China, la nueva incógnita mundial
El dato frío es que la economía del coloso asiático, cuya demanda ha explicado la bonanza en la última década de regiones como América Latina, entró en una fase de desaceleración.Las famosas "tasas chinas" de crecimiento ya no son lo que eran. Y al ser China el principal socio comercial de la mitad de los países del mundo, se encendieron las alarmas globales: ¿Cuán malo será el impacto sobre el sistema capitalista?Los ojos de los economistas se han enfocado en el fenómeno, para desentrañar si es algo coyuntural o es estructural, si es un retroceso menor sobre la marcha o algo más fundamental.Quien le ha puesto dramatismo al asunto es Paul Krugman, premio Nobel de Economía, profesor de la Universidad de Princeton, y referente del pensamiento neokeynesiano. "Se podría decir que el modelo chino está por chocar con su Gran Muralla", alertó en un reciente artículo aparecido en The New York Times.En su opinión, no hay que tomar a la ligera lo que está pasando con la economía asiática, ya que está atravesando un momento decisivo de su evolución, el cual desafía a la elite gobernante de Pekín.Krugman cree que China está sufriendo el típico síndrome de los países que cumplieron la primera etapa del desarrollo capitalista, al pasar de la agricultura tradicional a las actividades industriales modernas.Este ciclo ya fue estudiado, dice, por el economista W. Arthur Lewis, quien sostuvo que el secreto del éxito de la primera fase del desarrollo se funda en la "mano de obra excedente" de carácter campesino que se vuelca a las fábricas.Se trata de un ejército reservista de trabajadores con bajos salarios, que es la variable productora de la plusvalía del sistema. Este excedente es volcado exclusivamente a la inversión productiva, en desmedro del consumo interno.La población así no ha recibido todo este tiempo los frutos del crecimiento, ya que los ingresos de las familias están acotados. La parte del león fluye a los estratos altos de la sociedad y a la oligarquía gobernante, que se beneficia con los negocios que involucran al Estado.El problema ahora, dice Krugman siguiendo a Lewis, es que se agotó el "excedente de campesinos". Las fábricas se quedaron sin este insumo humano básico. He ahí el cuello de botella de una economía que debe hacer un "rebalanceo drástico", redireccionando el ingreso global del país desde la inversión hacia el consumo.Según el economista norteamericano hacia delante el gasto del consumidor chino debe subir notablemente. "La cuestión está en saber si esto puede suceder con la rapidez suficiente para evitar un fuerte bache", diagnostica.Si China no logra resolver este dilema su economía puede entrar en una crisis. Y esto, obviamente, repercutirá sobre el comercio global, que hasta aquí se veía beneficiado con las compras del gigante asiático.De hecho éste ya ha levantado el pie del acelerador para las importaciones de materias primas, como hierro y cobre, afectando a países de la región como Brasil, Chile y Perú. "Es difícil saber hoy si vamos camino a un colapso del comercio similar al de la década del treinta, pero el riesgo de que ello suceda no debe ser despreciado", alertó Ramiro Albrieu, investigador de la Red Mercosur.Ahora bien, Argentina, tratándose de un país que vende alimentos, quizá quede bien parada tras la reconversión china. ¿Y esto por qué? Si los salarios reales de los trabajadores chinos se incrementan -por estímulos al mercado interno- eso dinamizará la demanda dietaria de esos nuevos consumidores.
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