetales y frutos negros. En nariz predominan los aromas de arvejas y hojas secas, con presencia de sutiles notas frutadas. De gran presencia en boca, con taninos amables y persistentes, y un final largo que invita a otro trago, siempre.
Sombrero (Huentala Wines). Con la marca registrada de Gualtallary, ofrece una excelente expresión y buena tipicidad varietal. Fina nariz especiada de pimienta negra y clavo, con notas de fruta y licor de cassis. La sensación en boca es agradable y equilibrada, con muy buena estructura y acidez vibrante. De final largo y placentero.
Mara de Uco (Ernesto Catena Vineyards). Es un tinto de aromas intensos y bien definidos, con notas de frutas de baya y tonos herbales. Paladar franco y fresco, de paso fluido, con taninos incipientes un final amable, en el que convive la buena madurez de la fruta con leves ahumados.