Crisis social en la era posindustrial
La mayoría de los teóricos de la sociología y de la economía coinciden en señalar que la sociedad organizada en torno a la gran empresa industrial, símbolo del capitalismo del siglo XX, ha desaparecido.La inestabilidad mundial de hoy -tanto la crisis social instalada en el corazón del mundo desarrollado como en los nuevos conflictos geopolíticos (terrorismo)-, sería un reflejo del cambio operado en la estructura económica del capitalismo.Teóricos como el norteamericano Daniel Bell y el francés Alain Touraine han escrito que la Revolución Industrial (inaugurada en Gran Bretaña en el siglo XVIII), que reestructuró la sociedad de la modernidad, hace tiempo ha entrado en crisis.Estos autores señalan que el sistema económico ha evolucionado hacia un estadio donde la "fábrica" ha dejado de ser la figura central, y con ella la categoría social del "obrero". Y así hemos entrado a la llamada "sociedad posindustrial".La mutación socio-económica obedecería a una revolución tecnológica operada al interior del modo de producción capitalista, con base en las tecnologías de la información.Este tipo de transiciones no son nuevas, han existido en el pasado. El cambio tecnológico, de hecho, signó el paso de la sociedad feudal a la industrial.Como explicó al respecto Carlos Marx: "El molino de viento produce una sociedad con señores feudales; el telar de vapor produce una sociedad con capitalismo industrial".La sociedad posindustrial es hija de la revolución informática, iniciada a mediados de la década del '70. A nivel social, esto ha producido un considerable desplazamiento de la mano de obra industrial, y el predominio del sector servicios (comunicación y conocimiento).Por debajo de este cambio hay un gran debilitamiento de todo el entramado social tejido en torno al formato de la gran empresa, asegura Daniel Cohen, autor de "Tres lecciones sobre la sociedad posindustrial".Lo que está estallando ante nuestra vista, dice, es la "solidaridad orgánica" inscrita en la fábrica, que es el corazón del industrialismo. Y quienes más sufren este cambio son los asalariados, quienes soportan los riesgos de la inestabilidad laboral.Quien habló de esta tendencia en 1995 fue el sociólogo norteamericano Jeremy Rifkin, autor de "El fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: nacimiento de una nueva era", un libro que se constituyó en un best seller.Allí plantea que el fin del trabajo es algo inevitable, en razón de que las nuevas tecnologías (ordenadores y robótica) desplazan la mano de obra humana. Esto trae aparejado un alto desempleo estructural que desafía la gobernabilidad de las sociedades.Cohen describe con nostalgia la cohesión social que acompañaba a las economías anteriores. "A imagen de la sociedad feudal -afirma-, la sociedad industrial del siglo XX vincula un modo de producción y un modo de protección. Sella la unidad de la cuestión económica y la cuestión social".En su opinión, el actual capitalismo organiza científicamente la destrucción de la sociedad industrial. "Modifica los principios de organización de las empresas y eso deriva en nuevos comportamientos que no dañan en sí a la economía, sino a la convivencia entre los seres humanos", razona.Al desestructurarse la fábrica, sostiene Cohen, las fuentes de trabajo tradicionales se volatilizan, lo que produce una nueva segregación social, que a su vez replica en la configuración de la ciudad, donde los grupos sociales (pobres y ricos) se alejan cada vez más.
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