POR FLORENCIA CARBONE
Control de exportaciones: viejas recetas y renovados fracasos
Viejas recetas y viejos fracasos que se renuevan. A pesar de contar con evidencia fehaciente que muestra los efectos negativos que los derechos y restricciones a las exportaciones tienen sobre la producción de los bienes y, en consecuencia, sobre el precio de los alimentos en el mediano plazo, quienes tienen la potestad de definir qué medidas aplicar vuelven a elegir las mismas herramientas.
La tendencia alcista que en los últimos meses mostraron los granos en los mercados internacionales, con su posterior impacto en los precios domésticos, volvió a poner la cuestión en el centro de la escena. Con el objetivo de evitar que ese movimiento de precios se trasladara a los alimentos, el Gobierno volvió a apelar al reducido paquete de medidas que se aplica en estos casos. Maldición En ese contexto, y en medio del debate que se disparó a raíz de los dichos de la diputada nacional Fernanda Vallejos (Unidad Ciudadana) respecto de que exportar alimentos es una "una maldición y una desgracia" debido al supuesto impacto de los movimientos de los precios internacionales de esos productos en los costos locales, la Gerencia de Estudios Económicos de la Bola de Cereales publicó un detallado estudio sobre el tema.
“Cada reducción del 1% en el precio doméstico del maíz podría generar una reducción potencial de 0,21% en el precio del pollo entero de Precios Cuidados”, se lee en uno de los tantos ejemplos que figuran en “Del campo a la góndola: incidencia de los granos en los precios de los alimentos”. Efectos colaterales El trabajo señala que ese viejo recetario de opciones -que suele tener a los derechos y restricciones a las exportaciones al tope del índice- no sólo tiene bajísimo efecto sobre los precios de los alimentos y el bienestar del consumidor aún en el corto plazo, sino que provoca distorsiones que afectan el normal y transparente funcionamiento de los mercados, e impacta negativamente sobre los incentivos para producir. “En el mediano plazo, estas medidas resultaron en menor área sembrada e inversión en tecnología, lo que provocó una caída de la producción y la oferta de granos en el mercado doméstico, y precios superiores a los registrados al momento de adoptarlas”, explican. Por eso, la Gerencia de Estudios Económicos de la Bola de Cereales se propuso analizar la incidencia del precio de los granos en el precio de los productos derivados. Los resultados Como se observa en el cuadro, en promedio, de los productos seleccionados para maíz este representa el 12% del precio final. Si se analiza caso por caso, se observa que el maíz representa: 21% del precio del pollo entero de Precios Cuidados. 13% en el caso de los huevos. 12% en el pollo trozado. 10% para el pechito de cerdo. 8% en la leche 7% para el asado. Luego, se menciona que en el caso del trigo representa 13% del precio final del pan. Costos ocultos, pero conocidos El estudio destaca que, por lo tanto, en los productos estudiados más del 80% del precio al consumidor no depende del precio doméstico de los granos, sino a otros costos, tales como salarios, energía, alquileres, utilidades, impuestos, fletes y otros costos de distribución, que acompañan la evolución del nivel general de precios de la economía. Nada demasiado novedoso para los analistas del sector (y para los productores) pero aparentemente desconocido para los ejecutores de políticas públicas. En el informe se explica que el aumento del precio de los granos a nivel global revivió las preocupaciones sobre el impacto de los mismos en los precios de los alimentos derivados de trigo y maíz en el mercado interno, y que en consecuencia se adoptaron diversas medidas de política agropecuaria con el objetivo de desacoplar el precio doméstico del internacional. Reincidentes Y se recuerda que “muchas de las medidas ya han sido llevadas a la práctica en nuestro país en distintos períodos históricos”, siendo el más reciente el comprendido entre 2002 y 2015, donde se implementaron derechos de exportación, tipos de cambio diferenciales, restricciones cuantitativas a la exportación, límites máximos de precios internos y compensaciones. “Contrariamente a los resultados esperados, las mismas no tuvieron efectos relevantes en el precio de los alimentos y el bienestar de los consumidores”, al tiempo que provocaron distorsiones que afectaron el normal y transparente funcionamiento de los mercados, impactando negativamente sobre los incentivos para producir y el bienestar de los productores. De un extremo al otro Y se cita como “caso paradigmático” lo ocurrido con el trigo argentino. “Como consecuencia de los derechos de exportación y las restricciones a la exportación, los productores llegaron a recibir apenas el 50% del precio internacional. La caída en la rentabilidad del cultivo, sumada a la incertidumbre que introducían las restricciones a la comercialización, llevaron a los productores a reducir el área sembrada, especialmente en las zonas más alejadas de los puertos y con menor potencial de rendimiento, hasta alcanzar los valores más bajos de producción con 7,9 millones de toneladas en la campaña 2009/10”, describe el informe. “Los efectos negativos sobre la oferta continuaron en las campañas siguientes, y en 2013 el trigo argentino pasó de ser el más barato a convertirse en el más caro del mundo. Durante ese año, se llegaron a negociar contratos por un valor superior a los 600 dólares por tonelada en Argentina, cuando a nivel internacional el valor promediaba los US$310 por tonelada”, añade el trabajo de la Bolsa de Cereales. Cómo se traduce ¿Cuál sería el impacto en el precio final de diferentes productos por cada reducción de 1% en el precio doméstico del maíz? Los especialistas estudiaron diferentes opciones: Pollo entero de Precios Cuidados: se generaría una reducción potencial de 0,21% en el precio final. Huevos: 0,13% menos. Pollo trozado: -0,12%. Pechito de cerdo: -0,10%. Leche: -0,08%. Asado: -0,07%. En el mismo sentido, una reducción del 1% en el precio doméstico del trigo, provocaría una reducción potencial de 0,13% en el precio del pan. “Los precios al consumidor final dependen de múltiples factores, que se ven potenciados por un contexto inflacionario, por lo que en la práctica estas bajas pueden ni siquiera observarse”, advierte el informe. Impacto sobre el Índice de Precios al Consumidor Luego, se cuantificó el impacto del aumento del precio del maíz y el trigo sobre el IPC, para lo que se consideraron los rubros del IPC CABA, los cuales corresponden a productos cuyos costos de producción están asociados al trigo o el maíz. “En diciembre de 2020, los alimentos de interés para este trabajo registraban una ponderación de 5% en el IPC. Es decir que un incremento del 1% del precio de estos alimentos tendría una incidencia de 0,05 puntos porcentuales (p.p.) en el índice de inflación. Siguiendo este razonamiento, si el precio del maíz y del trigo registrara un incremento del 30% y la participación de estos en los bienes de consumo básico estudiados es de 10,8%, la incidencia sobre el IPC sería de solo 0,162 p.p.” Conclusiones A modo de conclusiones, los expertos señalan que queda demostrado que “el precio de los granos representa un porcentaje relativamente bajo del precio final de los alimentos, y por lo tanto tienen una incidencia menor en el Índice de Precios al Consumidor. La mayor parte del mismo está relacionada con otros insumos y costos, como salarios, energía, alquileres, fletes, impuestos, utilidades y otros costos de distribución”. Por lo tanto, sostienen, “políticas dirigidas a evitar una suba en el precio de los granos no tendrán efectos significativos sobre los precios de los bienes de consumo” y sugieren que “una política destinada a combatir las causas de la inflación, incluida la de alimentos, debería basarse en otras herramientas de política monetaria, cambiaria y fiscal”. Boomerang Por último, se dice que como contrapartida al bajo impacto sobre los precios de los alimentos en el corto plazo, políticas como controles de precios, derechos de exportación y restricciones cuantitativas a las exportaciones, “redundan en efectos negativos sobre la producción y reducen las oportunidades de hacer frente al alto riesgo climático que enfrentan los productores”, lo que resulta en una menor oferta y mayores precios en el mediano plazo, afectando también negativamente el bienestar de los consumidores. “Si el objetivo buscado es mitigar los efectos negativos de los aumentos de precios de alimentos sobre los consumidores, son las políticas de subsidios a la demanda las que mejores resultados han mostrado en términos de eficiencia y equidad, tal cual lo muestran experiencias internacionales de ayuda alimentaria como los cupones de alimentos de la Ley Agrícola de Estados Unidos. Las nuevas tecnologías permiten hoy llegar de manera sencilla a quienes necesiten de la política, segmentando adecuadamente por la situación socio-económica de cada consumidor”, añaden. ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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