Delito, conurbano y negocio del poder
Las demandas de los que viven en el conurbano bonaerense por más seguridad instalan esta pregunta: ¿en qué medida el delito en esa densa geografía no es inevitable?Desde hace bastante tiempo los gobernadores de Buenos Aires están jaqueados por la ola de inseguridad. Ahora le toca el turno a Daniel Scioli, que cada tanto debe salir a explicar qué hace en este frente.Pero el desborde delictual en ese territorio empieza a entenderse a partir de que el conurbano es una estructura político-social en muchos aspectos ingobernable.En realidad, no sólo es un problema de la provincia de Buenos Aires: es un problema nacional. Por donde se lo mire es un drama: social, político e institucional.En este contexto, las críticas ante la inseguridad de un político "conurbanista" como Eduardo Duhalde suenan a oportunismo. En los '90, alimentó ese engendro poblacional con el Fondo de Reparación Histórica, constituido con dineros del resto de las provincias.Producto histórico de la emigración del interior -dentro de la matriz inalterable del modelo unitario-, el conurbano es la zona urbana más importante del país.Allí viven, aproximadamente, 13 millones de personas, repartidas en municipios que por sí solos superan en habitantes a algunas provincias.El de la Matanza, por caso, alberga una población similar a la de Entre Ríos, pero con una diferencia: la densidad poblacional de la comuna bonaerense es de 3.560 hab/km², mientras que la de la provincia es de 14 hab/km².Para algunos analistas hay que hablar del "drama" del conurbano. En efecto, allí predomina una población empobrecida, con escasa educación, falta de trabajo y que vive en condiciones de hacinamiento.Es un territorio gobernado por poderes oscuros, informales, muchos de ellos vinculados al delito y la droga. De hecho los "minigobernadores" del conurbano tienen fama de gestionar como jefes cuasi-mafiosos y de ahí que se los llame "barones".Es aquí donde hace sus delicias el modelo clientelista y populista de la clase política argentina. El conurbano ha sido y es donde se definen la política y la economía de la Argentina.La zona subió su cotización desde que la reforma constitucional de 1994 consagró la elección presidencial por voto directo y distrito único.El distrito representa el 23% del padrón electoral, de suerte que quienes tengan acceso y control relativo de esos votos poseen una ventaja clave. Ni hablar de la importancia estratégica de los barones políticos de la zona.También es clave para elegir gobernador bonaerense, si se piensa que el conurbano representa el 60% del padrón electoral provincial, y el interior el 40% restante.Pensemos, por lo demás, que el 40% de la población total de la Argentina vive en la provincia de Buenos Aires, cuyo territorio cubre tan solo el 11% de la geografía nacional.Corolario: el negocio es mantener el conurbano como polo de atracción de votantes. Pues aquí reside la maquinaria política que sostiene a los habitantes de la Casa Rosada.No se necesita ser un experto para comprender que el delito es un fenómeno inseparable de una estructura socio-política inviable. El conurbano estalla en inseguridad porque está en su naturaleza que así sea.A la política argentina no le interesa el problema de la macrocefalia, ni la distribución demográfica irracional. Prefiere convivir con los efectos colaterales de esta anomalía -como el delito- porque de ella saca más rédito.Una política de seguridad en serio supone pensar seriamente la descentralización y descongestión poblacional del país. Para hacer entornos humanos más vivibles y seguros.
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