Cuando el peronismo huele sangre, los tiburones salen al acecho

Macri ya perdió la virginidad hace rato con el peronismo aunque se dio cuenta definitivamente que el reloj electoral empezó a marchar. Que, como ha pasado otras veces, cuando los peronistas huelen sangre, suelen juntarse. Y es lo que está pasando. Mucho de eso se vio en la última sesión del Senado. Jorge Barroetaveña El freno al tarifazo tuvo el epílogo más anunciado de la historia. Se sabía desde hace semanas que el Ejecutivo tenía preparado el veto si la iniciativa que llevaba el sello K prosperaba por la conveniencia de sus eventuales aliados. Así fue, pese a las idas y vueltas de Pichetto que intentó negociar hasta último momento y definió la circunstancia como un 'fracaso de la política'. La actitud ambigua de los gobernadores ya no sorprende a nadie, ni al mismo gobierno. Todos sabían que, si la iniciativa se aplicaba, habría un impacto en las arcas provinciales. Pero, como en tantas ocasiones, dejaron que fuera el gobierno nacional el que pagara el costo político de oponerse a una ley imposible de aplicar. Suponiendo que los dichos de Dujovne hayan sido ciertos y que el agujero fiscal sería de 110.000 millones de pesos: nadie dijo de dónde saldría esa plata. Simple: porque nadie quiere resignar nada frente a la vuelta de tuerca que se viene.El presupuesto del año que viene ya empezó a discutirse y será Frigerio el que tenga que ponerse de acuerdo con los mandatarios provinciales. En ciernes está el acuerdo con el Fondo que exigirá una reducción del déficit. Y no hay muchos lugares para recortar.El gasto social que abarca AUH, pensiones y jubilaciones todos saben que no se pueden tocar. Hasta los tecnócratas del Fondo se dieron cuenta de eso. Está el gasto público que incluye el sueldo de los estatales. Otro ítem riesgoso por el potencial conflicto con los gremios. Están los subsidios que vienen bajando merced a los aumentos y explican el veto presidencial. Y está la obra pública sobre la cual ya se blande una feroz guadaña. Aquí estará la negociación con los gobernadores peronistas pero también con muchos intendentes de Cambiemos que pusieron el grito en el cielo. Es que han prometido y anunciado obras que seguramente no se harán, al menos por ahora.La salida de este ajuste será dolorosa y provocará más malas noticias en los próximos meses. En este baile los involucrados tratan de pagar los menores costos políticos posibles, con las elecciones en vista del año que viene.El gobierno, que despilfarró el capital político que acumuló en las elecciones de medio término, tiene que atravesar el desierto y capear el temporal que todavía no cedió. El costo que pagará será alto pero la esperanza de un peronismo dividido es lo que guía sus pasos. Eso claro, evitando que todo se vaya al demonio, lo que hará inútil cualquier estrategia política.En la oposición todavía conviven demasiadas voces y un solo liderazgo, debilitado, pero liderazgo al fin. No fue necesario que Cristina dijera nada para que todos calladitos votaran su proyecto antitarifazo. Sabiendo que caería en saco roto pero la opinión publica lo vería con agrado.El único en desmarcarse fue Urtubey que desde Salta dijo que no concordaba con la política tarifaria de Macri pero tampoco con el proyecto opositor. Más uno lo tildo de 'mamarracho incumplible'.Todos saben en el fondo que el problema de la energía en la Argentina es grave. Que cualquiera que siga el turno institucional en el 2019 deberá enfrentarlo con un cuchillo y un tenedor si es que la política actual fracasa. Es extraño pero no son pocos los que parecen disfrutar bailando sobra la cubierta del Titanic. No lo dicen porque no 'garpa' pero lo sienten e indirectamente lo promueven.Hay algo que escapa a esos cálculos y es que Macri sería capaz de inmolarse porque está convencido de lo que hace. Así lo demostró a lo largo de su carrera política, en el futbol primero y en CABA después. Esa testarudez, que a veces es virtud pero suele mutar en defecto, es algo que forma parte de su personalidad y excede cualquier evaluación política. Casi tanto que la termina influyendo.El peronismo es un pulpo con muchos brazos. Nunca se sabe cuál de ellos te puede tocar. Ahí reside su fortaleza hoy pero también su debilidad. No hay encuestador que no recoja el descontento con la gestión de Cambiemos pero a la mayoría lo atormenta la misma pregunta: y del otro lado, ¿qué hay?Si la política y sus expectativas dominaron el voto del año pasado, ¿Por qué no habría de pensarse lo mismo para el 2019? Con una economía renga y endeble, es obvio que las chances de cualquier oficialismo se debilitan. Habrá que ver hasta dónde aguanta el blindaje de los últimos doce años de gobierno kirchnerista. En varios lugares los agujeros son visibles y las goteras amagan con inundar el barco.Pero en un año de política en la Argentina puede pasar cualquier cosa. Sino habría que preguntarle a Rajoy en España, a los italianos o a los brasileños que tienen al candidato con mayor intención de voto (Lula) preso. Somos raros si, únicos e irrepetibles también. Viene todo en el mismo combo. Solo faltarían unas buenas papas fritas.
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