Caminos cruzados
Dentro de los variados asuntos que la actualidad nos ha proporcionado en los últimos días y por separado del admirable rescate de los mineros chilenos (hasta ahora la noticia del año), preocupan dos temas muy distintos, pero ambos importantes: las jubilaciones y las maniobras inglesas en el Atlántico Sur. Mario Alarcón Muñiz Los jubilados al medio La votación del Senado otorgando fuerza de ley al proyecto del 82% de las jubilaciones mínimas, terminó en la nada. Una negativa previsible: el veto del Poder Ejecutivo. Pocas veces o ninguna este gobierno obró con mayor celeridad, a tal punto que sólo horas después de la sanción parlamentaria la Presidenta firmó el decreto que anula lo dispuesto por el Congreso. La decisión se encuadra dentro de las normas constitucionales, de modo que no caben objeciones legales. Sin embargo, el caso admite algunas reflexiones.Los promotores de la iniciativa expusieron sus razones en el debate y aportaron números indicativos de que es posible atender la erogación que demandará ese 82% sin riesgo de las finanzas nacionales. El gobierno mira la cuestión desde otro ángulo y sostiene que esta ley derivará en la quiebra del Estado. En ambos sentidos los argumentos abundan.Unos sí, otros no. En el medio los jubilados, como rehenes de una situación que no buscaron ni merecen.¿Es tan difícil consensuar soluciones? Cada parte considera que la única verdad es la propia. ¿Por qué no intentar un acercamiento de posiciones? Si se intercambian y analizan las cifras y cuadros estadísticos de unos y otros, es posible llegar a un punto que no será el 82% pero andará cerca; que no pondrá en riesgo las finanzas del Estado, pero mejorará los haberes jubilatorios. Si hubiera grandeza -esa virtud tan escasa en nuestra dirigencia política- unos y otros atarían los caballos y se reunirían para encontrar una solución. Para los jubilados, nada menos. Armados hasta los dientesLa inquietud que planteábamos en esta columna el 26 de septiembre pasado, quedó confirmada durante la última semana: los ingleses han montado una base militar en las islas Malvinas realizando allí maniobras para dominar el Atlántico Sur. Vaya novedad se dirá. Hace varios años que rondan los rumores. Pero sucede que el reclamo oficial formulado estos días por nuestro país ante la ONU sube el tema a nivel diplomático y ya no se trata de versiones que vuelan de aquí para allá. Son certezas. Sólo resta dilucidar si es cierto que también ha instalado en las islas un arsenal nuclear. Si esto se confirmara, los británicos habrían creado en nuestras narices una zona de alta peligrosidad continental.Por supuesto el gobierno argentino protestó, completando el planteo (otro más) formulado en la ONU el 24 de setiembre. Hasta ahora todos estos recursos no pasan de meras formalidades. Los funcionarios argentinos cumplen batiendo el parche cada tanto. La cuestión es recibida por el Consejo de Seguridad y después se verá. Los berrinches del canciller Timerman ("ingleses provocadores", "no vamos a responder a la provocación", "ataque colonialista", etc.) no le cambian la cara ni el humor a los invasores que continúan actuando como si nada ocurriera. Las islas, la pesca, el petróleo y ahora también el área militar les pertenecen. ¿Por qué han de perder el sueño?Quizá haya llegado la hora de pensar en una acción más efectiva. Pacífica, pero distinta de la conocida serie de discursos y reclamos. Así como están las cosas, la Argentina bien puede iniciar una acción internacional. Si la ONU parece indiferente o cerrada, habrá que ir puerta por puerta explicando el problema a cada gobierno del mundo y tratando de lograr su adhesión, a partir de los países hermanos de América Latina que comparten nuestras preocupaciones.Claro que para estar limpios y seguros sería oportuno -lo decíamos también el 26 de septiembre en esta columna- que nuestro gobierno aclarara si la banca inglesa a la que el ministro Boudou concedió el manejo del canje parcial de la deuda externa, es a la vez la principal accionista de la petrolera que nos roba el hidrocarburo de las Malvinas. Y de paso qué clase de guiño favorece a las grandes empresas pesqueras extranjeras que operan en el mar continental argentino sin control, sustrayéndonos diariamente miles de toneladas de pescado.Claridad requieren las cosas que llegan al dominio público.
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