Como Martín Fierro, la oreja en el suelo
Tanto al gobierno como a la oposición se les presenta la oportunidad de atender los reclamos populares. Antes hay que interpretar lo que está sucediendo.Mario Alarcón Muñiz"Como lombriz me pegué / al suelo para escuchar; / pronto sentí retumbar / las pisadas de los fletes / y que eran muchos jinetes / conocí sin vacilar", relata nuestro padre, Martín Fierro, al recordar sus preparativos para enfrentar a la partida que procuraba apresarlo. El gaucho aprendió del aborigen a detectar movimientos lejanos poniendo la oreja en el suelo.¿Habrá aprendido el gobierno? ¿Lo sabrán los políticos?Esas son las grandes preguntas de estos días. Las respuestas indicarán si tuvo sentido o no la movilización del jueves último. A primera vista -y admitiendo que es muy temprano para intentar conclusiones- se observa que tanto el oficialismo como la oposición evalúan lo ocurrido enmarcándolo dentro de la política clásica, por no decir antigua. Hay excepciones, claro. Pero es evidente que esos parámetros tradicionales son para los dirigentes los instrumentos de medición de lo ocurrido. De ahí quela Presidentao sus funcionarios soliciten a los manifestantes que formen un partido y presenten un programa, mientras ciertos destacados opositores hacen cálculos y formulan vaticinios acerca de quiénes resultarían beneficiarios de la protesta.Nada de eso movilizó a la gente. Nadie propició la destitución del gobierno ni la orientación en determinado sentido y mucho menos el voto por la derecha, el centro, la izquierda, las corporaciones, los yanquis, los chinos, los musulmanes o lo que sea. Esto, que desvela y confunde a los actores de tiro corto, fue sustituido por las cosas simples, las de todos los días, las que realmente interesan y golpean al pueblo.En paz, sin caudillosPara mayor efectividad -y desencanto de algunos oficialistas que hubiesen preferido el bochinche- la protesta se desarrolló en todo el país pacíficamente, sin violencias ni agresiones, sin muestras de odio, en orden, sin divisas partidarias, sólo con banderas argentinas y unos pocos carteles. Tampoco hubo caudillos ni jefes, a tal punto que en Paraná se produjeron dos concentraciones simultáneas en diferentes puntos de la ciudad que luego convergieron dirigiéndose ala Casade Gobierno. Otra curiosidad: una enorme cantidad de jóvenes como protagonistas activos del episodio.La mayoría de los dirigentes políticos se aisló y prefirió observar. Unos por estrategia. Otros porque advirtieron que habían quedado afuera. Todos intuyendo que salían a jugar de visitantes en un terreno desconocido.Es natural que Buenos Aires haya concentrado el mayor número de participantes. Las provincias no le fueron en zaga y todas, sin excepción, mostraron concentraciones o marchas multitudinarias con parecidas características e iguales intenciones.No se recuerda una manifestación de esta magnitud enla Argentina. Hubootras de mayor trascendencia, como la del 17 de octubre de 1945 que cambió la historia y aún influye en la política argentina, pero el momento y los asuntos en juego eran muy diferentes. No caben comparaciones.El hilo conductorEsto de salir los manifestantes sin una convocatoria estructurada, sólo a través de las redes sociales, inaugurando -aunque ya había sucedido el 13 de setiembre- un fenómeno de la comunicación política que ha sorprendido al gobierno y los partidos, abre un panorama diferente. El hilo conductor pasa por otro lado. No por las oficinas del Estado. Menos por por los funcionarios y los punteros. Las cosas están cambiando.A estos manifestantes nadie los apretó ni les pagó el traslado; ni siquiera el boleto del colectivo. No tuvieron choripanes ni tetrabrick. Cada uno se las arregló como pudo para plantear sus reclamos.Pese a las distancias entre puntos diferentes de nuestro país, es sorprendente la coincidencia de las demandas. No parece que alguien las haya sugerido. Y si así hubiese sido habría que admitir el enorme poder de quien fuera capaz de lograr estos resultados.Lo cierto es que nadie protestó por el dólar ni por la ley de medios. En tales demandas sueñan los funcionarios ("¿No te dije? Miami, los ricos, la derecha") para desvalorizar el reclamo. La movilización pidió mayor seguridad, basta de corrupción, fin del autoritarismo, la prepotencia y la soberbia; terminar con las patotas protegidas; contener la inflación y decir la verdad acerca de este asunto que siempre deteriora el salario de los trabajadores; mejorar la educación y la salud; concretar el 82% a los jubilados; asegurar una Justicia independiente; mayor respeto por quienes piensan distinto; libertad de expresión; nada de Cristina eterna y otros tampoco. En fin, una serie de reclamos que bien se pueden sintetizar en uno: mejorar la calidad institucional.El sistema en crisisLo difícil es entender este fenómeno político que acaba de producirse. El oficialismo, sus dirigentes y sus voceros lo simplifican atribuyéndolo a Clarín y "la derecha" (como si ellos fueran "la izquierda"). Pero tanto gobierno como oposición caen en el error de reducir la cuestión a términos electorales. Están confundidos. La movilización carece de retórica electoralista, al menos por lo que se ve. De tal modo, encerrarla en esa instancia equivale a no entender lo que sucede.El sistema político está en crisis. Lo ha planteado la gente. El gobierno y la oposición reaccionan conforme a los moldes clásicos que han perdido vigencia. Así no saldremos del encierro. Hay que escuchar al pueblo poniendo la oreja en el suelo. Es lo más sabio. Como lo hacía Fierro.
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