Chicos que cumplen la agenda de los grandes
Hay padres interesados en que sus descendientes alcancen el éxito en la vida. Entonces les imponen una agenda de ocupaciones que conspira contra los propios hijos y la familia.Lecciones de música, gimnasia, equitación, clases particulares, teatro, artes marciales, computación, danza, fútbol, básquet. La lista de actividades extraescolares es frondosa.La llamada "niñez urbana", criada en ambientes de clase media y clase media alta, suele vivir atareada, en un mundo en el cual el juego espontáneo se extingue.Es un fenómeno global, que afecta a un segmento sociocultural específico. "Chicos hiperocupados, familias agotadas", es el artículo de Alina Tugend, del diario The New York Times, que recoge la problemática.Allí se consigna que las experiencias que se creía que los niños necesitaban antes del secundario, ahora se han adelantado a antes de la primaria."Dentro de poco, estaremos hablando de las oportunidades de liderazgo para los bebes", ironizó William Doherty, especialista en temas familiares de la Universidad de Minnesota.Al ofrecer tantas oportunidades, e inculcar tantas ocupaciones en sus hijos, los padres se sienten mejores, sin percatarse de la sobreexigencia que cae sobre aquellos.Pero además algunos padres terminan no sólo gastando todos sus recursos financieros, sino también su propia energía emocional."Muchos padres están cansados por su propia extrema presión como padres -dice Bryan Caplan, profesor de economía de la Universidad George Mason-. Hacen tantos sacrificios y están tan estresados de tener que manejar de un lugar al otro, que explotan cuando sus hijos cambian la estación radial".Los padres modernos, sometidos a un profundo vértigo laboral y tecnológico, están obsesionados porque sus hijos no pierdan el tren de la vida.El fracaso social y laboral de estos últimos, en un mundo cada vez más inestable y competitivo, atormenta a esos progenitores, que están convencidos que la mejor herencia para sus hijos en una buena educación.Sin embargo, los expertos aseguran que no hay evidencias de que este tipo de elecciones parentales se traduzcan en éxito académico. Y en cuanto a la felicidad de los jóvenes, el hecho de multiplicar actividades conlleva más bien un correlato negativo."El problema es que muchos de nosotros creemos que cada niño tiene un talento oculto, y que sentimos que les estamos fallando a nuestros hijos si no hacemos todo lo posible para ayudarlos a brillar", refiere Doherty.Los expertos aclarar que ciertamente existen buenas razones para ofrecerle a los chicos algunas experiencias estimulantes fuera del marco escolar, pero sin adherir a un formato de infancia controlada y sobreexigida.El dato es la existencia de una pesada "agenda", que por lo pronto ha convertido al juego libre y espontáneo en una especie en extinción. Pero lo más dramático, es el estrés que le provoca a los chicos este ritmo.A la larga, la hiperexigencia y la escasez de tiempo libre les pasan factura a los niños, quienes empiezan a mostrar signos de agotamiento, de falta de atención y de dificultades en su relación con los demás.Es el momento en que los padres y sus hijos pequeños terminan en el consultorio de especialistas (psicólogos o psicopedagogos), donde se ventila por lo general la excesiva demanda para cumplir con ciertos objetivos que tienen que ver con lo educativo.Los especialistas coinciden, al respecto, en que la "agenda" de los chicos responde más al deseo de sus padres que al de ellos mismos. Los hijos muchas veces deben sobrellevar las exigentes expectativas de sus progenitores.
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