Córdoba, inflación, la Corte, Cristina, Sinceramente y la Constitución
El domingo fue un duro golpe. Pensar que en tierras cordobesas Macri sacó el 70% de los votos en el histórico balotaje del 2015. Ahora la cosecha fue magra. Pero el miércoles, el INDEC le trajo una 'buena' noticia: la inflación de abril. Y la Corte Suprema, en ese clásico empeño por seguir desprestigiando al Poder Judicial, le dio otra mano. En el medio, el bolonqui con los radicales que nadie sabe cómo terminará.
Jorge Barroetaveña
La semana fue una montaña rusa para el oficialismo. El domingo pasado Juan Schiaretti le pegó una paliza a los dos candidatos de Cambiemos, Negri y Mestri y dejó en claro que Córdoba no está ni cerca de cambiar de mano. La derrota del oficialismo fue categórica y contrastante con lo que pasó en el 2015. Con semejante nivel de conflictividad interno y un panorama nacional complicado, los números no hicieron más que ser una consecuencia de eso. Paradójicamente, el único que le tiró una soga al Presidente fue el candidato ganador. A las pocas horas de sacar a pasear a sus rivales, Schiaretti no quiso dejar dudas: "nosotros estamos en Alternativa Federal. Cristina tiene su partido, Unidad Ciudadana y es otra cosa", lanzó como para marcar la cancha. Y agregó: "lo que pasó en Córdoba no tiene necesariamente una lectura nacional". Chan chan diría el informe de la tele.
Los ecos de la derrota cordobesa seguirán por un tiempo. Si hasta las puteadas de Carrió a Massot se derivan de aquella, tanto como los reproches a la ausencia de funcionarios nacionales en las campañas de las provincias. El PRO ha demostrado una virtud que se pensaba patrimonio de los partidos tradicionales: a la hora de la victoria están todos pero en la derrota no aparece ni el loro.
La estabilidad del dólar durante la semana y la inflación que dio a conocer el INDEC del mes de abril fueron un bálsamo entre tantas malas noticias. Alta, 55% anualizada, la inflación parece empezar a dar signos de ceder, aunque el verdadero impacto tardará en llegar al grueso de la sociedad. La ilusión oficial, de poder mostrar brotes verdes en la campaña, se reduce cada vez más. Deberán conformarse con un dólar planchado y una inflación en baja, con escaso impacto en la economía real. Si Cambiemos quiere ganar deberá hacerlo en medio de un recesión económica profunda, con niveles de inflación incompatibles con una economía seria y el poder adquisitivo del salario en plena pelea por recuperarse. Poco, aunque mucho en relación a lo que se venía.
Esa mira, la de las cosas que pondrá en la balanza la sociedad a la hora de votar, tendrá que ser recalculada. La economía, esa eterna diosa que ha hecho caer gobiernos, no le dará casi nada a Cambiemos. La política, que hasta acá le ha permitido subsistir, será la principal fuente de la que deberán abrevar. En ese ancho mundo, empiezan a colarse los devaneos de uno y de otros.
El oficialismo cruje cuando un radical como Cornejo habla y desliza que Macri podría no ser candidato. A las dos horas vuela a la Casa Rosada y lo mira Marcos Peña, a quien acaba de criticar y dice que no dijo lo que dijo. Carrió se pelea con todo lo que se le cruza. Y hasta lo insulta. Levanta la bandera de la soledad de los candidatos del interior y pide por ellos. No le falta razón.
Otro grupo de radicales lo busca a Roberto Lavagna como si fuera la piedra filosofal que los va a salvar. Es rara la imagen de la puerta que se cierra detrás de ellos. Ni siquiera hay una foto para la nueva política que se hace por whatsapp y selfies.
Del otro lado, la amplia sombra de Cristina se abate sobre todo lo que la rodea. Massa se ve obligado a decir que sigue siendo candidato a Presidente y desautoriza a los que negocian en su nombre. Urtubey y Pichetto actúan por reacción a los movimientos de los demás y Lavagna sobrevuela la grieta, sin darse cuenta que ya forma parte de ella. Claro que la mano final llegó de la mano de la Corte Suprema. A esta altura, con sinceridad, nadie sabe para dónde va a salir.
La única certeza es la justicia permeable a los tiempos políticos. Desde hace meses que las causas que involucran a la ex presidenta se han 'ralentizado'. ¿Extrañamente? No, consecuentemente. ¿A qué? A las chances ciertas que Cristina tiene de volver a la Presidencia de la Nación. Ni más ni menos. Alberto Fernández, hombre que ha estado en la cocina de casi todos los partidos en los últimos años, fue el más crudo y el más sincero. Directamente le avisó a los jueces que, si siguen con la persecuta a Cristina, van a tener muchos problemas. "Van a tener que rendir cuentas", lanzó. ¿Amenaza velada? En la Argentina decir lo que dijo Fernández es no mentir. Tan sencillo como eso. Que cada uno lo tome como quiera.
Poco acostumbrados a que se los señale en la calle y a vivir aislados en los oscuros pasillos de los tribunales de Lavalle, los integrantes de la Corte no imaginaron la repercusión que tendría la mera sospecha de intentar suspender o retrasar el primer mega juicio por corrupción en los 12 años del kirchnerismo. Tres cacerolas y algunos titulares bastaron para que dieran marcha atrás. En chancletas, diría mi abuelita. Pero no fue una señal confusa. En medio de un proceso electoral lanzado, aunque le falten varios casilleros, todo adquirirá un valor superlativo. Hasta los jueces están jugando su propio partido. ¿Adónde quedó la República? Perdida en algún lugar. Pero no está sola. Al lado, en silencio, la acompaña un librito. ¿Sinceramente? No, la Constitución Nacional.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios