
La carrera contra el tiempo de Scioli todavía tiene varias postas. Desesperado por conseguir fondos aguantó estoico el reto presidencial de la semana y no abrió la boca ante la lluvia de críticas kirchneristas. ¿Es una estrategia o no le queda más remedio que hacerse el tonto? Jorge Barroetaveña Los zapatos del gobernador bonaerense se han vuelto chicle, aguantan todo. De ser el mejor gobernador kirchnerista se convirtió en el peor de la clase, objeto de burlas y escarnios. Es que así es la vida política en la Argentina, entre la gloria y Devoto hay apenas un paso. Y Scioli lo está viviendo en carne propia porque osó decir que tiene aspiraciones presidenciales para el 2015. Si bien el kirchnerismo puro nunca lo quiso, ese fue el motivo que le faltaba para empezar a atacarlo abiertamente. Pero la pelea Scioli-Cristina tiene varias fuentes de donde abreva. No se trata sólo de una cuestión coyuntural por falta de fondos o las ambiciones naturales de un político que transcurre su segundo mandato en el mayor distrito de la Argentina. En el fondo subyace una violenta discusión por el 'modelo', y la plata que lo sustenta. La crisis económico-financiera que vive Buenos Aires descubrió el velo de los pocos recursos que manejan las provincias. La cifra de 400.000 mil millones de pesos que la Presidenta le enrostró a Scioli por cadena nacional es mentirosa porque incluye la coparticipación que, constitucionalmente le correspondía a ese distrito en todos estos años. Y hay algo concreto que desnuda la verdad: los recursos propios no le alcanzan a Buenos Aires para pagar el medio aguinaldo. Y si la Nación no hace una ayuda 'extraordinaria', que fue 'ordinaria' en todo este tiempo, ni rascando el fondo de la lata aparece la plata. Y Scioli ha sido cómplice por callarse durante los últimos años. Ahora reclama por la coparticipación pero jamás abrió la boca para quejarse, mientras el flujo llegaba normalmente desde la Casa Rosada. Ahora, casi no tiene margen para hacerlo porque su dependencia se ha vuelto asfixiante.Los que lo conocen sostiene que tiene resistencia para aguantar muchas cosas. Y el miércoles en General Rodríguez fue otra prueba. Con la mirada perdida pero sin un gesto zozobra enfrentó la reprimenda de la Presidenta que lo acusó de hacer operaciones y no saber administrar entre otras cosas. Un frío saludo al llegar fue el único diálogo que tuvieron. La indiferencia gobernó el resto del encuentro, que sirvió para que la Presidenta comentara las noticias del día y derrapara serio escrachando públicamente a un supuesto evasor por haber emitido una opinión en el Diario Clarín, a quién tampoco nunca nombró.Pero el estilo presidencial, profundizado en los últimos discursos por los golpeteos insistentes de la realidad, es apenas una anécdota para Scioli. Subido al helicóptero que lo llevó de vuelta a La Plata reiteró que no se peleará con Cristina ni contestará ninguno de los misiles que le lanzan los más duros. El prefiere los gestos, como la conferencia de prensa del sábado pasado, para diferenciarse de la Casa Rosada y sus ausencias periodísticas. Pero la realidad también lo termina alcanzando y lo cierto es que no tiene plata para pagar el medio aguinaldo.El objetivo del kirchnerismo es claro: no se trata de destituirlo sino de hacerle sentir el rigor para que entienda quién tiene la decisión final. Y el camino más sencillo es asfixiarlo hasta que tire la toalla y se someta a las exigencias de la Casa Rosada. La prórroga de la concesión a los bingos a cambio de un aporte extraordinario es una idea que pergeñó el sciolismo, pero un nuevo impuestazo sobre el agro, los countries, barrios residenciales y algunas zonas industriales es propuesta nacional. Buscan que Scioli haga el ajuste que necesita la Nación pero pague todos los costos. "Resulta que nosotros le mandamos la plata, él se la gasta en publicidad y espectáculos, pero los costos los paga la Presidenta. Que se haga cargo", resumió un operador kirchnerista. Es la lógica que asiste a la movida. Si el gobernador quiere la plata que transpire la camiseta y asuma el desafío. La consecuencia que imaginan es que la movida impactará negativamente en la alta imagen positiva del mandatario que terminará condicionado y con pocas chances de resistir el 2013 primero y el 2015 después.Pero la reacción de Scioli, o su ausencia de reacción, es lo que descoloca al oficialismo. Esa eterna pasividad para enfrentar los ataques y su política histórica de establecer distancias con gestos, marca blanco sobre negro. Si el kirchnerismo confronta él trata de acordar, si la Presidenta se pelea con todos y usa sus discursos para hacer comentarios de los diarios, él se calla la boca y habla con los que puede.El destino de ambos, sin embargo, parece ir de la mano. A nadie le conviene que la Provincia de Buenos Aires explote. Es imposible pensar que no afectará a la Nación y los problemas terminen eclosionando en Plaza de Mayo. Mientras Cristina y Scioli se pelean, la economía sigue su devenir turbulento. Para el gobierno la hora cero será el mes que viene con el pago de los Boden 2012. Se sacará de encima la deuda que el estado arrastra desde el corralito bancario del 2001 y bajará su necesidad de dólares. Para Scioli es todo más modesto. Se conforma con conseguir la plata para pagar el medio aguinaldo. Poco para quién tiene aspiraciones de ser presidente en el 2015. Es que el kirchnerismo y su garrote lo devolvieron a la realidad.