Cuba, entre la utopía y los hechos reales
Los síntomas de deterioro de la economía cubana, ligados a escasa productividad, no debieran hacernos perder de vista que la mayor disonancia del régimen castrista es con los postulados de su ideología oficial marxista.La noticia de esta semana es que el Estado cubano, del cual depende el 85% de la fuerza laboral de la que dispone la isla, reubicará el año que viene a 500.000 trabajadores estatales en actividades "privadas".El proceso de ajuste en el que entró la economía de la isla recuerda los intentos de M. Gorbachov por superar la crisis de la URSS, mediante la adopción de una serie de medidas ajenas a la ortodoxia comunista.Hasta que finalmente, en 1989, cayó el Muro de Berlín. "El modelo cubano ya ni siquiera funciona para los cubanos", dicen que dijo Fidel Castro, aunque él ha tratado de retractarse de estos dichos.A la revolución cubana, en todo caso, hay que juzgarla a la luz de la doctrina oficial del régimen. Para lo cual hay que remitirse a Carlos Marx, el ideólogo del experimento castrista.Veamos. Marx le asignó al trabajo un valor antropogénico. La esencia del hombre es resultado de la transformación que él hace del mundo. "Trabajo, luego existo", diría, corrigiendo a Descartes.Ahora bien, dentro del capitalismo, él no encontró que el hombre se estuviera "haciendo" al transformar la naturaleza. Lo que halló fue un hombre "alienado" por la expropiación de su trabajo.¿Cómo es esto? Al poseer los medios de producción, la clase capitalista le quita al obrero el producto de su trabajo -y a los hombres en general-, y lo despoja además de su plena humanidad.Se comprende, entonces, que Marx haya creído que eliminando la propiedad privada (que es a la economía política lo que el pecado original a la teología), acabaría la alienación del trabajo, y por esta vía se liberaría al hombre.La pregunta es: ¿la socialización de los instrumentos de producción -tierra, fábrica, capital- hizo que el hombre cubano fuese un ser des-alienado, dueño de su destino, y finalmente feliz?La situación antropológica en la isla, en realidad, no autoriza a afirmar la existencia de una mutación de esa característica. La invención del "hombre nuevo" socialista existe más bien como postulado teórico.Se diría que la colectivización, piedra de toque del socialismo marxista, no sólo no ha eliminado la "explotación del hombre por el hombre", sino que la ha agravado.El agente expoliador esta vez no es el propietario, el banquero o el patrón, sino el Estado. El hombre cubano sigue sin ser dueño de su producto, no porque se lo arrebate el infame capitalista, sino porque el fruto de su trabajo pertenece al único empresario que hay en la isla: el Estado.Respecto de la "eficacia" económica del socialismo, vale recordar lo que decía ya Winston Churchill (1874-1956), primer ministro británico durante la 2da. Guerra Mundial: "El vicio inherente del Capitalismo es el reparto desigual de los beneficios; el vicio inherente del Socialismo es el reparto equitativo de la miseria", dijo.Además, se sabe que el marxismo postuló la "sociedad sin clases". Sin embargo en Cuba se verifica lo que ocurrió en la Unión Soviética. Es decir, existe una sociedad gobernada por una burocracia política, elitista y pequeña, que vive a expensa de la "clase trabajadora".Aunque Marx pensaba que el Estado es el instrumento de dominio de una clase, y por tanto debía desaparecer para alcanzar una verdadera democracia, en la isla rige un poder absolutista.Una especie de "estadolatría", donde el Estado tiene carácter sagrado y se diviniza el jefe. De manera que está penalizada la disidencia que cuestione su verdad, como le pasó a la médica Hilda Molina.En Cuba, en suma, los hechos contradicen las previsiones de la ideología oficial. La utopía política está desnuda. Si es verdad que la economía de la isla merece un ajuste, no es menos cierto que las ideas también.
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