Cristina y Alfonsín, cada vez más solos frente a las urnas de octubre
Y al final no le dio el cuero a Macri. Después de meses de idas y vueltas anunció que peleará por seguir siendo Jefe de Gobierno en Buenos Aires. Cristina y Alfonsín, agradecidos, paladean la pelea mano a mano de octubre.
Jorge Barroetaveña
EspecialSe fue quedando sin margen el macrismo. Es que a medida que avanzó la campaña y la estrategia de alianzas no fue dando resultado, Macri se encontró pedaleando en el aire. PRO no tiene estructura para llegar a todo el país. El intento del Peronismo Federal naufragó mal y se esfumó la máxima posibilidad: la pelea con platos por la cabeza incluída, entre Duhalde y Rodríguez Saá fue el final. Con los radicales hubo escarceos pero las palabras destempladas de Alfonsín dejaron en crisis cualquier acercamiento. Los caminos entonces se le fueron cerrando, dando cumplimiento así a un viejo estigma que persigue desde hace décadas a la política argentina: nada que esté fuera de la influencia radical o peronista tiene chances ciertas de llegar a la Casa Rosada. Si hasta una UCR maltrecha y golpeada después de la crisis, que parecía terminal, del 2.001, se ha recuperado, erigiéndose en la única estructura con alguna posibilidad de pelearle al oficialismo. Todos los demás han mutado en satélites de los partidos mayoritarios, el principal indicio quizás que la Argentina se encamina otra vez hacia la consolidación del bipartidismo.Macri volverá a pelear por la Ciudad de Buenos Aires. Allí la contienda se anticipa interesante con varios pesos pesados como Solanas y Filmus que están dispuestos a dar batalla. ¿Qué hará la UCR? Es una incógnita. Si bien ya tiene candidato, o candidata, Silvana Giúdici, Alfonsín le habría confesado a sus íntimos que no planea meter las narices en un distrito que considera complicado. Todos sus esfuerzos estarán centrados en la clave Provincia de Buenos Aires. Allí no escatimará apertura, aunque ya emplazó al GEN de Margarita Stolbizer que se niega a tragarse el sapo de Francisco de Narváez. Una entente entre ambos sectores está muy avanzada y Alfonsín cayó en la cuenta que debe flexibilizar su política de alianzas. Si aspira a tener chances de llegar a la segunda vuelta, sabe que pasar el filtro de la primera es una condición pre-existente.Si Solanas se dio cuenta que en la Nación no tenía alternativas, el socialismo santafesino va cayendo en la cuenta de lo mismo. La feroz pelea entre Binner y Giustiniani no ha hecho más que potenciar al peronismo provincial, que se relame ante la interna socialista. La fricción permanente entre el gobernador y el senador los ha desgastado para aspirar a más a nivel nacional. Gane quien gane la interna entre ambos, le será difícil seguir negociando con la UCR para imponer algo más que la vicepresidencia. Esa parece ser la aspiración de máxima de un socialismo que equivocó el momento para dirimir sus diferencias. Si es una crisis de crecimiento sólo el tiempo lo dirá. Por ahora, esa misma crisis, le puso techo a sus ambiciones.Duhalde pataleó el viernes desde el Luna Park. Haciendo un ligero viraje en su discurso, optó por no hablar más de diálogo. Hay que reconocerle que ha sido, casi el único, en todos estos meses, que apostó en serio por los consensos entre los opositores, con resultados hasta ahora desalentadores. Conocedor fino de hasta donde se puede tensar la cuerda, el viernes jugó la última carta: le dio duro al gobierno nacional y centró su discurso en él. Apenas una mención al ex presidente Raúl Alfonsín fue la puerta abierta para una eventual conversación e indicio de a quién podría apoyar si no llega a la segunda vuelta.Mientras la oposición se mira las manos y trata de leer sus líneas, la Presidenta de la Nación esquiva, con intencionalidad, cualquier definición y juega con todas las especulaciones. Su ausencia en el acto de la CGT fue tan cantada como estratégica. Mandó a todo su gabinete, algunos gobernadores y una carta, en la que no mencionó una sola vez a Hugo Moyano. Claro, al día siguiente lo recibió en la Casa de Gobierno, igual que a los popes de la Unión Industrial Argentina. Fiel a su estrategia se paró en el medio de los dos y les pidió mesura a la hora de la negociación salarial y de la protesta. La Presidenta está preocupada por los desbordes de las protestas en un año electoral y es en lo que Moyano le provoca más recelo. Durante la semana, el líder los camioneros le contestó con sutileza: su hijo bloqueó destilerías en la Provincia de Buenos Aires y el desabastecimiento se hizo sentir. A esta altura, es probable que Moyano no sepa manejar otra forma de presión. Quizás no es que lo haga intencionalmente sino simplemente porque desconoce otros métodos. En un país normal, como se anuncia siempre desde el gobierno, en el que vivimos desde el 2.003, el apriete debería empezar a formar parte del pasado. Cristina lo sabe y quiere cambiarlo, por eso sus cuestionamientos al camionero. El jueves, durante la inauguración de los 30 kilómetros de Autopista Mesopotámica, la primera mandataria volvió a quebrarse. Recordó lo que Néstor Kirchner amaba Entre Ríos y puso un freno cuando un grupo de manifestantes empezó a pedir '10 años más'. Levantando la mano, la Presidenta espetó: "no, no, no me va a dar el cuero". Lo dijo en serio, afuera de cualquier especulación política. No es la primera vez que lo da a entender. Sólo ella sabe hasta dónde se siente la ausencia de Néstor Kirchner. Pero también debe ser conciente que sólo ella garantiza la subsistencia del 'modelo nacional y popular'. Toda una carga que debe sobrellevar sola.
Jorge Barroetaveña
EspecialSe fue quedando sin margen el macrismo. Es que a medida que avanzó la campaña y la estrategia de alianzas no fue dando resultado, Macri se encontró pedaleando en el aire. PRO no tiene estructura para llegar a todo el país. El intento del Peronismo Federal naufragó mal y se esfumó la máxima posibilidad: la pelea con platos por la cabeza incluída, entre Duhalde y Rodríguez Saá fue el final. Con los radicales hubo escarceos pero las palabras destempladas de Alfonsín dejaron en crisis cualquier acercamiento. Los caminos entonces se le fueron cerrando, dando cumplimiento así a un viejo estigma que persigue desde hace décadas a la política argentina: nada que esté fuera de la influencia radical o peronista tiene chances ciertas de llegar a la Casa Rosada. Si hasta una UCR maltrecha y golpeada después de la crisis, que parecía terminal, del 2.001, se ha recuperado, erigiéndose en la única estructura con alguna posibilidad de pelearle al oficialismo. Todos los demás han mutado en satélites de los partidos mayoritarios, el principal indicio quizás que la Argentina se encamina otra vez hacia la consolidación del bipartidismo.Macri volverá a pelear por la Ciudad de Buenos Aires. Allí la contienda se anticipa interesante con varios pesos pesados como Solanas y Filmus que están dispuestos a dar batalla. ¿Qué hará la UCR? Es una incógnita. Si bien ya tiene candidato, o candidata, Silvana Giúdici, Alfonsín le habría confesado a sus íntimos que no planea meter las narices en un distrito que considera complicado. Todos sus esfuerzos estarán centrados en la clave Provincia de Buenos Aires. Allí no escatimará apertura, aunque ya emplazó al GEN de Margarita Stolbizer que se niega a tragarse el sapo de Francisco de Narváez. Una entente entre ambos sectores está muy avanzada y Alfonsín cayó en la cuenta que debe flexibilizar su política de alianzas. Si aspira a tener chances de llegar a la segunda vuelta, sabe que pasar el filtro de la primera es una condición pre-existente.Si Solanas se dio cuenta que en la Nación no tenía alternativas, el socialismo santafesino va cayendo en la cuenta de lo mismo. La feroz pelea entre Binner y Giustiniani no ha hecho más que potenciar al peronismo provincial, que se relame ante la interna socialista. La fricción permanente entre el gobernador y el senador los ha desgastado para aspirar a más a nivel nacional. Gane quien gane la interna entre ambos, le será difícil seguir negociando con la UCR para imponer algo más que la vicepresidencia. Esa parece ser la aspiración de máxima de un socialismo que equivocó el momento para dirimir sus diferencias. Si es una crisis de crecimiento sólo el tiempo lo dirá. Por ahora, esa misma crisis, le puso techo a sus ambiciones.Duhalde pataleó el viernes desde el Luna Park. Haciendo un ligero viraje en su discurso, optó por no hablar más de diálogo. Hay que reconocerle que ha sido, casi el único, en todos estos meses, que apostó en serio por los consensos entre los opositores, con resultados hasta ahora desalentadores. Conocedor fino de hasta donde se puede tensar la cuerda, el viernes jugó la última carta: le dio duro al gobierno nacional y centró su discurso en él. Apenas una mención al ex presidente Raúl Alfonsín fue la puerta abierta para una eventual conversación e indicio de a quién podría apoyar si no llega a la segunda vuelta.Mientras la oposición se mira las manos y trata de leer sus líneas, la Presidenta de la Nación esquiva, con intencionalidad, cualquier definición y juega con todas las especulaciones. Su ausencia en el acto de la CGT fue tan cantada como estratégica. Mandó a todo su gabinete, algunos gobernadores y una carta, en la que no mencionó una sola vez a Hugo Moyano. Claro, al día siguiente lo recibió en la Casa de Gobierno, igual que a los popes de la Unión Industrial Argentina. Fiel a su estrategia se paró en el medio de los dos y les pidió mesura a la hora de la negociación salarial y de la protesta. La Presidenta está preocupada por los desbordes de las protestas en un año electoral y es en lo que Moyano le provoca más recelo. Durante la semana, el líder los camioneros le contestó con sutileza: su hijo bloqueó destilerías en la Provincia de Buenos Aires y el desabastecimiento se hizo sentir. A esta altura, es probable que Moyano no sepa manejar otra forma de presión. Quizás no es que lo haga intencionalmente sino simplemente porque desconoce otros métodos. En un país normal, como se anuncia siempre desde el gobierno, en el que vivimos desde el 2.003, el apriete debería empezar a formar parte del pasado. Cristina lo sabe y quiere cambiarlo, por eso sus cuestionamientos al camionero. El jueves, durante la inauguración de los 30 kilómetros de Autopista Mesopotámica, la primera mandataria volvió a quebrarse. Recordó lo que Néstor Kirchner amaba Entre Ríos y puso un freno cuando un grupo de manifestantes empezó a pedir '10 años más'. Levantando la mano, la Presidenta espetó: "no, no, no me va a dar el cuero". Lo dijo en serio, afuera de cualquier especulación política. No es la primera vez que lo da a entender. Sólo ella sabe hasta dónde se siente la ausencia de Néstor Kirchner. Pero también debe ser conciente que sólo ella garantiza la subsistencia del 'modelo nacional y popular'. Toda una carga que debe sobrellevar sola.
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