POR LUIS CASTILLO
¿De qué se ríe, señor ministro?

La risa es, ante todo, una forma de comunicación y ―como plantean algunos neurocientistas―, una emoción social. También, sin dudas, un claro mensaje social.
Por Luis Castillo* En su novela de insospechado éxito y que lo transformara de un desconocido académico a un referente del pensamiento, Umberto Eco en El nombre de la rosa plantea, dentro de las diversas líneas de lectura e interpretación de esta polisémica e intertextual obra de arte, los homicidios cometidos en un convento franciscano del siglo XIV mediante un libro envenenado. Apenas con ese anticipo descriptivo ya puede pergeñarse que el autor analiza la relación entre el poder, el conocimiento y la censura como forma de control. Ese libro envenenado, al que no debe tenerse acceso porque es un libro prohibido es, en la novela de Eco, Comedia, el segundo libro de Aristóteles y que según el bibliotecario -que actúa tanto de guardián del conocimiento como de censor- elogiaba la risa, que deforma los rostros y los vuelve mascaras grotescas: “porque tal vez éste enseñase realmente a deformar el rostro de toda verdad, para que no nos convirtiésemos en esclavos de nuestros fantasmas. […] porque la única verdad consiste en aprender a librarnos de la insana pasión de la verdad”, poniendo en duda la posibilidad de una verdad absoluta: “las únicas verdades que sirven son instrumentos que luego hay que tirar” y es que “La risa, lo cómico ―dice Guillermo, el personaje central al asesino (Jorge de Burgos, un místico enemigo de la risa y de la filosofía) ―, aparte de ser una buena medicina para curar las aflicciones del cuerpo y la melancolía, es un buen instrumento de liberación de los tormentos del alma. Madre de la duda, la risa invita a la búsqueda de la verdad, y por eso el poder la pone en entredicho y la presenta como pecado, porque su fuerza de trasgresión la hace peligrosa”. Ahora bien, desde que Hegel revolucionó el campo filosófico con la entonces incipiente idea de que no es posible pensar sin lenguaje, la lengua y el lenguaje comenzaron a ocupar un rol central en los debates que llevaron a la postulación años después de lo que se conoce como el “giro lingüístico”. Pensamos con el lenguaje y a través de éste, recibimos y transmitimos cultura, idiosincrasias e ideologías. Este concepto nos sirve para introducirnos en cómo, junto a la transmisión de nuestra lengua, se nos transmitió un bagaje cultural fundamentalmente judeo cristiano, así como una mirada eurocentrista basada en las culturas griega y romana. Ya desde los textos bíblicos se hace referencia a dos tipos de risas: la risa feliz y la risa burlona o sarcástica, podríamos decir. Un pasaje interesante que muestra estas dos variantes es cuando Dios comunica a Abraham ―quien no había podido tener hijos con Sara, su mujer― que iba a ser padre. En el momento del anuncio, relata el antiguo testamente, Abraham rio de felicidad. El detalle, no menor, es que cuando Dios le hace este anuncio, Abraham ya tenía casi cien años y Sara noventa por lo que, cuando ella se entera de la misma noticia, también ríe, pero no del mismo modo en que lo hiciera su esposo: “Se rio, pues, Sara, entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?” “Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?” “¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo.” “Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído.” No es casual, entonces, ver cómo evolucionó el concepto de la risa y el reír ante los ojos del poder eclesiástico en la edad media y antes aun; en las primeras Reglas Monásticas del Siglo V, las referencias a la risa se encuentran en el capítulo dedicado al silencio; en las Taciturnitas se lee: “La forma más terrible y obscena de romper el silencio es la risa, si el silencio es virtud existencial y fundamental de la vida monástica, la risa es gravísima violación.” Un siglo más tarde, en la Regula Magistri, cuando se hace referencia al cuerpo humano se menciona a la risa de la siguiente manera: “Cuando la risa está por estallar hay que prevenir, sea como sea, que se exprese. O sea que, entre todas las formas malignas de expresión, la risa es la peor.” La mirada de los filósofos griegos, como ya es fácil anticiparse, es opuesta a la que citamos previamente; así, para Sócrates, la risa es un placer y Aristóteles remata: “sé alegre así puedes ser serio”, a pesar de que en su República advierte: “los guardianes no deben reírse, tampoco lo deben hacer las personas de mérito, la risa es un exceso y como tal debe ser evitado, tratando de mantener un estado de templanza y equilibrio sin reacciones excesivas, la risa debe ser limitada por la razón”. En esta isla, sin embargo, fue donde brilló Aristófanes, el comediógrafo más notorio de la antigüedad con sus hilarantes y ácidas críticas sociales y costumbristas. Quizás este sea un buen momento para retomar El nombre de la rosa y recordar la discusión entre Guillermo y el bibliotecario Jorge sobre el libro Poética: “- Hay muchos otros libros que hablan de la comedia, y también muchos otros que contienen el elogio de la risa. ¿Por qué este te infundía tanto miedo? - Porqué era del Filósofo. Cada libro escrito por ese hombre ha destruido una parte del saber que la cristiandad había acumulado a lo largo de los siglos.... - ¿Por qué temes tanto a este discurso sobre la risa? No eliminas la risa eliminando este libro. - No, sin duda. La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del campesino, la licencia del borracho... la risa sigue siendo algo inferior, amparo de los simples, misterio vaciado de sacralidad para la plebe... Pero aquí, aquí... –y Jorge golpeaba la mesa con el dedo, cerca del libro que Guillermo había estado hojeando- aquí se invierte la función de la risa, se la eleva a arte... La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable. Cuando ríe... el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de dominación... la risa sería el nuevo arte capaz de aniquilar el miedo... Y este libro, que presenta como milagrosa medicina a la comedia, a la sátira y al mimo, afirmando que pueden producir la purificación de las pasiones a través de la representación del defecto, del vicio, de la debilidad, induciría a los falsos sabios a tratar de redimir (diabólica inversión) lo alto a través de la aceptación de lo bajo.” Es que, como refiere Martín Camacho: “La risa subvierte, devela, abre el cuerpo, permite mostrar la interioridad, por eso en la mayoría de las culturas las mujeres tienden a taparse más la boca al reírse que los varones; en todos los tiempos la risa fue de alguna manera prohibida, controlada, limitada, educada”. Por otra parte, es interesante la afirmación del político y diplomático Harold Nicolson “el sentido del humor no puede florecer ni en una sociedad totalitaria ni en una sociedad sumida en un proceso revolucionario”, quizás eso explique el porqué de las sistemáticas desapariciones de revistas de humor político -me refiero ya a nuestro país y en el cercano siglo pasado- tras cada golpe militar. “El errático camino de la política argentina entre la democracia y el autoritarismo y su impacto en el campo cultural y social se encuentra representado en las caricaturas, los chistes, las historietas y en notas humorísticas de la época y ha marcado el devenir de cada una de las publicaciones”, expresa Elisa Burkat. Las publicaciones iniciáticas fueron El Mosquito y Don Quijote, aparecidas a finales del siglo XIX, más adelante, Caras y Caretas, dirigida por nuestro compueblano Fray Mocho, fue la primera revista de masas que estableció el punto de inflexión entre un siglo y otro; en 1941 apareció Cascabel, y en 1957 surgió Tía Vicenta de la mano del genial Landrú, provocativa y sarcástica y como ejemplo de ello, para burlar el decreto que prohibía nombrar al Gral. Perón escribía, a modo de juego de palabras, los aumentativos: “de buzo, buzón, de coraza, corazón, y de pera..., Perón”; si bien el presidente Frondizi hizo llegar a Landrú una “invitación” para que lo dejara de dibujar con una nariz tan larga; el presidente de facto general Juan Carlos Onganía, quien era caricaturizado como una morsa, no dudó en ordenar que Tía Vicenta debía ser “Clausurada por falta de respeto hacia la autoridad y la investidura jerárquica. En definitiva, la risa no siempre provoca ni provocó risas. El humor no es el mismo, naturalmente, cuando nos reímos con alguien y cuando nos reímos de alguien. El humor y la risa pueden ser terapéuticos y al mismo tiempo pueden lastimar utilizados como forma de agresión velada. Así lo percibía Mario Benedetti cuando escribió: “…aquí en la calle/ suceden cosas/ que ni siquiera/ pueden decirse/ los estudiantes/ y los obreros/ ponen los puntos/ sobre las íes. / Por eso digo/ señor ministro/ de qué se ríe/ de qué se ríe. *Escritor, Médico y Concejal por Gualeguaychú Entre Todos
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