Cambio histórico y la teoría de los atajos
En un mundo convulso, donde la dialéctica histórica ha puesto en crisis las recetas ideológicas tradicionales, América Latina y Argentina asisten a un escenario inédito que invita a pensar todo de vuelta.Nuestra generación ha presenciado el derrumbe general de las predicciones teóricas. La caída del Muro de Berlín, en 1989, hizo añicos los sueños del paraíso marxista.La implosión de la Unión Soviética no sólo acabó con el mundo bipolar: instaló la certidumbre de un "mundo feliz" capitalista, como creyó Fukuyama, y del indiscutible hegemonismo norteamericano.Pero los hechos han venido, otra vez, a contradecir radicalmente la teoría. La quiebra de Lehman Brothers, el 11 de septiembre de 2008, sacudió las bases del capitalismo global y dejó a Estados Unidos sumido en una profunda crisis.Mientras tanto, en la última década la riqueza ha virado al Asia, donde la comunista China, motor de la economía mundial, parece darle gobernabilidad a la globalización, muy lejos de los dictados de Washington.El Estado de bienestar europeo, a todo esto, atraviesa probablemente su peor prueba, en medio de la recesión y el desempleo, instalando un clima de pesimismo sobre el futuro del Viejo Continente.En contrapartida, la situación de los latinoamericanos es nueva y de signo alentador. Las economías de la región, otrora condenadas al estancamiento, vienen creciendo sin parar, gracias a la cotización extraordinaria de las materias primas que producen.En forma impensada, Latinoamérica ha pasado a ser agente del cambio histórico, reflejo de lo cual es el protagonismo global que ha adquirido Brasil, devenido en potencia emergente.En este contexto, varios intelectuales creen que los nuevos hechos exigen pensar de nuevo. Es como que la historia se hubiese descongelado y se abre una oportunidad extraordinaria para imagina un nuevo modelo de desarrollo para nuestros países.Un entusiasta de este ejercicio intelectual es el brasileño Roberto Mangabeira Unger, profesor de la escuela de leyes de Harvard y ex ministro del presidente Lula.Invitado al país este año, quien es catalogado como uno de los pensadores más originales de la región, cree que América del Sur tiene un futuro extraordinario, pero esto si no repite viejas recetas del pasado.Para Unger, Argentina tiene que resistir tres atajos fatales. "Por un lado, tenemos los que influyeron en la formación histórica del justicialismo, cuya primera tentación es expropiar el excedente económico del agro para financiar el consumo de las masas urbanas".Según el brasileño, esta variante (que califica de "keynesianismo barato") es "un atajo frente al trabajo serio y la democratización de las oportunidades económicas y la capacitación de la sociedad".Luego, advirtió, "está el atajo político de apelar al personalismo confrontacional, frente a la alternativa de la construcción de una democracia de alta energía".Como reacción a esto, aclaró, aparecen los atajos que influyeron en la formación histórica del radicalismo que son sobre todo la tentación de la copia institucional. "Hay un discurso de institucionalidad, pero sin contenido", afirmó.El tercer atajo argentino, cree, Unger es la "tentación de vaciar el desarrollo, de fijarlo en la producción primaria. Nuestra riqueza natural puede ser muy buena como manera de financiar una alternativa o muy mala como manera de evitar el desafío de construir esa alternativa".Más allá del valor de estas recomendaciones, parece claro que Argentina y los países de la región atraviesan un ciclo histórico prometedor que desafía a la inteligencia a pensar todo de nuevo.
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