Cambios al interior de la video-cultura
Los adelantos tecnológicos aplicados a la comunicación transforman los hábitos de la sociedad. El hombre apegado a la pantalla, miembro activo de la video-cultura, encuentra siempre nuevas formas técnicas para gratificarse.Allá por los '50 la distracción masiva ya no pertenecía exclusivamente al cine y a la radio: la "pantalla chica" era el nuevo imán que atraía a toda la familia.Hasta la llegada de la televisión, quien tenía un lugar de privilegio era el cine, el cual empezó a retroceder en la preferencia popular no bien la nueva tecnología televisiva fue adoptada masivamente.Nacida en los comienzos de la Segunda Guerra Mundial, la expansión de la televisión debió esperar unas tres décadas, sobre todo a que apareciera la imagen en color a finales de los '60, para consolidarse definitivamente.Desde entonces vivimos bajo el imperio de la imagen. El nuevo medio impuso un lenguaje hegemónico que fue colonizando los hábitos de la vida de la sociedad.La aparición de equipos que pudieron reproducir películas en casa (videocaseteras), aprovechando el aparato de TV, acentuó todavía más la pasión por la pantalla.Es como si el poder hubiera pasado al receptor. No es lo mismo consumir lo que estipula una programación centralizada, que elegir lo que uno quiere ver. Esta última opción la daba la posibilidad de rentar una película y convertir el hogar en una pequeña sala de cine.Nació, entonces, un negocio colateral: el videoclub, el local dedicado a alquilar películas, un formato comercial que en Argentina fue furor en los '80.Sin embargo, como escribe Fernando Soriano, en Clarín, hoy los videoclubes están en proceso de extinción. Si en los '80 había 10 mil locales en todo el país, hoy no llegan a 700.¿Qué ha pasado? La aparición de la TV por cable a principios de la década siguiente fue un sacudón para el sector, que quedó reducido a 3.500 locales, según reconoce la Cámara Argentina de Videoclubes.El cable, que generó canales especializados, supuso un cambio importante. La TV abierta dividía al público en distintas franjas horarias. El cable, en cambio, proporcionó a cada uno de ellos un canal con programación especializada durante largas horas.Este recorte del público genera un nuevo concepto en comunicación. Hasta la llegada del cable, si bien algunas revistas y publicaciones tenían un público específico y acotado, la tendencia era la uniformidad del mensaje a grandes públicos.La tecnología del cable, al orientar el mensaje a públicos más específicos, le dio más margen de maniobra al receptor, que empezó así a gratificarse con distintas señales, muchas de las cuales provenían de distintos lugares del mundo, gracias al satélite.Frente a este cambio, los videoclubes entraron en un proceso de reconversión. Empezaron a comercializar los DVDs, una manera de adaptarse a los nuevos formatos tecnológicos de los hogares.Pero apareció un competidor temible: la piratería y su prima multiplicadora, la descarga online desde Internet. Se calcula que más de 60 millones de alquileres al año fueron reemplazados por la venta de copias piratas, al mismo precio que el alquiler.En el sector aseguran que la fórmula para mantenerse pasa por buenos precios y, fundamentalmente, con el toque de especialización que cada uno elija. Al respecto, algunos apuntan a los clásicos y otros al cine de autor.En tanto, muchos videoclubes buscan incorporar otros rubros (desde ventas de chocolates hasta gaseosas) para acercar a los clientes. Los cambios tecnológicos, como se ve, introducen modificaciones al interior de una cultura, como aquella centrada en la imagen.
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