Corrupción e impunidad, mellizas malditas
Hay una frase en la jerga popular que expresa: "Los ladrones de gallinas siempre van presos. Los ladrones de guante blanco, no". No se desconoce que en la cárcel también hay quienes han matado o violado. Pero lo que se quiere señalar, a modo de repudio, es que no todos los delitos se sancionan; que la mayoría de los delitos de corrupción llamados de "guante blanco" quedan impunes.Por Monseñor Jorge Eduardo Lozano*
Recordemos sólo algunos de los casos emblemáticos más ventilados en los medios de comunicación: pollos en mal estado, leche en polvo adulterada, el Cromagnon del yo no fui, el caso Skanska, sobreprecios en licitaciones, sobornos que compran leyes laborales, valijas con dinero inexplicable, fuga de capitales, medicamentos falsificados que generan enormes ganancias, radares que no funcionan (y no se reparan) para detectar vuelos clandestinos con droga o mercadería de contrabando, artistas beneficiados por franquicias a vehículos para discapacitados, el Riachuelo, guardapolvos regalados y vendidos, arreglos no claros entre IBM y el Banco Nación, adquisición "casual" de dos millones de dólares días antes de su aumento, comprar barato y vender caro terrenos fiscales, sospechados viajes en avión de funcionarios, aduanas extraoficiales. Seguramente el lector ampliará esta lista.Hay causas que han quedado atrapadas en un "limbo jurídico". Las causas judiciales por corrupción tienen un promedio de 14 años de duración, y suelen prescribir sin condena para nadie. Hace poco escuché en la radio que desde 1983 hasta 2010, sólo cuatro personas han sido condenadas por delitos de corrupción. ¿Habrán investigado a niños de primera comunión? Según un trabajo de la consultora Poliarquía y publicado en La Nación el 6 de junio pasado, la corrupción es vista por el 70% de los consultados como "muy grave", y otro 24% la evalúa como "bastante grave". Esto nos muestra la seriedad del tema, al mismo tiempo que el gran desprecio por la ley y la ética en la vida pública.No es por sorteo que la Argentina está ubicada, según parámetros internacionales en la materia, en el puesto 106 sobre 180 países evaluados. Viene manteniéndose firme en torno a este lugar desde hace varios años, obteniendo menos de 3 puntos en una escala de 1 a 10 (lo que significa un aplazo continuo).La impunidad no puede convivir con el Estado de Derecho. Es un ácido que corroe sus cimientos. Lamentablemente, ella se instaló en nuestra sociedad. Nos deja el sabor amargo de estar ante una coraza protectora que la verdad y la Justicia no logran penetrar. La impunidad protege a los corruptos en estructuras del Estado, funcionarios, políticos, fuerzas de seguridad, dirigentes sociales, empresas públicas y privadas, personas jurídicas y ciudadanos particulares. Decir que estos delincuentes de la corrupción tienen "guantes blancos" es demasiado naïf. Tienen las manos manchadas de sangre.Existen también guantes que se usan para ocultar las manos sucias de la especulación y la avaricia. Las que lavan dinero de las mafias nacionales e internacionales. Las que promueven el juego y se enriquecen con el dinero de los pobres. No son, precisamente, guantes inmaculados.Algunos son expertos en fabricar guantes para disfrazar manos con forma de garfio de pirata, o garra de bestia que desgarra, destroza y mata. Son las manos de quienes acercan el paco y otras drogas a niños y jóvenes; de los que trafican armas y venden un calibre 38 por 50 pesos a los pibes del barrio; de quienes secuestran y torturan niños, niñas y adolescentes para explotarlos sexualmente en maquillados prostíbulos distribuidos en rutas y ciudades de nuestro país del Bicentenario.El modelo que nos dejaron los Patriotas de Mayo era llegar al poder pobre y salir pobre; o llegar rico y salir menos rico o pobre. Poco después, ya no se dio así. Es cierto que hubo y hay muchísimos líderes políticos y sociales con una vida modesta y sencilla. Pero la conducta de algunos corruptos y ladrones hace que la sospecha y la mala fama se expandan sobre todos, cual mancha de aceite. Se hizo moneda corriente el enriquecimiento ilegítimo y muchas veces también ilícito.Éste es uno de los motivos por los cuales es tan baja la credibilidad en los partidos políticos y sindicatos. También en las fuerzas de seguridad y la Justicia. ¿Cómo es posible que en los barrios todos sepan dónde se vende droga, menos quienes deben combatirla? ¿O todos sepan dónde se vende alcohol a menores, menos los inspectores?No es que la gente no valore la política. Pero se ve en las encuestas que ya no se banca la corrupción; ya no soporta aquello de "roba pero hace". No tolera la corruptela de los "legisladores panqueque", los que viajan a países lejanos en fecha de votaciones importantes o de pronto se esfuman a la hora de aceptar o rechazar una ley.En todos los casos de corrupción solemos encontrar afán desmedido de poder y de dinero. El lucro como único horizonte, sin importar los medios para obtenerlo.Volvamos nuestra mirada a las cárceles: allí son todos pobres. Caen los más débiles de la cadena de delitos. El hilo, como siempre, se corta por lo más delgado. Un sistema penal en que sólo van presos los pobres y los excluidos, y los corruptos están libres, no es un sistema que haga justicia."¿Cómo podemos arreglar?" o "¿Para mí cuánto hay?", preguntó Judas para traicionar a Jesús. "Todo hombre tiene su precio." También hoy son expresiones de la corrupción al alcance de la mano para seguir vendiendo sangre inocente.Poncio Pilato, en un juicio fraudulento, se corrompió por el poder. Para seguir aferrado a su puesto, negó la verdad, miró para otro lado y se lavó las manos. Era un político pragmático. Después de todo, ¿qué importa una vida más o menos?La corrupción no es indiferente. Banca mafias y "ñoquis", y no se preocupa del bien del pueblo. Hace la vista gorda ante el apriete o la amenaza a jueces, testigos, legisladores, empresarios, curas o funcionarios. Pueden amordazar muchas bocas pero nunca acallar la verdad.Renovemos la costumbre de llamar las cosas por su nombre. No disfracemos con mantos de piedad la crueldad y el horror. En el imperio de la inmoralidad, el emperador siempre busca quedar impune. El imperio de la justicia lucha por imponerse y es responsabilidad de todos los ciudadanos.La corrupción pudre la convivencia social. La corrupción mata. La impunidad es su hermana melliza. Crecen juntas y van de la mano.*Publicado en la edición de ayer de La Nación
Recordemos sólo algunos de los casos emblemáticos más ventilados en los medios de comunicación: pollos en mal estado, leche en polvo adulterada, el Cromagnon del yo no fui, el caso Skanska, sobreprecios en licitaciones, sobornos que compran leyes laborales, valijas con dinero inexplicable, fuga de capitales, medicamentos falsificados que generan enormes ganancias, radares que no funcionan (y no se reparan) para detectar vuelos clandestinos con droga o mercadería de contrabando, artistas beneficiados por franquicias a vehículos para discapacitados, el Riachuelo, guardapolvos regalados y vendidos, arreglos no claros entre IBM y el Banco Nación, adquisición "casual" de dos millones de dólares días antes de su aumento, comprar barato y vender caro terrenos fiscales, sospechados viajes en avión de funcionarios, aduanas extraoficiales. Seguramente el lector ampliará esta lista.Hay causas que han quedado atrapadas en un "limbo jurídico". Las causas judiciales por corrupción tienen un promedio de 14 años de duración, y suelen prescribir sin condena para nadie. Hace poco escuché en la radio que desde 1983 hasta 2010, sólo cuatro personas han sido condenadas por delitos de corrupción. ¿Habrán investigado a niños de primera comunión? Según un trabajo de la consultora Poliarquía y publicado en La Nación el 6 de junio pasado, la corrupción es vista por el 70% de los consultados como "muy grave", y otro 24% la evalúa como "bastante grave". Esto nos muestra la seriedad del tema, al mismo tiempo que el gran desprecio por la ley y la ética en la vida pública.No es por sorteo que la Argentina está ubicada, según parámetros internacionales en la materia, en el puesto 106 sobre 180 países evaluados. Viene manteniéndose firme en torno a este lugar desde hace varios años, obteniendo menos de 3 puntos en una escala de 1 a 10 (lo que significa un aplazo continuo).La impunidad no puede convivir con el Estado de Derecho. Es un ácido que corroe sus cimientos. Lamentablemente, ella se instaló en nuestra sociedad. Nos deja el sabor amargo de estar ante una coraza protectora que la verdad y la Justicia no logran penetrar. La impunidad protege a los corruptos en estructuras del Estado, funcionarios, políticos, fuerzas de seguridad, dirigentes sociales, empresas públicas y privadas, personas jurídicas y ciudadanos particulares. Decir que estos delincuentes de la corrupción tienen "guantes blancos" es demasiado naïf. Tienen las manos manchadas de sangre.Existen también guantes que se usan para ocultar las manos sucias de la especulación y la avaricia. Las que lavan dinero de las mafias nacionales e internacionales. Las que promueven el juego y se enriquecen con el dinero de los pobres. No son, precisamente, guantes inmaculados.Algunos son expertos en fabricar guantes para disfrazar manos con forma de garfio de pirata, o garra de bestia que desgarra, destroza y mata. Son las manos de quienes acercan el paco y otras drogas a niños y jóvenes; de los que trafican armas y venden un calibre 38 por 50 pesos a los pibes del barrio; de quienes secuestran y torturan niños, niñas y adolescentes para explotarlos sexualmente en maquillados prostíbulos distribuidos en rutas y ciudades de nuestro país del Bicentenario.El modelo que nos dejaron los Patriotas de Mayo era llegar al poder pobre y salir pobre; o llegar rico y salir menos rico o pobre. Poco después, ya no se dio así. Es cierto que hubo y hay muchísimos líderes políticos y sociales con una vida modesta y sencilla. Pero la conducta de algunos corruptos y ladrones hace que la sospecha y la mala fama se expandan sobre todos, cual mancha de aceite. Se hizo moneda corriente el enriquecimiento ilegítimo y muchas veces también ilícito.Éste es uno de los motivos por los cuales es tan baja la credibilidad en los partidos políticos y sindicatos. También en las fuerzas de seguridad y la Justicia. ¿Cómo es posible que en los barrios todos sepan dónde se vende droga, menos quienes deben combatirla? ¿O todos sepan dónde se vende alcohol a menores, menos los inspectores?No es que la gente no valore la política. Pero se ve en las encuestas que ya no se banca la corrupción; ya no soporta aquello de "roba pero hace". No tolera la corruptela de los "legisladores panqueque", los que viajan a países lejanos en fecha de votaciones importantes o de pronto se esfuman a la hora de aceptar o rechazar una ley.En todos los casos de corrupción solemos encontrar afán desmedido de poder y de dinero. El lucro como único horizonte, sin importar los medios para obtenerlo.Volvamos nuestra mirada a las cárceles: allí son todos pobres. Caen los más débiles de la cadena de delitos. El hilo, como siempre, se corta por lo más delgado. Un sistema penal en que sólo van presos los pobres y los excluidos, y los corruptos están libres, no es un sistema que haga justicia."¿Cómo podemos arreglar?" o "¿Para mí cuánto hay?", preguntó Judas para traicionar a Jesús. "Todo hombre tiene su precio." También hoy son expresiones de la corrupción al alcance de la mano para seguir vendiendo sangre inocente.Poncio Pilato, en un juicio fraudulento, se corrompió por el poder. Para seguir aferrado a su puesto, negó la verdad, miró para otro lado y se lavó las manos. Era un político pragmático. Después de todo, ¿qué importa una vida más o menos?La corrupción no es indiferente. Banca mafias y "ñoquis", y no se preocupa del bien del pueblo. Hace la vista gorda ante el apriete o la amenaza a jueces, testigos, legisladores, empresarios, curas o funcionarios. Pueden amordazar muchas bocas pero nunca acallar la verdad.Renovemos la costumbre de llamar las cosas por su nombre. No disfracemos con mantos de piedad la crueldad y el horror. En el imperio de la inmoralidad, el emperador siempre busca quedar impune. El imperio de la justicia lucha por imponerse y es responsabilidad de todos los ciudadanos.La corrupción pudre la convivencia social. La corrupción mata. La impunidad es su hermana melliza. Crecen juntas y van de la mano.*Publicado en la edición de ayer de La Nación
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