Desafío a la inteligencia y la sensatez

"Que nos vaya bien a todos", augurábamos como Atahualpa Yupanqui en nuestra última columna de 2014. Y el primer mes nos ha castigado. Entre otras muchas cosas, la muerte del fiscal Nisman plantea un desafío a la inteligencia y la sensatez de nuestra clase política. Mario Alarcón Muñiz Nadie esperaba un comienzo tan turbulento del nuevo año. Aún quienes habían pronosticado para 2015 sobre las huellas de experiencias anteriores, cierta inestabilidad del clima político al acercarse el período electoral, no ocultan su sorpresa -cuando no su desconcierto y hasta su angustia- por la inesperada muerte del fiscal Alberto Nisman, apenas horas antes de su anunciada denuncia en el Congreso de la Nación por la causa AMIA.Del derecho y del revés tanto se ha informado y comentado el caso a partir del 19 de enero, que cualquier consideración adicional parece redundante u ociosa. No obstante, es necesario señalar que el trágico episodio nos ha empujado a un tembladeral. Nada sencillo resultará salir de esta conmoción. Se requerirá la mayor prudencia, además de patriotismo, para sortear el pantano y abrir caminos nuevos.Esto no significa olvidar o postergar a Nisman. Todo lo contrario. La muerte del fiscal exige justicia a la mayor brevedad, de manera prioritaria. Pero la vida sigue. Y el país también.Es demasiadoLa Argentina de nuestro tiempo ha padecido crisis similares. Y hemos reaccionado agrupándonos en torno de consignas y fogatas. Sin embargo, detrás de las muertes, el dolor y los puños cerrados, poco o nada cambió.Recordamos al fotoperiodista José Luis Cabezas, asesinado en 1997 por buscar la verdad con su cámara.Tenemos presente el suicidio del médico René Favaloro, vencido por la burocracia y la indiferencia estatal en 2000.Al año siguiente los 40 muertos de diciembre (3 en Entre Ríos) cerraron una etapa política gritando "que se vayan todos", pero en definitiva se quedaron casi todos ajustando aún más los tornillos de los sillones.Los asesinatos de los manifestantes Kosteki y Santillán en 2002 aceleraron el procesoelectoral, pese a lo cual no dejaron de representar una nueva tragedia de la democracia y la convivencia.La muerte del obrero-estudiante Mariano Ferreyra en 2010 por obra de una patota sindical, alertó acerca del nivel de violencia alcanzado por los disensos.La rebelión policial de 2013 y su veintena de víctimas (4 en Entre Ríos) sumó otra grave y penosa experiencia.Es demasiado. Ante cada uno de esos episodios el país se ha conmovido. Pero sólo por un rato. Ha escuchado discursos y promesas. Y todo ha seguido igual. O peor, porque la violencia crece. El balazo en la cabeza de Nisman contiene un mensaje. Si no lo interpretamos a tiempo seguiremos repitiendo peligrosamente esta historia de confrontaciones, enemigos, garrotazos, tiros, muertos, mafias, hipocresías, corrupción. Sí, es demasiado.Un faro de paz, justicia y progreso¿Cómo salimos de esta encrucijada? La pregunta se ha reiterado estos días en todos los sectores. No será sencillo, menos aún en las presentes circunstancias, cuando la mayoría de la dirigencia política habla y actúa con la mirada puesta en las elecciones que vienen.Alguna vez en esta columna hemos señalado ejemplos históricos y posibles. El más común es el de la España postfranquista. Es oportuno recordarlo.Luego de 36 años de una dictadura feroz, ese país padecía una grave crisis provocada por vacilaciones y desencuentros frente a los problemas de alta inflación, fuga de capitales, conflictividad social y paralización económica.Recuperada la democracia en 1977, a poco de haber asumido la jefatura del gobierno, el recordado dirigente Osvaldo Suárez convocó a todas las fuerzas políticas, los sindicatos y el empresariado para resolver en conjunto acerca del presente y el futuro de España. Se elaboró entonces el Pacto de La Moncloa, suscripto por todos los sectores después de estudios prolijos y debates sensatos.Sin excepción firmaron todos los participantes, desde el comunista Carrillo hasta el conservador Fraga Iribarne, pasando por el socialista Felipe González y los partidos regionales del País Vasco y Cataluña. Desde luego lo hicieron también los representantes sindicales y empresariales.El acuerdo determinó en sus primeros puntos, el compromiso de garantizar la libertad de prensa; el derecho de reunión y de asociación política; el acceso de la oposición a toda la documentación e información del Estado y la conducción de los medios de comunicación estatales (por entonces mayoría en España) poniéndolos a cargo de una comisión cultural del Parlamento con participación de todos los sectores políticos.Acerca de la coyuntura el pacto convino la contención de la masa monetaria, aprobó el derecho de libre asociación sindical, acordó medidas antiinflacionarias, dispuso el control de las finanzas públicas y modificó el régimen de administración tributaria. Además trazó para el futuro los lineamientos referidos a políticas presupuestaria, impositiva, monetaria y de seguridad social, precios, salarios, empleo, educación, energía y producción agrícola.España creció de manera notable a partir de aquél Pacto de la Moncloa. En ese lapso hubo un intento de golpe militar frustrado por la unidad de las fuerzas políticas. Pero también se registraron disidencias, discusiones, elecciones nacionales y municipales con variados resultados, en fin, una sucesión de episodios solucionados en definitiva dentro del marco del gran acuerdo.La crisis financiera mundial de 2008 afectó a España produciendo un grave impacto sobre su economía, a tal punto que aún no ha logrado recuperarse plenamente. Pero no sería apropiado -según los expertos- cargar esta situación sobre el pacto de 1977 porque habían pasado más de tres décadas. En todo caso cabe sólo reprocharles a los protagonistas del acuerdo no haber previsto mecanismos de actualización.La situación argentina actual demanda acciones de esta índole. Se requieren, claro está, gestos de grandeza y patriotismo que entierren las ambiciones personales y los tironeos del bastón, sólo por el poder. Es además, un desafío a la inteligencia y la sensatez de nuestros dirigentes. Sin un gran acuerdo será imposible salir del pantano.
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