VÍA NAVEGABLE PARANÁ-PARAGUAY
Contrabando millonario y la necesidad de estar a la altura de las circunstancias

El ingeniero Juan Carlos Isola se refirió a uno de los temas más importantes en la agenda de soberanía, ambiente y recursos económicos del país. La entrega de los '90, la tibieza del actual gobierno y la importancia de dimensionar, por un lado, la gravedad del tema y, por otro, las oportunidades a futuro son abordadas en esta columna.
Juan Carlos Isola* “Soy Oscar Rubén Verón, un simple Capitán Fluvial (M.I. 112477), con 50 años de antigüedad en el organismo (Ministerio de Obras Públicas, hoy Dirección de Puertos y Vías Navegables) que va a cumplir 123 años de su creación, encargado del dragado, mantenimiento, señalización y estudios de los ríos, como antes también se realizaba la construcción de los puertos nacionales y provinciales de toda nuestra nación”. Así comienza el escrito, imperdible, por cierto, en el que Verón advierte que políticamente estamos en manos de personas que no tienen el suficiente coraje para recuperar la soberanía nacional. A lo que le agregaría que tampoco tiene la más mínima intención de hacerlo. El silencio oficial es la más acabada muestra de ello. Las posiciones son esquivas, inclusive cuando el tema divide profundamente las filas dentro de la propia coalición gobernante. La vía navegable troncal Paraná-Paraguay representa nada menos que el principal canal fluvial de entrada y salida de mercancías del país, a cargo, desde 1995, de la empresa Hidrovía SA. Hace dos meses se venció el contrato de concesión del servicio de dragado y balizamiento, pero el Gobierno Nacional concedió una prórroga de 90 días. En este tiempo crecieron significativamente las posiciones a favor de recuperar la soberanía sobre nuestros recursos naturales y sobre el comercio de los mismos, mediante el cual se han enriquecido durante 25 años empresas extranjeras, mientras que nosotros, sus legítimos dueños, contamos siete niños pobres cada diez. “La Hidrovía Paraná-Paraguay es una vena que sangra”, sostenía Alcira Argumedo, quien hablaba de la necesidad de abordar el tema en el marco de discutir un modelo de país, luego de 40 años de hegemonía neoliberal en Argentina. La privatización de los puertos y la hidrovía fue la culminación del plan del ex ministro de Economía Domingo Cavallo. El control de los grandes puertos privados por parte de las cerealeras agroexportadoras y las mineras garantizó la impunidad que hoy reina, con la complicidad, obviamente, de un Estado repleto de funcionarios que lejos están de funcionar cuando del bien común se trata. Es necesario gritar a los cuatro vientos la magnitud del contrabando que generan estas corporaciones y que alcanzan los 30 mil millones de dólares anuales. Para que nos demos una idea de qué estamos hablando: esa cifra representa dos tercios de la deuda externa argentina con el FMI. Controlar eso que hoy no se controla es (o debería ser) una prioridad para los gobiernos. Sobre todo, cuando ese control significaría el ingreso de divisas, en un país como el nuestro. Pero, cuando se trata de control público Argentina hace agua. Ese control suele ser más para los perejiles, sea la actividad que sea, que para los dueños de la pelota. El artículo N°12 del Decreto N° 863/93 estableció la creación, en la órbita del entonces Ministerio de Economía y Obras y Servicios Públicos, del Órgano de Control que tendría a su cargo la supervisión e inspección técnica ambiental, la auditoria económica administrativa contable y legal de las obras y actividades que se contraten por el régimen allí establecido. Dicho organismo tenía como objetivo asegurar la fiscalización y verificación del cumplimiento de las obligaciones del Concesionario, en este caso empresa Hidrovía SA, conformada por el grupo belga Jan de Nul y el holding argentino Emepa, sin embargo, en los hechos, nunca se llegó a constituir como tal. ¿Qué deberían controlar? En el caso de las cerealeras y aceiteras, existen dos líneas fundamentales. Una es la vía terrestre, ya sean los camiones que con la producción del noroeste argentino que llegan hasta Bolivia para exportar desde allí, y los que desde el noreste descargan en Paraguay (país que -préstele atención a este dato- exporta el doble de la soja que produce). La otra forma de control es la vía navegable. En este caso, los barcos que transitan por la llamada Hidrovía Paraná-Paraguay. Otro ejemplo de contrabando y falta de control son las mineras, que incluso se han apropiado de rutas provinciales y ni hablar de las consecuencias ambientales que generan. Por ejemplo, la minera La Alumbrera, instalada en Catamarca, en su declaración jurada dice que exporta tres metales, pero los geólogos tucumanos Miguel Gianfranco y Guillermo Vergara tienen otra visión del tema. Los expertos han analizado lo que se llama “el barro de las exportaciones”, que es en realidad lo que se exporta, porque los metales no se refinan en Argentina, y comprobaron que en realidad no hay solo tres metales: son 28 y los 25 metales restantes son más valiosos que el oro. Se trata de las llamadas “tierras raras”, metales que sirven para la producción de tecnologías para la fabricación de productos tecnológicos de avanzada, desde computadoras y robots hasta misiles. En lo que respecta a lo que se exporta desde La Alumbrera, los geólogos pudieron estimar que el valor anual de ese contrabando es de 8.200 millones de dólares. Este tipo de saqueo no es consecuencia de lo que somos como sociedad, es la causa. En los últimos 40 años, el cóctel de dictadura, neoliberalismo y entrega de recursos hizo que Argentina pase de ser la sociedad más igualitaria de América Latina, con un 6% de pobreza, a tener el 50% de su población pobre. Volvamos a la Hidrovía. En la anteúltima ampliación de prórroga, Auditoria General de la Nación (AGN) señaló que “es un aspecto crítico de esta regulación la debilidad institucional que exhibe la concesión”, recomendando la constitución de un órgano de control. En este sentido, aclaró que “la Subsecretaría de Puertos y Vías Navegables desarrolla su tarea de control del cumplimiento contractual de la Hidrovía Paraná-Paraguay de manera circunstancial, desde hace más de 15 años, dado que el Órgano de Control previsto normativamente nunca fue constituido”. Nada de lo dicho hasta ahora cobrará sentido si, como pedía Alcira Argumedo, no se debate seriamente en el marco de un modelo de país. Nos urge un modelo de desarrollo que contemple el empleo, la sustitución de las importaciones y las exportaciones, el cuidado del ambiente, la salud y la educación. Profundizar la discusión sobre el canal navegable Paraná-Praguay es central en este sentido. De no darse, de no estar a la altura de la historia, lo único que se profundizará será el saqueo, el contrabando y el hambre de las mayorías. *Ingeniero preocupado por la desocupación en Argentina
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